Tal vez como pocas veces antes, el Gobierno se encuentra hoy prácticamente a merced del clima (meteorológicamente hablando).
Es que el mantenimiento de las condiciones de aguda sequía en las que está sumido buena parte del país (y no solo el noroeste), y el hecho de que por estos días se juegue, justamente, la siembra de la campaña 13/14 de los granos gruesos, entre los que está la codiciada soja, determinan que de lo que ocurra ahora dependa buena parte de la cantidad de divisas, ingreso de dólares o liquidez, con la que podrá contar el Poder Ejecutivo el año que viene, que será crítico por varias razones.
Por supuesto que también hay un efecto de mucho más corto plazo que puede impactar hasta en las elecciones legislativas de fin de mes, y que pasa por el creciente malhumor en la mayoría de las zonas rurales, y no solo entre la gente “de campo”. Es que a la zozobra de los agricultores que no pueden sembrar, que ven tambalear sus producciones tanto por el volumen, afectado por el clima, como por los precios del mercado internacional, menores a los de hace unos meses atrás, se agrega la inquietud de los comerciantes y proveedores de servicios de esas poblaciones, afectados por la “quietud” de los rurales que ya está inmovilizando la economía de muchas regiones.
Obvio que este efecto aún no se siente en toda su magnitud en los grandes centros urbanos (aunque también va a llegar en los próximos meses), por lo que no le preocupa demasiado a los principales armadores de la política oficial, pero si a los provinciales, y mucho más a los locales que no saben como neutralizar el efecto negativo.
Es cierto que para un “urbano” es difícil evaluar estos efectos, pero tal vez ayudaría saber que si no hubiera sido por la aguda sequía del invierno de 2008, es probable que la multitudinaria -y prolongada- reacción de entonces en el interior, a causa de la famosa Resolución 125 (que intentaba instaurar las retenciones móviles), no se hubiera producido.
Dicho de otra forma, en general, se subestima al clima que, en este caso, se suma y profundiza el malestar general a causa de la inflación, falta de energía, mayores impuestos, restricciones de todo tipo, etc.Pero cuando se mira solo un poco más lejos que las 3 semanas que restan para las elecciones legislativas, la caída de producción agropecuaria que ya se está produciendo, y que se puede agudizar si no cambian drásticamente las condiciones climáticas, va a ser muy grave para todo el país en general, pero más aún para el gobierno en particular.
El caso es que el tantas veces anunciado déficit de energía, finalmente se instaló en el país en toda su magnitud, como resultado de la acumulada falta de inversiones en este sector.
Por supuesto que también hay un efecto de mucho más corto plazo que puede impactar hasta en las elecciones legislativas de fin de mes, y que pasa por el creciente malhumor en la mayoría de las zonas rurales, y no solo entre la gente “de campo”. Es que a la zozobra de los agricultores que no pueden sembrar, que ven tambalear sus producciones tanto por el volumen, afectado por el clima, como por los precios del mercado internacional, menores a los de hace unos meses atrás, se agrega la inquietud de los comerciantes y proveedores de servicios de esas poblaciones, afectados por la “quietud” de los rurales que ya está inmovilizando la economía de muchas regiones.
Obvio que este efecto aún no se siente en toda su magnitud en los grandes centros urbanos (aunque también va a llegar en los próximos meses), por lo que no le preocupa demasiado a los principales armadores de la política oficial, pero si a los provinciales, y mucho más a los locales que no saben como neutralizar el efecto negativo.
Es cierto que para un “urbano” es difícil evaluar estos efectos, pero tal vez ayudaría saber que si no hubiera sido por la aguda sequía del invierno de 2008, es probable que la multitudinaria -y prolongada- reacción de entonces en el interior, a causa de la famosa Resolución 125 (que intentaba instaurar las retenciones móviles), no se hubiera producido.
