Hay muchas formas de explicar la realidad económica. Uno de los modelos más difundidos entre la teoría económica por su elegancia técnica y su poder explicativo es el llamado de Competencia Perfecta. Bajo ciertas condiciones, este modelo consigue explicar, entre otras cosas, como es la formación de precios en mercados competitivos y sin barreras a la entrada y la salida. Así, el precio surge de la agregación de costos que hacen los oferentes del producto. Es decir, la interacción entre oferta y demanda hace que el volumen de intercambio sea aquel que le permite a los oferentes (productores) recuperar la suma de sus costos (habiendo agregado como “costo” la renta que obtiene por la “gestión” de su negocio) hasta que el precio se vuelve suficientemente bajo como para comenzar a generar “perdedores” que desaparecen del mercado. Ese es el punto exacto en el que la fuerza del mercado “equilibra” la oferta y la demanda. La demanda, en estos términos, solo “nivela” el volumen de transacción al precio que hace que los mas eficientes produzcan sin perdidas. La realidad es bastante más compleja y, al menos para el mercado de la carne en la Argentina, hay que decir que la demanda no nivela sino que determina el precio máximo al que se puede “comerciar” carne. La demanda conceptualmente debería sintetizar las preferencias de los individuos y como dichas “preferencias” son altas, el nivel de precios, por momentos puede ser suficientemente alto como para que muchos “productores” obtengan amplias ganancias. Claro está, que en una realidad como la descripta no se incluyen los intermediarios que concentran poder por su posición dominante a lo largo de la cadena, comprando hacienda en un mercado “competitivo” y vendiendo para aprovechar la baja elasticidad de demanda del consumidor (la elasticidad de demanda mide la disposición de los demandantes a cambiar su consumo por otro mas barato cuando hay alza de precio). Todos estos conceptos no sirven para explicar por que el precio de la carne al consumidor aumentó sensiblemente mas que el precio de la hacienda. La teoría entonces pierde poder explicativo por que no contempla que en nuestro país existen intermediarios con distintos grados de poder dentro de la misma cadena, que aprovechan su posición dominante y la baja elasticidad de la demanda de carne para obtener “sobre-rentas” explotando condiciones pseudo-oligopólicas y generando fuertes distorsiones en la cadena de valor de la carne sin que el Estado tome cartas en el asunto. El único agente económico con poder suficiente para intervenir un segmento distorsionado de la cadena es el Estado a través de una regulación adecuada impidiendo condiciones que se repiten en otras cadenas de valor (algunos cereales, leche, frutas regionales, etc.). Las condiciones en general para el sector agropecuario han mejorado sensiblemente a partir de las últimas medidas de desregulación tomadas por el Gobierno, pero ese mejoramiento ha sido capitalizado, al menos hasta ahora, solo por los eslabones mas importantes de la cadena productiva y los resultados hacia el productor, que servirían como estímulo a la producción agropecuaria, tardan en llegar y generan situaciones de agonía y desincentivo como así también señales difusas y distorsionadas hacia los consumidores. Este tema no se agota con estas líneas y es necesario realizar gestiones donde intervengan todos los actores de la cadena para establecer claras pautas de comercialización y sanciones no discrecionales estimulando la producción con la menor cantidad de regulaciones posibles, pero con las que sean necesarias para evitar la polarización de los flujos de ingresos. El modelo de Competencia Perfecta no explica como evitar que se produzca concentración a partir de ventajas parciales de algunos actores respecto a otros. La competencia por sí misma puede devenir en condiciones oligopólicas ya que el precio no se forma solo a partir de la agregación de costos sino de cómo los actores más poderosos explotan las distorsiones de la elasticidad de demanda. Todos los actores de la cadena ganadera deben intervenir y convenir condiciones ya que quienes mayor esfuerzo hacen y mas capital arriesgan (productores) deben recibir una compensación que contemple un ciclo de producción largo para un bien que el consumidor argentino no está dispuesto a reemplazar con facilidad sin que eso redunde en el enriquecimiento de quienes si pueden aprovechar estas condiciones. Hay que pensar otros mecanismos de control tendientes a regular un mercado que fue devastado, precisamente por la regulación incorrecta e ineficiente. Hay que evitar pensar que toda regulación es nociva a partir de nuestra experiencia reciente. Eso también es desarrollo.-
JUAN IGNACIO LOZANO
Lic. en Economía
Consultor en Agronegocios
Ideas&Economía consultores
e-mail: ideasyeconomia@gmail.com
Twitter: @ideasyeconomia
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