Un grupo de investigadores de la Universidad de Bonn (Alemania), junto con unos colegas estadounidenses, han publicado un mapa mundial con una estrategia para luchar contra el hambre, según informa la página web alemana Proplanta.de. Este mapa describe las medidas regionales que son particularmente útiles para garantizar un suministro sostenible de alimentos.
En estos momentos, la producción mundial de alimentos no es tan buena como debería: mil millones de personas se acuestan hambrientas cada noche. Al mismo tiempo, el sector agrícola contribuye enormemente al problema medioambiental, por ejemplo mediante las emisiones de gases de efecto invernadero, la eutrofización y los problemas de riego. Todos estos problemas se agravarán con el paso del tiempo: para 2050, la población mundial aumentará en dos mil millones de personas.
Los expertos están convencidos de que el suministro de alimentos puede hacerse sostenible. En 2011, un equipo internacional de investigación, en cooperación con la Universidad de Bonn, presentó cinco medidas referentes a un suministro de alimentos sostenible. Ahora, estas medidas son más detalladas: un artículo publicado en la revista Science muestra qué regiones necesitan aplicar qué medidas para que esta idea funcione.
Un objetivo, por ejemplo, es incrementar el rendimiento de los cultivos mediante mejores métodos de cultivo y tecnología. En regiones como Alemania, por ejemplo, este tipo de medidas tendrán poco efecto, porque sus productores ya cuentan con cultivos con rendimientos cercanos al 80 y 90 por ciento. Lo que Alemania es capaz de hacer es posible con las condiciones de suelo y clima actuales. En otras partes del mundo, la cosa cambia; en algunas regiones, los productores podrían cosechar diez veces más que ahora si pudieran mejorar sus cultivos.
Las investigaciones también quieren garantizar que no se sigan talando selvas para convertirlas en tierras cultivables y de pasto. Brasil encabeza la lista: un tercio de las selvas del mundo se perdieron entre 2000 y 2012 en este país. Indonesia ocupa el segundo puesto, con una pérdida del 17%. Sus efectos incluyen la pérdida de biodiversidad, la aceleración del cambio climático y la expansión de los desiertos. Estas situaciones podrían provocar que todavía más personas sufrieran hambre crónica.
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