En 9 de Julio, Julieta Lastra tiene un planteo agrícola de punta y no deja detalles librados al azar. Chacras para la experimentación de rotaciones sustentables, freatímetros y hasta una estación meteorológica son parte del combo.
Julieta Lastra nació en la ciudad de Buenos Aires y siempre fue una incansable buscadora de caminos. Cuando terminó el colegio estudió medicina por un tiempo y luego fue monja de clausura durante ocho años en un convento de las Carmelitas Descalzas. Después estudió bellas artes, se dedicó a la escultura, hizo fotografía y, finalmente, hace ya diez años, recaló en la localidad bonaerense de 9 de Julio para convertirse en una productora agropecuaria de punta que busca la mejora constante en materia de productividad y sustentabilidad.
Julieta dice que su adaptación a la actividad no fue tan difícil porque su padre -quien le cedió el mando de la empresa- ya contaba con un muy buen equipo de gente y porque ella confía mucho en su asesor, el ingeniero Federico Albina. Pero en su manejo agronómico se perciben el detallismo y la prolijidad femeninas, además de un estilo de liderazgo con claros rasgos de su pasado artístico y espiritual.
Clarín Rural la visitó y recorrió con ella los lotes para demostrar que, en el agro también, las mujeres tienen mucho para aportar.
La Ydalina es una estancia que originalmente tenía más de 10.000 hectáreas y pertenecía a la familia del ex Ministro de Agricultura y de Relaciones Exteriores Honorio Pueyrredón, de quien Julieta es bisnieta. Con el tiempo el campo se dividió y actualmente Julieta es dueña, junto a su hermano, de 1.600 hectáreas. “La Ydalina tiene alrededor de 900 hectáreas de suelos tipo 1, y el resto es más overo”, describe Julieta. A pesar de que no es ingeniera y que hace solo diez años que se dedica a la producción, habla como si lo hubiera hecho toda la vida y observa los cultivos con la dedicación de una especialista.
En “la lonja”, como llaman a la parte del campo que tiene mejores suelos, lo primero que se ve es una estación meteorológica. La pusieron en 2009 y obtiene datos como temperatura y humedad en suelo, vientos, evapotranspiración, humedad relativa y punto de rocío. Quien maneja esa información y la pone a disposición de cualquiera que la quiera ver on-line es Adriana Basualdo, meteoróloga de la oficina de riesgo climático del Ministerio de Agricultura. La asociación de La Ydalina con técnicos, especialistas y productores parece ser parte de su manifiesto.
Más adelante se ve una serie de parcelas en las que Julieta está experimentando diferentes rotaciones junto al proyecto Chacras de la regional Chivilcoy-Bragado de Aapresid. “La idea es ver si podemos superar techos de rinde en una agricultura sustentable. En la zona en general tenemos buenos campos y rindes altos, pero queremos ver si podemos estabilizarlos e ir hacia arriba en un proyecto que mejore el suelo”, explica la productora.
Para eso cuentan con cuatro parcelas y cada una está dividida en dos partes. Una parte de cada parcela se trabaja con el manejo habitual del campo, y la otra se hace con diferentes rotaciones y planteos de alta tecnología. Además, Julieta presta parcelas de sus propios cultivos para que se prueben nuevos híbridos de maíz y productos fitosanitarios de diferentes empresas.
Al costado de las chacras se puede observar un freatímetro. “Los tenemos dispuestos en todo el campo para ver la disponibilidad de agua en la napa. En las lomas, la profundidad supera apenas los tres metros, y en otras partes la napa está a dos metros”, comenta Julieta, y cuenta que en 2012 en su zona llovieron 1.650 milímetros, lo cual achicó mucho la superficie de siembra, pero que este año vino más seco. La productora tuvo la suerte de que le llovió un poco en los primeros días de septiembre, lo cuál cambió por completo los rindes del trigo. Después llegaron 50 milímetros a principios de enero, lo cual también ayudó mucho a los cultivos de verano.
La rotación que suelen llevar a cabo en La Ydalina es trigo-soja/maíz/soja de primera. El trigo de la campaña pasada se perdió todo por fusarium, pero en la actual el cereal tuvo un rendimiento espectacular. “Sembramos 440 hectáreas de trigo y la lluvia de septiembre nos salvó la campaña. Hicimos una variedad francesa para la exportación y dos variedades panaderas que salieron con muy buena calidad”. El promedio de rinde en esta campaña fue de 66 quintales por hectárea, cuando el promedio de los últimos años es de alrededor de 60. “Ahora estamos usando variedades que rinden menos, como el Rayo o el Baguette 11, pero que tienen más calidad y nos permiten comercializar, porque si no estás preso del Gobierno que no te deja exportar”, dice la productora.
