El presidente Alberto Fernández desplegó de par en par la puerta que había entreabierto tres días antes su vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca: el incremento de las retenciones, escenario temido por los productores agrícolo-ganaderos y anticipado por Letra P, podría concretarse pronto.
“China solo importaba carne envasada y había un número limitado de frigoríficos que tenían capacidad de exportar. Ahora, decidió importar carne con hueso, medias reses y el productor de carne tiene la posibilidad de vendérsela al carnicero o vendérsela a China a un precio enorme. Yo necesito que ellos exporten porque necesito dólares que entren, pero lo que no pueden es trasladar a los argentinos los precios internacionales porque no producen en precios internacionales”, le dijo el jefe de Estado a Página/12 en una entrevista publicada en domingo.
“El Estado solo tiene dos canales para resolver el problema, dos herramientas que preferiría no usar: subir las retenciones o poner cupos, decir ‘esto no se exporta’”, agregó.
La fundamentación de Fernández y Todesca pasa por el incesante aumento de los precios de los alimentos, que superó en casi diez puntos porcentuales a la inflación del 36,1% de 2020. La declaración de guerra está ya redactada sobre la Mesa de Enlace.
La vicepresidenta Cristina Kirchner, socia principal y controller del directorio del Frente de Todos, ya dijo, por vocación y por cálculo electoral, que los salarios deben ganarles a los precios este año y el ministro Martín Guzmán sabe que no hay plan posible por fuera de esa premisa.
Ahora bien, ¿de qué se habla cuando se menciona la posibilidad de incrementar las retenciones?
La Ley 27.541, conocida como de “emergencia económica”, le puso un tope del 33% a las retenciones a la soja, el que rige hoy, por lo que su incremento debería pasar por el Congreso. En cambio, deja un margen de tres puntos porcentuales para elevar las del trigo y el maíz. La de la carne está en el 9% y, dado el alza sostenida de sus precios, es imposible que las autoridades accedan al pedido sectorial de bajarla al 5%.
¿Tendrá voluntad política Fernández para trabarse en una pelea de alto impacto con un sector que, allá por 2008, puso severamente en jaque al Gobierno de Cristina Kirchner, del que el actual presidente era jefe de Gabinete? Eso no sería fácil para él.
Primero, un paso por el Congreso para tocar la soja se anuncia como un albur, sobre todo –aunque no solamente– en Diputados.
Segundo, hace pocas semanas el mandatario anunció cupos para las exportaciones de maíz, medida que motivó un lockout de escaso peso, pero que trazó una línea en la arena.
Tercero, puso el grito en el cielo cuando Brasil habilitó, en igualdad de condiciones con la Argentina, las importaciones de trigo desde países extra-Mercosur, diferendo que se superó cuando Jair Bolsonaro le prometió al embajador Daniel Scioli que su país compraría todo el remanente nacional de ese cereal.
Cuarto, un incremento de tres puntos al trigo y el maíz aportaría poco a la sedienta AFIP pospandemia cuando, en el caso del primero, apenas queda un millón de toneladas disponible.
Quinto, la “guerra gaucha” de 2008 fue el principal elemento de la salida de Fernández del gobierno K y el inicio de una disputa política y personal con Cristina que solo se superó cuando ambos depusieron las armas en pos del objetivo común de sacar del poder al macrismo.
Eso sí, aumentar retenciones o imponer cupos podría reforzar la imagen presidencial hacia el sector K de sus votantes, algo que le vendría bastante bien en el actual contexto de desconfianzas. Sin embargo, puede también que el Gobierno esté siguiendo la táctica del tero: gritar en un lado y poner los huevos en otro.
Así, objetivos secundarios de la advertencia sobre las retenciones podrían apuntar en primer lugar, como dijo el propio mandatario, a forzar acuerdos de precios como los ya concretados con frigoríficos y aceiteros, que se extiendan al trigo y el maíz junto a sus derivados.
La soja, se sabe, es alimento de los cerdos chinos, pero su carácter de producto estrella de exportación nacional desplaza –aquí y en otros grandes productores– otros cultivos, lo que, marginalmente, reduce la siembra de estos y contribuye al incremento de sus precios.
Los cañones también apuntan al “yuyito”. Si subirle la imposición vía Congreso puede resultar más que complejo a pesar de su cotización superior a los 500 dólares por tonelada, la mera amenaza de gravarlo más podría servir para introducir un factor de incertidumbre entre quienes acopian grano. Así las cosas y dada la garantía de Guzmán de que el dólar oficial seguirá a la inflación, ¿no sería mejor aprovechar los precios altos y la carga impositiva de hoy en lugar de asumir el riesgo de un recorte de los primeros y de un empinamiento de la segunda?
Lo dijo el propio Fernández: “Yo necesito que ellos exporten porque necesito que entren dólares”. De eso depende que las reservas del Banco Central se recuperen en la temporada alta de la soja, que va de abril a junio, y que eso le dé estabilidad al mercado cambiario, la mayor garantía posible en este contexto contra un desmadre de la inflación y de un tránsito al menos ordenado hacia las elecciones de octubre.
Según fuentes del sector granario consultadas por Letra P, los productores no van a ceder a lo que consideran un chantaje. La soja que en Chicago vale 500 dólares por tonelada, representa, descontados fletes y otros gastos, 480 dólares para el productor estadounidense, afirman en el sector. Para el brasileño y el uruguayo, unos 460 dólares. Para el argentino, retenciones mediante, 300 y, tras su liquidación al tipo de cambio oficial, apenas 170 si se cotiza al tipo de cambio paralelo.
Cn todo, el consultor en agronegocios Pablo Adreani expuso en diálogo con Letra P una opinión audaz dado el ambiente en el sector. “La Mesa de Enlace tiene que dar una respuesta inteligente. Subirse al ring con el Gobierno sería perder por knockout. No aceptar un aumento de tres puntos en trigo y maíz podría traerles a los productores consecuencias mucho más caras, pero habría que asegurarse de que la contrapartida sea una garantía de que no va a haber un cierre de exportaciones. Lo mejor es mostrarse solidario con la mesa de los argentinos”.
El tero ya gritó lo suyo. ¿Lo escucharán?
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