En el primer semestre de este año las exportaciones chilenas de productos cárnicos porcinos generaron divisas por 213,8 millones de dólares. Se trata de una cifra equivalente al 40% de las exportaciones de cortes frescos bovinos argentinos realizadas en el mismo período.
El hecho de que Chile –una nación que cuenta con un área apta para producción agropecuaria minúscula– pueda destacarse en el comercio exterior de carne de cerdo se explica por las oportunidades comerciales creadas por el gobierno chileno.
La nación trasandina cuenta actualmente con trece Tratado de Libre Comercio (TLC) y tres Acuerdos de Asociación Económica (AAE). El principal comprador de carne porcina chilena es Japón (país que, en el marco del AAE firmado en 2007, otorgó a Chile una cuota de importación de ese producto con preferencias arancelarias).
La Argentina –si bien exporta a Chile parte del maíz necesario para alimentar a los cerdos de exportación– aún no ha logrado generar una industria porcina sólida (una de las principales causas de ese fenómeno es la destrucción de la industria frigorífica bovina que garantiza carne vacuna barata en el mercado interno a costa de resignar seguridad alimentaria).
Argentina ni siquiera se autoabastece de productos cárnicos porcinos: en el primer semestre de 2014 importó cortes frescos de cerdo por 3569 toneladas –la mayor parte proveniente de Brasil–, según datos del Senasa.
En enero-junio de este año las ventas externas argentinas de cortes bovinos, según datos del Indec, generaron divisas por 519 millones de dólares (de las cuales 354 y 165 M/u$s correspondieron a productos refrigerados y congelados respectivamente).
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