El fallecido expresidente Carlos Menem dejó una huella en el sector agropecuario cuando estuvo al frente del Poder Ejecutivo. Una huella con políticas favorables por lo que significaron para la evolución de la producción y las exportaciones del campo. No obstante, su política en general también fue criticada por la caída en el número de productores que se hizo visible sobre el final de su mandato.
Los derechos de exportación, el punto clave por el cual siempre reclaman las entidades de la producción, fueron eliminadas para todos los cereales y quedaron reducidas para los granos oleaginosos.
“A partir de 1991, en el marco de los esfuerzos de estabilización y con miras en dotar a la economía de una mayor apertura se eliminaron los derechos de exportación sobre todos los cereales, mientras que las semillas de soja y girasol continuaron alcanzadas por una alícuota del 3,5% a lo largo de toda la década (aceite y harina de ambos productos tributaban 0% para salir del país). Esta política fue acompañada con una quita de gran parte de los obstáculos al libre comercio agropecuario”, señala un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario sobre los derechos de exportación en distintas épocas del país.
Las alícuotas que quedaron para el grano de soja y girasol fueron para ayudar a la industria aceitera en la molienda y agregado de valor. Se hicieron millonarias inversiones. Las plantas de industrialización de granos oleaginosos están en su mayoría concentradas en el Gran Rosario. De una capacidad de procesamiento de 209.000 t/día relevadas en 2019 a nivel nacional, el 80% estaba en las plantas de esa región.
En 1991, el exministro de Economía Domingo Cavallo y el entonces secretario de Agricultura de la Nación, Marcelo Regúnaga, condujeron la implementación de la política agropecuaria que derivó en un rápido impacto sobre el sector.
Reducidos los derechos de exportación hubo un salto tanto en la producción como en las exportaciones. De 1992 a 1999 las exportaciones de productos primarios saltaron de 3500 a 5145 millones de dólares. En tanto, las ventas al exterior de Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) treparon de 4829 8192 millones de dólares.
La Junta Nacional de Granos para intervenir en el mercado (entre otras funciones, compraba el trigo para venderle a los molinos a precios más económicos, aunque con un alto costo fiscal para el Estado) desapareció con Menem. En eso jugó su papel el decreto de desregulación económica 2284, que sacó de juego tanto a la Junta Nacional de Granos como a la de Carnes.
“La Junta Nacional de Carnes y la Junta Nacional de Granos intervienen de diferentes formas con anterioridad a la exportación de carnes y granos respectivamente y con posterioridad a la importación de dichos productos o sus derivados y en el proceso de producción y comercialización de estos productos en el mercado interno, gravando de diferentes maneras estas actividades, lo cual es incompatible con el espíritu del presente Decreto, conllevando además la necesidad de disolución de los referidos entes con la consiguiente transferencia de actividades de policía a los organismos centralizados y descentralizados respectivos”, decía en sus considerandos el decretó que le puso fin a esos organismos.
Con la disolución de la Junta Nacional de Granos se privatizaron puertos y sobrevinieron fuertes inversiones en toda la infraestructura asociada.
Insumos. Menem removió barreras y aranceles para la importación de productos claves para el sector como los fertilizantes. De ser mínima la fertilización comenzó a crecer como práctica con un efecto en los años siguientes. “Con eso la relación insumo producto mejoró notablemente e hizo que de prácticamente no se fertilizara esta aumentara”, agregó Regúnaga.
Soja transgénica. En 1996, con Menem presidente y Felipe Solá como secretario de Agricultura de la Nación, la aprobación de la soja transgénica se abrió paso para la siembra en el país. Antes de eso, en 1991 con Regúnaga se creó la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) para darle un marco al uso y aprobación de transgénicos en la Argentina. También se creó en 1991 el Instituto Nacional de Semillas (Inase), que entiende en la fiscalización del comercio de semillas.
