La ganadería argentina está pasando por un momento de buenos precios y ese comportamiento es consecuencia de varios factores. Al hablar en una jornada organizada por los CREA del norte de Buenos Aires, el consultor Ignacio Iriarte dijo que “el primero es la retención que están practicando muchos criadores. No es algo extraordinario -500.000 vacas […]
La ganadería argentina está pasando por un momento de buenos precios y ese comportamiento es consecuencia de varios factores. Al hablar en una jornada organizada por los CREA del norte de Buenos Aires, el consultor Ignacio Iriarte dijo que “el primero es la retención que están practicando muchos criadores. No es algo extraordinario -500.000 vacas sobre 22,6 millones de vacas- un valor cercano al histórico, pero infulye sobre los precios.
El segundo factor es la resistencia de los compradores a reducir el consumo de carne vacuna, que se ubicó en 60 kilos por habitante y por año en 2015. Frente al aumento reciente de los precios ganaderos redujeron el consumo a 56 kilos en el primer trimestre de este año, pero en marzo habría repuntado para acercarse a los 59 kilos. “Es un caso de manual de inelasticidad de la demanda”, explicó el orador.
Sucede que el precio de la carne subió 30 por ciento en moneda corriente desde fines del año pasado, pero otros alimentos aumentaron mucho más en el mismo periodo y finalmente el producto vuelve a ser competitivo para la integración de la dieta familiar.
Mientras tanto, la exportación de carnes no tracciona lo esperado luego de la liberación cambiaria y de la quita de retenciones. Configura solo el 7-8 por ciento de la demanda, con un volumen esperado para todo el año de 230.000-240.000 toneladas.
Explican este comportamiento la escasa disponibilidad de novillos pesados -hoy hay la mitad que hace 10 años- y su precio. También influye el hecho que todos los frigoríficos en los últimos años se tuvieron que adaptar al consumo interno y varios tienen carnicerías propias, reparto a supermercados chinos, ventas a carnicerías, mercado institucional y no quieren abandonar esos clientes. “Cualquier corte se ubica en el mercado interno con pocos gastos, con poco recorte de grasa, mientras que para exportación hay que desgrasar, sacar las tapas y agregar mano de obra para la presentación. En resumen, el mercado interno sigue pagando mejor que los importadores por muchos cortes, porque hay todavía una masa salarial en dólares y un nivel de empleo altos, mientras que el costo argentino para exportar sigue siendo elevado”, afirmó Iriarte.
El tipo de cambio actual tampoco es extremadamente alto cuando se analiza la serie histórica; por otro lado, los clientes tradicionales de la carne argentina se cansaron de esperar a los exportadores ausentes en los últimos años.
Faltante estructural
En resumen, la producción del rodeo nacional actual no alcanza para abastecer al consumo interno y a la exportación y se enfrenta un ciclo largo de escasez estructural.
Para cuantificar lo expresado, Iriarte recordó que en 1924 se producían en total 190 kilos de carne por habitante y por año, de los cuales se consumían 94 y se exportaban 96. En 1978 se producían 116, se consumían 90 y se exportaban 26.
Mientras que en 2005, cuando el gobierno decidió intervenir el mercado de carnes, se producían 82 kilos, se consumían 60 y se exportaban 22, que daban un volumen exportable de 750.000 toneladas. Luego el stock cayó 7 millones y la población aumentó 5 millones.
En el primer trimestre de 2016 la producción total anualizada fue de 62 kilos por habitante, de los cuales se destinaron 56 al consumo interno y se exportaron 6 kilos. Si en el segundo semestre se vuelve a 60-62 kilos, la exportación solo tendrá un lugar residual en el mercado.
Para 2106, Iriarte espera un consumo de carne vacuna y de cerdo estabilizado y de pollo en retroceso. “Probablemente, este año muchos argentinos reduzcan los gastos de esparcimiento, pero se mantendrán fieles al consumo de carne vacuna en el hogar” adelanta el analista.
El precio actual del novillo está 10 por ciento por encima del promedio histórico, pero debajo del máximo histórico contemporáneo que se ubicó en 35 pesos el kilo en moneda de hoy, con pocas posibilidades de reducciones significativas.
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