Sobre el maíz asegura que ha tenido años de 130 quintales, pero que este año el cultivo está muy sufrido. “La polinización se hizo con mucha temperatura, entonces las espigas no están bien, les faltan granos”, detalla. La soja, por su parte, está siendo acompañada por el clima y viene muy bien, pero habrá que esperar hasta la cosecha para ver los resultados. Seguramente tendrán que estar atentos a la aparición de hongos o enfermedades de fin de ciclo que las lluvias puedan traer aparejadas. En años buenos Julieta obtuvo rindes de 46 quintales por hectárea.
Como a la productora no le gusta dejar detalles librados al azar, es lógico que las partes bajas del campo se aprovechen con la ganadería, la actividad preferida de su padre, quien se encarga de esa parte del negocio. “Mi viejo hace cría con unas 150 vacas y su lema es ‘dejá a la vaca tranquila’. Es un planteo anticuado pero no le podemos decir nada porque tenemos índices del 98 por ciento de preñez”, dice.
El aporte de esa actividad no es grande en números, pero en esos bajos no podría hacer mucho más porque son muy salinos. “Si les falta alimento a los animales, compramos rollo. Las vacas no pisan jamás los rastrojos. Yo sé cuánto me cuesta un rollo o cuánto me cuesta el grano, pero no sé cuánto pierdo con la vaca pisandome el lote. Prefiero saber lo que me cuesta antes que no saber cuánto pierdo”, dice Julieta.
La frase resume su carácter detallista. Así, con personalidad y profesionalismo, la mujer se ganó su lugar en un sector dominado por los hombres.
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Cuestión de género
“No soy la única mujer en el sector, pero somos una pequeña minoría. En el fondo, ser mujer es una ventaja porque sos diferente y los hombres no están acostumbrados a negociar con mujeres, entonces sacás bastante provecho”, dice Julieta Lastra desde su campo de 9 de Julio, en la provincia de Buenos Aires. Tiene una sonrisa ancha y la mirada profunda. Después dice que el machismo es un problema de los hombres del que ella no se hace cargo, y que los hombres del sector son muy educados. El carácter femenino le da a su manejo empresario algunas particularidades. “La ventaja es que nosotros somos más detallistas, yo me ocupo mucho de la gente. Lo que tiene de malo es que cuando se me cruza un tema, me quedo con ese tema e insisto con el tema. A veces el resto se debe cansar”, dice la productora, que lidera un equipo de once personas. Su concepción del liderazgo se la atribuye a sus años como monja de clausura en la juventud. “Yo concibo el liderazgo como se concibe en la vida religiosa: como un servicio. Yo estoy brindándole un servicio al equipo. Escucho a todos y la mayoría tiene mejores ideas que yo, pero cuando la línea es una, es una. Es decir, es una autoridad muy conversada, pero es lineal”, concluye.
La pasión por los caballos
En el 2009, después del conflicto entre el campo y el Gobierno por la resolución 125, la productora Julieta Lastra y su familia se dieron cuenta de que necesitaban abrir un negocio que les sacara el foco de los commodities y que les reportara un mayor disfrute para poder dormir un poco más tranquilos. Además, al campo iban muchos sobrinos de Julieta a quienes les gusta andar a caballo, pero al estar todo cultivado no tenían mucha opción adonde ir. Entonces fue cuando decidieron hacer una pista de equitación y empezar a criar caballos de salto.
“Arrancamos comprando seis yeguas y fuimos mejorando la genética. Tenemos un muy buen padrillo pero también traemos semen de afuera”, dice Julieta. Actualmente cuentan con un plantel de ocho yeguas madres y un total de sesenta caballos en el haras La Ydalina, y este año empezarán a vender caballos mansos, listos para montar y saltar.
“Hay mercado acá y hay mercado afuera, pero un caballo en realidad vale lo que lo quieran pagar, es un animal que entra por la pasión. Uno se enamora y está dispuesto a pagar a veces hasta lo que no tiene”, explica la productora, y luego afirma: “La idea es que esta actividad por lo menos se sustente”.
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