Perspectivas ganaderas. En el corto plazo, los precios no subirán pero, agotadas las reservas, habrá ajustes.
Los precios de la hacienda se han deteriorado en términos reales desde fines de 2010 hasta la fecha. Este retroceso se ha transmitido hacia adelante y toda la cadena ha ajustado sus números de forma tal que la baja de precios ha llegado también a los consumidores.
Con un mercado interno fuerte, donde los salarios se mantienen con elevado poder de compra en bienes de exportación, el consumo interno de carnes ha crecido hasta niveles récord, medido en kilos por habitante año. De acuerdo con cifras oficiales, el consumo habría alcanzado un nuevo techo histórico, aproximándose a un equivalente anual de 113 kilos promedio por habitante (309 gramos de carne por día) en los siete primeros meses del año.
Este récord ha sido facilitado por el cambio en la composición de las carnes consumidas, con una presencia mucho más importante que la histórica de la carne más barata de entre las distintas carnes disponibles, la carne aviar.
Zona neutral
A los precios actuales de la hacienda, las tasas de extracción y de faena de hembras se estarían aproximando a sus umbrales de equilibrio. Los productores están entrando en “zona neutral”, es decir, ni invirtiendo lo suficiente como para ampliar los rodeos, pero tampoco desinvirtiendo como para reducirlos.
De todos modos, la tendencia declinante que muestran los valores de los animales no debería mantenerse mucho tiempo más si no se quiere repetir una etapa de liquidación de vientres como la observada entre los años 2007 y 2009.
El contexto macroeconómico y la política pública de los últimos años han llevado a que las ventas se concentren en el mercado interno. Tanto el atraso del tipo de cambio como los impuestos y las restricciones a la exportación desalentaron con fuerza el negocio exportador y, en paralelo, expandieron la capacidad de compra del mercado local.
Dado que el consumo interno de carnes se encuentra ya en niveles muy elevados, la producción necesitará del mercado externo para no estancarse y poder seguir creciendo. Tampoco podrán sostenerse el nivel de empleo y los salarios si no se recrean condiciones para los sectores que generan dólares en la economía.
Qué puede pasar
Pensando en el corto plazo, en lo que puede pasar en los próximos meses, si el negocio de exportación continúa siendo poco o nada rentable, toda producción excedente de carne bovina (ya sea “genuina” o generada por “efecto liquidación”) se volcará hacia el mercado interno.
Adicionalmente, la maduración de inversiones en granjas porcinas volcará niveles crecientes de esta carne al mercado. Ambos factores actuarán como barrera de contención a la suba de precios de la hacienda (puede subir un poco, pero menos que otros bienes de la economía).
A corto plazo habrá carne más barata pero al cabo de poco tiempo (¿un año?), agotadas ya las reservas y los márgenes ganaderos en rojo, probablemente se vuelva a repetir un fuerte ajuste de precios, como sucediera entre fines del 2009 y fines del 2010.
Dilema oficial
El gobierno puede modificar el final de esta película (que ya es repetida), pero enfrenta un dilema importante.
Debe decidir si “hace lo correcto en materia económica”, que exigiría recomponer los incentivos a invertir para tener más producción y menores precios a mediano y largo plazos; este camino implica permitir que los precios de las carnes crezcan en el corto plazo relativamente más que otros bienes de la economía.
Los instrumentos que dispone son la eliminación de todo impuesto o regulación que limite la exportación de carnes y, en el plano macro, un manejo de las variables que genere una depreciación real del tipo de cambio.
La otra opción es “hacer lo correcto en materia política”, a los efectos de llegar lo mejor posible a 2015; este camino implicaría dejar que todo siga más o menos como viene, intentando sólo frenar el deterioro de las condiciones macro de exportación (no habría bajas de impuestos ni mejoras efectivas en el tipo de cambio real).
Hacer lo correcto en materia económica requiere un acuerdo con la sociedad: ésta debe aceptar resignar cierto “nivel” de consumo presente a cambio de mejorar las condiciones futuras.
Ser “políticamente correcto” tiene el atractivo que no genera malestar de corto plazo en el humor social, pero en términos económicos la gran desventaja es que limita severamente el bienestar futuro al que se puede aspirar.
Juan Manuel Garzón
El autor es economista Jefe del Ieral-Fundación Mediterránea
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