martes, 22 de junio de 2010

El 2011 enfrenta al campo con una disyuntiva estratégica.Mesa de Enlace.

La pérdida de iniciativa que se observa en la Mesa Enlace expone la dificultad de la dirigencia rural para trazar un plan de acción común, una vez agotado el conflicto de la 125.

El debate entre subir la apuesta política o centrarse en los reclamos sectoriales. La bronca con Eduardo Buzzi y el impopular reclamo de una nueva devaluación. Por qué no avanzan los proyectos en el Congreso.

El fin de semana que pasó, quedó cristalizada como nunca la fractura que amenaza a la Mesa de Enlace. Ocurrió durante el congreso anual de CRA realizado en el renovado Hotel Sasso de Mar del Plata, que el gastronómico Luis Barrionuevo puso a disposición de los ruralistas.

Allí la entidad que conduce Mario Llambías presentó tres jornadas de análisis sobre distintas esferas de la agenda pública, en paneles muy equilibrados en los que se vio la mano del coordinador del encuentro, el filósofo Santiago Kovadloff, que buscó provocar los debates mezclando expositores afines al campo con conferencistas ajenos al ámbito agropecuario.

Fue en el cierre de la jornada, originalmente previsto para que expusiera la mesa de enlace, que quedó en evidencia la tensión actual. Es que allí estaban junto a Llambías, Luis Biolcatti de La Rural y Carlos Garetto de Coninagro, pero quedó vacía la silla reservada al líder de Federación Agraria, Eduardo Buzzi.

Fue Biolcatti, quien se encargó de decir lo que sobrevolaba en el ambiente. Sin pelos en la lengua cuestionó a “aquellos dirigentes que persiguen fines políticos personales” y atentan contra la unidad del campo. “Teléfono para Buzzi”, comentaban en la primera fila, recordando la intención del federado de competir por la gobernación de Santa Fe.

Y con la misma claridad, el titular de La Rural cruzó el otro caballito de batalla de Buzzi: el pedido para llevar el dólar a 5 o 6 pesos. “No pidamos una devaluación, que nos enfrenta a la gente que vería reducirse su poder adquisitivo. Reclamemos por la baja de las retenciones que son las que afectan nuestro negocio, con un tipo de cambio a poco más de dos pesos para algunos cultivos”, propuso. Notable paradoja, donde el supuesto representante de los grandes productores demostró una sensibilidad social más aceitada que el conductor de Federación Agraria.


Un conflicto previsible

Pero bien mirado, acaso lo que está sucediendo sea lo natural. Ya que en rigor, fue Kirchner quien logró el “milagro” de juntar a Federación Agraria con las otras tres entidades. La Rural, CRA y Coninagro comparten amplias zonas de afinidad e intereses comunes, que chocan en no pocos puntos con el ideario de Federación Agraria.

Esto se ve por ejemplo en los inconsultos proyectos de regulación de los arrendamientos y de ley de carnes que el diputado de la Federación, Ulises Forte, empuja en el Congreso sin el aval de las otras organizaciones del campo, violando el compromiso sellado en la mesa de enlace, de sólo avanzar con las iniciativas consensuadas.

Divergencia programática que sobre todo se escenifica en los proyectos para reformular la Oncca, debate en el que Federación Agraria aparece mucho más cercana a la mirada intervencionista del kirchnerismo, aunque en su caso sea con un sesgo favorable a los pequeños productores.

Sobre ese costado sensible apuntó días atrás el ex intendente de Venado Tuerto Roberto Scott, quien acusó a Buzzi de haberle causado a los pequeños productores un perjuicio de 4 mil millones de dólares. Según la cuenta de este político kirchnerista, esto es lo que perdieron por haberse opuesto a reformada resolución 125 que Agustín Rossi había elaborado en diputados y que planteaba segmentar las retenciones. Se desconoce la certeza del número, pero lo cierto es que en aquel momento Buzzi privilegió la unidad del campo en la pelea contra Kirchner, por sobre un calculo egoísta del beneficio para su sector. Camino que acaso ahora esté desandando.



El debate de fondo

Y es esa la médula del debate profundo que hoy cruza a la mesa de enlace ¿Conviene seguir apostando a la cruzada contra el kirchnerismo? ¿O llego acaso el momento de replegarse en una acción más centrada en lo sectorial, que baje la carga política del reclamo y se oriente en la búsqueda de soluciones concretas para mejorar el negocio de los productores?

Discusión que se ahonda cuando empiez a quedar claro, como anticipó LPO, que Kirchner empezó a desmontar al campo como enemigo -después de todo necesita votos rurales si quiere ganar las presidenciales- y ubicó en ese lugar a Clarín y los jueces, menos nocivos en términos electorales. Acaso sea el momento para traducir ese intento de acercamiento, expresado ayer en Salta, en pruebas concretas de amor.
Como sea, suele contraponerse a la mesa de enlace la acción de los industriales sobre el poder. Estos verdaderos maestros del lobby consiguieron la semana pasada que la propia Cristina Kirchner les anunciara la continuidad de un subsidio del 14 por ciento a los productores de bienes de capital. Ocurrió durante el congreso de Adimra, entidad metalúrgica que lidera Juan Lascurain.

