La FAO se comprometió la semanana pasada a ayudar a los países a desarrollar estrategias para frenar la propagación de la resistencia a los antimicrobianos en sus cadenas de suministro alimentario, mientras los gobiernos se preparan para debatir el nuevo desafío planteado por las “súper bacterias” resistentes a los medicamentos que tendrá lugar en la Asamblea General de las Naciones Unidas el próximo 21 de septiembre.
El aumento de la utilización -y el abuso- de medicamentos antimicrobianos para el cuidado de la salud humana y animal ha contribuido a un incremento del número de microbios que provocan enfermedades resistentes a los medicamentos que tradicionalmente se utilizan para combatirlas, como los antibióticos, según indica la FAO.
El riesgo significativo para la salud humana que representa la “resistencia a los antimicrobianos” (AMR, por sus siglas en inglés) y su relación e impacto en la agricultura se debatirán en un evento de alto nivel de las Naciones Unidas el próximo 21 de septiembre en Nueva York.
Según el Plan de acción de la FAO sobre resistencia a los antimicrobianos, publicado el pasado 14 de septiembre: “Los medicamentos antimicrobianos desempeñan un papel fundamental en el tratamiento de enfermedades de los animales de granja y las plantas. Su utilización es esencial para la seguridad alimentaria, nuestro bienestar, y el bienestar animal. Sin embargo, el mal uso de estos fármacos, asociado a la aparición y propagación de microorganismos resistentes a los antimicrobianos, supone un grave amenaza para todos”.
Con buena parte de la atención centrada lógicamente en la exposición a patógenos resistentes a los antimicrobianos en hospitales y lugares similares, la presencia de microorganismos resistentes a los antimicrobianos en los sistemas agrícolas representa otro vector: los alimentos que comemos, subraya la FAO.
Además de los riesgos para la salud pública, la resistencia afecta también a la inocuidad de los alimentos, la seguridad alimentaria y el bienestar económico de millones de familias de agricultores en todo el mundo.
El plan de la FAO destaca cuatro áreas clave para la acción en el ámbito agroalimentario:
• Mejorar la concienciación de agricultores y productores, profesionales y autoridades veterinarias, responsables de las políticas y consumidores de alimentos sobre la cuestión de la AMR (del inglés, resistencia antimicrobiana;
• Desarrollar las capacidades nacionales para la vigilancia y el control de la AMR y el empleo de sustancias antimicrobianas (AMU, por sus siglas en inglés) en la alimentación y la agricultura;
• Fortalecer la gobernanza relacionada con el AMU y la AMR en la alimentación y la agricultura;
• Promover buenas prácticas en los sistemas alimentarios y agrícolas y el uso prudente de sustancias antimicrobianas.
La FAO quiere ayudar a los gobiernos a poner en marcha estrategias nacionales para hacer frente a la AMR y el AMU en sus sectores alimentarios y agrícolas para mediados de 2017.
La AMR y la alimentación y la agricultura
Como consecuencia del crecimiento económico y demográfico de los últimos 50 años, los métodos de producción alimentaria se han intensificado, dando lugar a una mayor utilización de antimicrobianos en la agricultura.
Además, se añaden agentes antimicrobianos en concentraciones bajas al pienso animal como forma de estimular el crecimiento: una práctica cada vez más desaconsejada, pero que sigue siendo aún relativamente habitual.
Se estima que el consumo global de antimicrobianos en el sector ganadero asciende a más de 60 000 toneladas al año. Teniendo en cuenta que se espera que la demanda de alimentos de origen animal crezca de manera constante durante las próximas décadas, el uso de antimicrobianos continuará aumentando, según la FAO.
Se calcula que dos tercios del futuro aumento estimado del uso de antimicrobianos tenga lugar en el sector de la producción pecuaria, con la previsión de que se duplique su utilización en cerdos y aves, según un estudio internacional publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Desafíos y necesidades
La FAO está haciendo hincapié en que una manera fundamental de hacer frente a la AMR en la alimentación y la agricultura consiste en garantizar que los sistemas agrícolas y alimentarios adopten las mejores prácticas en materia de higiene, bioseguridad, y cuidado y manipulación de los animales. Esto reduce en primer lugar la necesidad de utilizar medicamentos antimicrobianos, así como de vacunar a los animales de granja para desarrollar su capacidad natural para resistir las enfermedades.
Otra carencia fundamental es la ausencia de un enfoque global y normalizado en los datos utilizados para realizar un seguimiento del uso de antimicrobianos en la ganadería. Por ejemplo, el informe de la comisión O’Neill del gobierno del Reino Unido, concluyó que solamente 42 países cuentan con sistemas de este tipo. Los riesgos de la AMR en la agricultura son mayores en aquellos países donde las leyes, normas y sistemas de control son inadecuadas. Por tanto, desarrollar las capacidades nacionales en este sentido es un objetivo prioritario para la FAO.
También se necesita mayor investigación y desarrollo de alternativas a los antimicrobianos y los antibióticos en la alimentación y la agricultura, así como esfuerzos para paliar el enorme déficit de conocimientos sobre cómo se propaga la AMR a través de los desechos agrícolas.
Trabajo en curso
La Comisión FAO/OMS del Codex Alimentarius -que establece las normas internacionales de calidad e inocuidad de los alimentos- ya ha sentado las bases para que los organismos encargados de controlarla combatan la resistencia a los antimicrobianos en los alimentos, a través de diversas normas sobre esta resistencia, los medicamentos veterinarios y sus residuos, la higiene alimentaria y los piensos. En fecha reciente, el Codex ha constituido un grupo de trabajo dedicado a la AMR.
A medida que desarrollaba el plan de acción presentado la semana pasada, la FAO también ha intensificado su compromiso con las comunidades agrícolas, los especialistas en salud pública y veterinaria, los reguladores y los inspectores de inocuidad alimentaria que vigilan la AMR, organizando talleres –entre otros lugares- en Camboya, China, Etiopía, Ghana, Kenya, Tailandia, Viet Nam y Zimbabwe.
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