Carnes. Para la fiebre aftosa, una enfermedad que siempre fue considerada una traba en los mercados, en 1990 se aplicó un plan de erradicación que permitió cortar la circulación del virus usando una vacuna oleosa de alta inmunidad. En 1997, la Organización Internacional de Epizootias (OIE) declaró al país libre de aftosa con vacunación. En abril de 1999 Menem dio la última vacuna en un campo en Córdoba. Se dejó de vacunar pese a que había expertos que no lo recomendaban. En 2000, ya con Fernando de la Rúa como presidente, el país fue reconocido como libre de aftosa sin vacunación pero a los pocos meses se registraron nuevos brotes que llevó al cierre de mercados.
Además del plan para erradicar la aftosa, se trabajó en un programa de comercialización por cortes cárnicos que tuvo un buen impulso en su comienzo, aunque luego se dejó de lado.
Mercosur. La firma de este acuerdo trajo buenas noticias para el trigo. Significó la preferencia de compra de Brasil, ya que se puso un arancel externo común (hoy del 10,5%) para los trigos procedentes de países extra bloque. Más del 80% de las compras de Brasil pasaron a ser de trigo argentino. En ese momento también se abrieron oportunidades para la leche, el arroz y otros productos de economías regionales.
En “Claves para repensar el agro argentino”, Roberto Bisang, Guillermo Anlló y Mercedes Campi detallan que una positiva evolución de los precios internacionales, mayor oferta de créditos más el “aumento en los precios internacionales de los cereales o sus primeros derivados (aceite de soja); mantenimiento o reducción del precio de los insumos (por efecto de apertura y desregulación); disminución de precios de máquinas y equipos por efecto de apertura comercial (arancel cero en importación de bienes de capital)” tuvieron un correlato sobre la producción.
“Frente a estas condiciones la respuesta de la oferta no se hizo esperar. Mientras que en la segunda mitad de los años 80, los niveles promedios de producción global de cereales y oleaginosas oscilaba en el entorno de los 34 millones de toneladas, la primera mitad de los años 90 se ubica por encima de los 40 millones de toneladas anuales”, dicen los autores.
“Las expectativas de rentabilidad creciente, las demandas contenidas en años anteriores para las compras de insumos, el dinamismo del mercado externo y la consecuente revalorización de los activos, indujo a un proceso abrupto de capitalización en base a crédito. En línea con lo ocurrido en otros sectores -debido a una mayor disponibilidad de fondos frescos y facilidades en el acceso al crédito a bajas tasas-, los productores agrarios ingresaron a un proceso de reequipamiento. El mayor dinamismo se verificó en consonancia con las nuevas tecnologías (caso herbicidas y fertilizantes) y en el recupero de los bajos índices previos de inversión”, indican.
Regúnaga recuerda que ya para 1997/1998 se llegó a 65,8 millones de toneladas de producción total de granos, mostrando una duplicación versus la década anterior. Vale recordar que en los 90 se comenzó a intensificar el uso de la siembra directa, que junto a la soja transgénica y el glifosato implicaron un salto cualitativo también acompañado de una expansión de la frontera agrícola. Muchas tierras ganaderas pasaron a agricultura mientras la producción pecuaria también se hizo más intensiva.
Las críticas que se han vertido a la política de Menem es que en el campo tuvo un efecto de mayor concentración de la tierra en menos manos y que miles de productores terminaron con altos niveles de endeudamiento. En rigor, muchos citan la comparación entre los censos agropecuarios de 1988 y 2002, registrando este último 100.000 explotaciones menos, si bien muchos productores pasaron de producir a alquilar sus tierras a otros.
“Anclado el tipo de cambio se perdió competitividad por el alto gasto público. No se modificó el gasto público de una manera tal que el plan de Convertibilidad pudiera subsistir”, dice el experto Ernesto Ambrosetti. Destacó de Menem la “apertura económica inteligente”, la estabilidad
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