El IRTA ha participado en un estudio en el que se han analizado los efectos de los embalses en la cuenca del río Segre. El trabajo hace balance de las consecuencias que está teniendo el cambio climático y el cambio de usos de los suelos de la cuenca, junto con la modificación del régimen hidrológico que provocan los embalses. Se ha estudiado el periodo entre 1951 y 2013.
Los resultados analizados evidencian la alteración de los regímenes de caudales a causa de los embalses, ya que la regulación del agua provoca que en verano baje más agua, que se destina principalmente a la agricultura y al consumo humano.
Además, en la cabecera, en el Pirineo, hay una importante reducción del caudal (variación del 16’7% en la estación de la Pobla de Segur, y del 32’8% en la de Puigcerdá en el periodo estudiado). Esto se debe a dos causas: la reducción casi total de los glaciares del Pirineo, y el gran aumento de la superficie de los bosques, que provoca un incremento en intercepción de la lluvia, un incremento de la transpiración y, por lo tanto, una reducción de la escorrentía.
La cuenca del Segre muestra una fuerte disminución de la precipitación sobre todo en verano. La década de 1950 tenía una media de 3.000 hm3 por año, mientras que en la última década ha sido alrededor de 1.800 hm3 por año (reducción de un 44’7% en 63 años). Esto explica la importante reducción de la precipitación anual en toda la cuenca, que era de 10.200 hm3 por año en los cincuenta y ha sido de 8.700 hm3 por año en la última década (reducción del 16’2%). Toda la cuenca se ha visto afectada por una fuerte reducción en el caudal, especialmente en las partes bajas de los ríos. Pero la reducción de los caudales no está afectada, según este estudio, sólo por el cambio climático, sino también por otros factores, como el aumento de las demandas de riego en la cuenca.
El cambio climático observado cuestiona el modelo actual de gestión del agua en esta región. Por otro lado, el actual patrón de uso del agua no es sostenible en un futuro cercano debido a los escenarios de cambio climático que pronostican una reducción de las precipitaciones y un aumento de la demanda de evaporación atmosférica. Estos cambios darán lugar a sequías climáticas e hidrológicas más graves y frecuentes. También se prevé que aumenten los bosques y que, por lo tanto, la disponibilidad de agua se reduzca en un futuro.
Por lo tanto, el estudio concluye que será cada vez más difícil o imposible satisfacer las demandas de agua por riego y boca utilizando la estrategia de gestión actual, y además hace prácticamente imposible el desarrollo de proyectos para transferir el agua de la cuenca del Ebro a otras regiones del sudeste de España. Es necesario planificar nuevas estrategias de gestión y consumo del agua.
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