Sin embargo, la comparación es injusta. Ya que para los hombres de la UIA es relativamente sencillo congeniar con un gobierno que se declara industrialista. El kirchnerismo, al menos desde lo declamativo, propone recrear la burguesía nacional y una industria pujante. Con la combinación de proteccionismo e intervención estatal que haga falta.

Mientras que el campo, acaso por tratarse del sector más competitivo de la Argentina en términos globales, pide libre mercado y precio. Se trata de una diferencia insalvable. Es verdad. Pero entre la confrontación abierta y la alianza indisoluble, se abre un mundo de grises, propicio para explorar con una adecuada tarea de lobby.
Dicho de otra manera. Si el plan del campo es ir por el poder, esto es, desalojar a los Kirchner de la Casa Rosada y sumar todos los diputados, concejales, intendentes y hasta gobernadores que sea posible; es natural que el oficialismo mire a la mesa de enlace como un enemigo a derrotar y no como un sector de la economía con el que se puede confrontar y acordar.

Esta disyuntiva, fue reconocida por Biolcatti quien en su discurso de cierre opinó salomónico que el campo debía cubrir todo el rango que va de lo político a lo sectorial. Suena sensato que se proponga articular con inteligencia la política y lo gremial, pero caso no se esté logrando. Un dirigente rural se sinceró ante La Política Online: “a veces nos ponemos demasiado gurkas”. Que se entienda, no se trata de un prejuicio contra las posturas de máxima, sino de evaluar su efectividad a la luz de objetivos concretos.



Una pesada herencia

Es muy posible que el campo esté sufriendo por estas horas las consecuencias de su propio éxito. Pasado el tiempo, todo indica que la pelea de la 125 se convirtió en el faro y la mochila que tiñe todo el accionar del movimiento rural. El listón quedó tan alto, que ahora todo parece poco y al mismo tiempo es evidente que ya no hay clima de época para reeditar las grandes movilizaciones. Por caso fue notable la disparidad entre los millones que concurrieron a los festejos del Bicentenario y las módicas expresiones rurales que se agruparon en la vera de las rutas.

En un punto aquellas batallas vibrantes intoxicaron a un reclamo sectorial con la idea que es mucha más que eso, que en realidad el campo representa la Argentina profunda, federal, auténtica, que espera ser redimida. Y eso es una pelea no ya por las retenciones, sino por un proyecto de país. Y no contra Kirchner, sino contra el peronismo y hasta los partidos en general, que se supone cumplen el rol de mediar entre la sociedad y la política.

En su exposición en el congreso de CRA, el sociólogo Felipe Noguera, propuso a los productores presentes que profundicen su participación política para terminar con el “populismo” que entiende encarnan los Kirchner. El historiador Natalio Botana le puso un poco de real politik a esa bandera: “Cuidado que no es lo mismo participar en Pergamino que en La Matanza ¿ustedes están dispuestos a meterse en La Matanza?”, preguntó y dejó flotando un espeso silencio.

Planteo que revela los profundos interrogantes de esa certeza en un progresivo éxito político, que acumulará en sucesivas elecciones, representantes del campo con la misión de modelar un país bajo los parámetros difusos del ideario ruralista.
Es que acaso la dirigencia del campo este viviendo por estas horas la resaca de las masivas movilizaciones que irrumpieron en el apogeo de la pelea por la 125, cuando grandes sectores de la sociedad apoyaron su reclamo, acaso no por el reclamo en sí, sino como una manera de marcarle un límite a los Kirchner. Tal vez en este momento, que la marea bajó, empieza a verse que una cosa es ser vehículo de alguna expresión puntual de la sociedad y otra muy distinta construir una organización que dispute el poder.

Algo de esto se nota en la frustración que causa entre los productores observar que los más de diez agrodiputados que colocaron en el Congreso, luego de medio año de mandato, no han logrado sacar una sola ley que modifique su realidad. Empieza a entenderse que estos legisladores, al ingresar al Parlamento, quedan subsumidos en la lógica de los partidos de sus bloques, con sus propios tiempos y su agenda.
Y la situación podría ser incluso más difícil. Es que en la dirigencia rural crece la sensación que esta vez los políticos no serán tan generosos a la hora de abrir sus listas. “Esta vez va a ser mucho más difícil que nos den candidaturas, ya no estamos en la cresta de la ola”, sintetizó ante este medio un dirigente ruralista.
Pero no todo es negativo para el sector rural. Por un lado, en términos de negocio es evidente la recuperación de los precios del ganado en pie y de la lechería, al igual que la persistencia de los altos valores de la soja pese a la crisis global. Acaso esa realidad también explique los ánimos aplacados y poco permeables a protagonizar nuevos paros y conflictos.

Mientras que en términos políticos, es posible que el campo esté viviendo una crisis de crecimiento, de maduración, un necesario ejercicio de autoconocimiento de los propios límites –así como la pelea de la 125 le permitió descubrir su fuerza-.
Un proceso en el que el mundo rural va percibiendo los contornos posibles de su accionar sectorial y político; los ingredientes de una agenda programática todavía inconclusa. Es que acaso lo más difícil para los hombres de campo sea salir de la lógica binaria del enfrentamiento, que a fuerza de provocaciones Kirchner logra imponer, con la obvia intención de generar ese enojo que nubla la vista y enreda a los adversarios.

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