El único desarrollo posible de Uruguay es resultado de una mayor apertura e intercambio comercial. Es una obviedad: la economía doméstica es diminuta. El consumo y las inversiones se saturan rápidamente. Entonces, ¿cómo va a desarrollarse este país? Exportando, lo que significa conocimiento, innovación y producción. Desde los inicios fundacionales, este país-puerto ha basado su […]
El único desarrollo posible de Uruguay es resultado de una mayor apertura e intercambio comercial. Es una obviedad: la economía doméstica es diminuta. El consumo y las inversiones se saturan rápidamente. Entonces, ¿cómo va a desarrollarse este país? Exportando, lo que significa conocimiento, innovación y producción.
Desde los inicios fundacionales, este país-puerto ha basado su expansión de cara a los mercados internacionales. Y el agro es el cimiento principal. Nuestra economía es agro dependiente. Lo más curioso es que cada año es más acentuado. El desarrollo futuro del país, no le quepan dudas a nadie, será a expensas del agro.
Voy a ejemplificarlo citando el indicador de comercio per cápita que brinda la estadística de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Este indicador es la suma del valor de las importaciones y exportaciones de productos y servicios divididos la cantidad de gente. Nos dice cuánto es el comercio en dólares por persona.
Desde los inicios fundacionales, este país-puerto ha basado su expansión de cara a los mercados
En 2014, esa cifra era de US$ 8.256 para Uruguay. El doble que Argentina y Paraguay, y casi el triple que Brasil. También notoriamente superior al de todos los demás países de Latinoamérica. Solo Chile se encontraba por encima de nosotros (un 20%). Por otro lado, Nueva Zelanda, Australia e Israel se aproximaban a niveles de
US$ 25 mil, es decir, casi tres veces más que nosotros. Canadá nos superaba en cuatro veces; Singapur, en 25. En resumen, estamos bien en la tabla en la copa América, pero estamos muy atrás si nos comparamos con otros países exportadores que tienen sus economías abiertas.
US$ 25 mil, es decir, casi tres veces más que nosotros. Canadá nos superaba en cuatro veces; Singapur, en 25. En resumen, estamos bien en la tabla en la copa América, pero estamos muy atrás si nos comparamos con otros países exportadores que tienen sus economías abiertas.
Cuando miramos más en detalle, vemos otro componente de vital trascendencia. Uruguay es el país donde, en el caso de los bienes, las exportaciones agropecuarias tienen la mayor representación en el total: 75%. Países similares, Nueva Zelanda con casi el 70% y luego Paraguay con 67%.
Por el contrario, en Australia es apenas 16%; en Chile, 29%. En estos países hay otros rubros como la minería, energía o los productos manufacturados que son los principales contribuyentes las exportaciones. En Uruguay y Nueva Zelanda el agro es el componente primordial. Y aquí recurro al vicio de compararnos con la isla de Oceanía: nuestro comercio per cápita es tres veces menor.
Estamos en un barrio que no se destaca por su apertura comercial. Lejos de donde está la población mundial (Sudamérica es apenas el 6%), con barreras en destino sanitarias todavía para levantar, y más aún arancelarias. Dado que tenemos una economía pequeña, la única forma de desarrollo es produciendo y exportando cada vez más.
Estamos en un barrio que no se destaca por su apertura comercial
Uruguay ha retrocedido comparativamente en términos de su inserción internacional y esto se traduce en menores ingresos al productor, menos llegada a los consumidores que valoran los atributos que ofertamos y menos inversión receptiva de calidad. Lo primero que ocurre cuando hay acuerdos de libre comercio o mejoras en el acceso es inversión en el país productor. Pero inversión de calidad, que busca captar el mercado al que se ha accedido y no solo extraer un recurso finito o instalar una fábrica en una zona franca exonerada de impuestos.
Las inversiones más genuinas son aquellas que buscan cubrir un mercado, y estas suelen llegar con el mejor acceso y apertura comercial. Solo esto podrá darle a Uruguay un nuevo impulso en su desarrollo.
Y, dada nuestra vocación agroindustrial, tenemos que insistir cada día, luchar cada minuto, trabajar cada segundo para incrementar el acceso, la apertura y colocación de nuestros productos. ¿Acaso una mejor política de Estado?
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