“No habrá futuro si los niños no tienen presente”.
“Parece imposible hablar de porvenir mientras la corrupción le arrebata a la gente los techos que debían construirse con los dineros públicos, y no hay nadie entre la rejas…”.
“Parece imposible hablar de porvenir mientras la corrupción le arrebata a la gente los techos que debían construirse con los dineros públicos, y no hay nadie entre la rejas…”.
Señaló el presidente saliente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Hugo Luis Biolcati en su último discurso como titular de la centenaria entidad, marcando fuertemente una línea profunda de política estructural.
Así, lo que comenzó con un esquema de menor a mayor, que no le escapó a lo emocional hablando “desde los ojos de la despedida”, y haciendo un recuento básico de los principales reclamos del campo durante los últimos años que “no fueron escuchados” (obviamente, por el Gobierno), lo que se repitió como una letanía durante toda la primera parte, fue creciendo luego excediendo totalmente lo sectorial, y con un llamamiento final a la participación cívica. “Llegó la hora de participar. De hacer y no solo opinar. De colaborar, desde el lugar que fuere, en la construcción de un destino grande para esta Nación”, dijo Biolcati arrancando aplausos, especialmente de grupos numerosos que se identificaban como “autoconvocados”, apostados en casi todas las tribunas y que, en general, también son miembros de las distintas entidades que componen la Mesa de Enlace.
Tampoco faltaron inmensos carteles de adhesión al dirigente que, tras el inminente abandono de su cargo hacia fines de septiembre, llevó a la especulación de varios acerca de las razones, entonces, del alejamiento.
Por supuesto que, si bien hubo alusiones indiscutibles –e indudables– durante los casi 45 minutos que duró la exposición, el titular de la Rural nunca aludió en forma directa a ningún funcionario nacional, ni provincial. De todos modos, nadie tuvo dudas sobre a quienes se refería cuando señaló que “sería extenuante mencionar la lista de promesas sistemáticamente incumplidas por el Gobierno”.
Tampoco cuando dijo: “Hoy tenemos a la vista el fracaso de una política. Con 12 millones de cabezas menos. Con una intención de siembra de trigo y maíz marcada por el desaliento. Con miles de tambos cerrados. Con miles de trabajadores de la carne licenciados, suspendidos o sin trabajo, viviendo de subsidios. Con más de 100 frigoríficos cerrados. Con las economías regionales languideciendo por heladas, sequías, cenizas y desidia de los gobiernos, sumiendo a regiones enteras en una parálisis económica”.
Muchas menos dudas quedaron cuando señaló que: “Todos somos esa Argentina que se dice federal, y en la que el 70% de los ingresos públicos es percibido y manejado discrecionalmente por el gobierno central”.
Pero el estallido de las tribunas fue cuando Biolcati llamó a “superar ese perverso rol del Estado transformado en patrón de los bienes públicos, que sostiene con subsidios su poder electoral, que da de comer un cotidiano mendrugo a sus vasallos, y somete a gobernadores e intendentes genuflexos a mendigar dádivas”.
Y así como el dirigente, considerado por muchos como un “duro”, se emocionó al principio de la alocución enunciando que “con los ojos de la despedida, la vida parece una causa perdida”, prácticamente se quebró hacia el final cuando recitó los derechos que la Constitución Nacional que establece para todos los ciudadanos que habitan el país, y que identificó como “el modelo a seguir”, muy poco sofisticado, para permitir que laArgentina “abra las puertas del futuro”, y que “el progreso, el desarrollo y el bienestar” se hagan presentes.
Así, recitó los derechos: “de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de procesar libremente su culto; de enseñar y aprender”.
Fue el momento en el que recibió el último aplauso.
Así, lo que comenzó con un esquema de menor a mayor, que no le escapó a lo emocional hablando “desde los ojos de la despedida”, y haciendo un recuento básico de los principales reclamos del campo durante los últimos años que “no fueron escuchados” (obviamente, por el Gobierno), lo que se repitió como una letanía durante toda la primera parte, fue creciendo luego excediendo totalmente lo sectorial, y con un llamamiento final a la participación cívica. “Llegó la hora de participar. De hacer y no solo opinar. De colaborar, desde el lugar que fuere, en la construcción de un destino grande para esta Nación”, dijo Biolcati arrancando aplausos, especialmente de grupos numerosos que se identificaban como “autoconvocados”, apostados en casi todas las tribunas y que, en general, también son miembros de las distintas entidades que componen la Mesa de Enlace.
Tampoco faltaron inmensos carteles de adhesión al dirigente que, tras el inminente abandono de su cargo hacia fines de septiembre, llevó a la especulación de varios acerca de las razones, entonces, del alejamiento.
Por supuesto que, si bien hubo alusiones indiscutibles –e indudables– durante los casi 45 minutos que duró la exposición, el titular de la Rural nunca aludió en forma directa a ningún funcionario nacional, ni provincial. De todos modos, nadie tuvo dudas sobre a quienes se refería cuando señaló que “sería extenuante mencionar la lista de promesas sistemáticamente incumplidas por el Gobierno”.
Tampoco cuando dijo: “Hoy tenemos a la vista el fracaso de una política. Con 12 millones de cabezas menos. Con una intención de siembra de trigo y maíz marcada por el desaliento. Con miles de tambos cerrados. Con miles de trabajadores de la carne licenciados, suspendidos o sin trabajo, viviendo de subsidios. Con más de 100 frigoríficos cerrados. Con las economías regionales languideciendo por heladas, sequías, cenizas y desidia de los gobiernos, sumiendo a regiones enteras en una parálisis económica”.
Muchas menos dudas quedaron cuando señaló que: “Todos somos esa Argentina que se dice federal, y en la que el 70% de los ingresos públicos es percibido y manejado discrecionalmente por el gobierno central”.
Pero el estallido de las tribunas fue cuando Biolcati llamó a “superar ese perverso rol del Estado transformado en patrón de los bienes públicos, que sostiene con subsidios su poder electoral, que da de comer un cotidiano mendrugo a sus vasallos, y somete a gobernadores e intendentes genuflexos a mendigar dádivas”.
Y así como el dirigente, considerado por muchos como un “duro”, se emocionó al principio de la alocución enunciando que “con los ojos de la despedida, la vida parece una causa perdida”, prácticamente se quebró hacia el final cuando recitó los derechos que la Constitución Nacional que establece para todos los ciudadanos que habitan el país, y que identificó como “el modelo a seguir”, muy poco sofisticado, para permitir que laArgentina “abra las puertas del futuro”, y que “el progreso, el desarrollo y el bienestar” se hagan presentes.
Así, recitó los derechos: “de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de procesar libremente su culto; de enseñar y aprender”.
Fue el momento en el que recibió el último aplauso.
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