Muchas explotaciones de la provincia están inmovilizadas por la enfermedad.
Los ganaderos se enfrentan desde hace un tiempo a otro ‘caballo de batalla’. A los bajos precios, se une ahora el problema de la tuberculosis bovina, que está provocando que las explotaciones ganaderas afectadas se encuentren en serio peligro de extinción. Una muestra de los estragos que está causando esta enfermedad ha podido verse en la Feria de Ganado de La Carolina. La organización se ha visto obligada a suspender los dos concursos de ganado bovino autóctono (berrendo en negro y berrendo en colorado) a causa de esta patología que mantiene inmovilizadas a muchas de las ganaderías que tradicionalmente concurren a la feria. De hecho, tan solo se han celebrado los concursos morfológicos con ganado ovino y caprino.
Las medidas de erradicación adoptadas para frenar el brote de tuberculosis bovina incluyen la inmovilización de todas las cabañas en las que se haya comprobado la presencia de la enfermedad. Por ello, a la feria carolinense solo han acudido aquellas que, por encontrarse completamente libres de la misma, es posible movilizar el ganado.
Emilio Gómez, presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Caprino de Raza Blanca Andaluza o Serrana y presidente de Jaén Ecológico, lamenta que cuando esta enfermedad es detectada en alguna explotación, el ganado afectado debe venderse directamente para sacrificio o cebaderos de matadero, pero no para vida -como madres-, por lo que el producto experimenta una depreciación del 50%. Cuando se ha detectado un caso, se vuelve a analizar el ganado a los tres meses y si no hay más positivos, hay que esperar medio año más para volver a obtener el certificado que le corrobora que sus animales están libres de la enfermedad y puede volver a vender para vida y a moverlos.
Esto ha producido, por ejemplo, que en estos momentos haya tantos ejemplares inmovilizados que no haya podido celebrarse el concurso de La Carolina, pero también que haya muchas explotaciones que se estén planteando su continuidad. «Tienen el ganado inmovilizado, con la única posibilidad de venderlo para sacrificio a un precio mucho menor, por lo que no compensa; los costes siguen siendo los mismos y la rentabilidad se resiente hasta tal punto que muchos deciden dejar de apostar por este sector porque no les salen las cuentas», lamenta. En los últimos años, diez explotaciones ganaderas -asegura- han echado el cerrojo en la comarca de La Carolina por la baja rentabilidad del negocio.
Emilio explica que la carne de un animal afectado por la tuberculosis bovina puede consumirse porque no se puede transmitir a los humanos, mientras que el contagio por contacto directo entre animales es muy difícil que se produzca.
Además, aunque es consciente de la necesidad de que se lleven a cabo controles exhaustivos y de que se cumplan las normas, este ganadero considera que el mecanismo actual de detección de la enfermedad no funciona como debería. «Se hacen análisis muy rigurosos con unos criterios muy estrictos, mucho más que antes, pero que no siempre son fiables y que son susceptibles de dar muchos falsos positivos, por lo que deberían buscarse otros métodos más seguros», aclara.
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