En una etapa recesiva, como la que atraviesa la economía del país, son muy pocos los sectores que muestran niveles de actividad crecientes. Uno de ellos es la industria frigorífica, que en los primeros ocho meses del año creció nueve por ciento respecto a igual período de 2017.
¿Cómo se explica ese desempeño, en un mercado interno donde el consumo se mantiene estable y en el que los precios minoristas le ponen un freno a cualquier incentivo a la demanda? La razón está en la explosiva recuperación que muestran las exportaciones, tema de nuestro Primer plano en la edición de hoy.
En los primeros ochos meses del año, las ventas de carne vacuna al exterior crecieron 70 por ciento. Equivale al 16 por ciento del total de la producción. Hay que retrotraerse nueve años atrás para encontrar una participación semejante.
Que el mundo quiera más carne argentina no es un síntoma que nos deba preocupar como consumidores.
El abastecimiento doméstico está asegurado, ya que buena parte de los cortes que se van al exterior no están dentro de nuestras preferencias culinarias.
Hoy China representa más del 50 por ciento de las exportaciones nacionales de carne bovina. Allí, cada uno de sus 1.300 millones de habitantes consume seis kilos de carne bovina por año.
Pero no hay que asustarse por el tamaño de nuestro principal cliente. No compra asado, matambre, vacío o cuadrada para milanesa. Se llevan congelados el garrón, brazuelo y el cogote, que consumen en pequeñas cantidades. A Europa, el segundo comprador en importancia, van los cortes premium enfriados y sin hueso, como el lomo y el cuadril. Mientras que Chile y Rusia tienen interés por la parte delantera del animal.
Es decir que mientras más animales se necesiten para satisfacer la preferencia mundial por la carne argentina, más disponibilidad de cortes habrá para el mercado interno. Y debería ser a precios razonables.-
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