Dicho de otra forma, en general, se subestima al clima que, en este caso, se suma y profundiza el malestar general a causa de la inflación, falta de energía, mayores impuestos, restricciones de todo tipo, etc.Pero cuando se mira solo un poco más lejos que las 3 semanas que restan para las elecciones legislativas, la caída de producción agropecuaria que ya se está produciendo, y que se puede agudizar si no cambian drásticamente las condiciones climáticas, va a ser muy grave para todo el país en general, pero más aún para el gobierno en particular.
El caso es que el tantas veces anunciado déficit de energía, finalmente se instaló en el país en toda su magnitud, como resultado de la acumulada falta de inversiones en este sector.
Tanto así, que no solo se pasó de “exportador” a “importador”, sino que el nivel de incremento de las compras al exterior está registrando saltos exponenciales (el mes pasado, solo la importación de combustible creció 110%) lo que, obviamente, requiere de montos de divisas directamente proporcionales, para poder afrontar esas compras que, por otra parte, no se pueden sustituir ni suspender, pues en ese caso directamente se pararía la actividad económica del país.
Como se ve claramente ahora, “vivir con lo nuestro”, no sirve sin energía.
El punto es: ¿de dónde van a salir las divisas para poder cubrir el incremento de importación?, ¿cuál es el sector competitivo por excelencia, capaz de generar ingresos genuinos, sin ayudas especiales?
Naturalmente, la agroindustria, el complejo alimentario incluyendo la pesca y bebidas, como vinos y jugos. Estos rubros justificaron, históricamente, entre el 55% y el 58% del total de las divisas que ingresan al país.
Sin embargo, es la producción de granos la que ostenta el mayor porcentaje y entre estos, la reina es la soja y sus derivados (aceites, pellets, harinas, etc.).
De tal forma, no resulta para nada difícil darse cuenta que puede ocurrir si, ante la necesidad de aumentar dramáticamente las exportaciones para poder hacer frente a los gastos exponenciales que requiere -y requerirá-, la importación de energía, la principal fuente de provisión de divisas se ve acotada por caída de la producción, pero también porque los precios internacionales de estos productos se proyectan en niveles menores que los actuales para el 2014.
Se enfrenta, entonces, una “doble Nelson”, dos efectos negativos que se potencian.Y esto es lo que la mayoría de los funcionarios (teóricamente) responsables parecen no haberse dado cuenta aún, de lo contrario, ya hace meses habrían tomado algunas medidas de aliento sin mayores costos fiscales, además de devolver al sector algo de liquidez con los atrasados reembolsos, IVAs no devueltos, reintegros, etc. También, habrían tratado de mejorar el diálogo sectorial como para intentar un pequeño cambio de humor y, especialmente, habrían dado señales de que conocen los problemas que atraviesa este sector, y que son conscientes de la importancia estratégica que tiene.
Por supuesto que tal cosa no ocurrió, probablemente tampoco suceda, y en todo caso, ya no serviría para revertir, ni atenuar en nada, lo que va a ocurrir si efectivamente cae otra vez la cosecha.
Pero lo más importante, en todo caso, es que no se sabe de dónde prevén, entonces, sacar los fondos que el clima ya le está birlando al Gobierno, para el año que viene.
Como se ve claramente ahora, “vivir con lo nuestro”, no sirve sin energía.
El punto es: ¿de dónde van a salir las divisas para poder cubrir el incremento de importación?, ¿cuál es el sector competitivo por excelencia, capaz de generar ingresos genuinos, sin ayudas especiales?
Naturalmente, la agroindustria, el complejo alimentario incluyendo la pesca y bebidas, como vinos y jugos. Estos rubros justificaron, históricamente, entre el 55% y el 58% del total de las divisas que ingresan al país.
Sin embargo, es la producción de granos la que ostenta el mayor porcentaje y entre estos, la reina es la soja y sus derivados (aceites, pellets, harinas, etc.).
De tal forma, no resulta para nada difícil darse cuenta que puede ocurrir si, ante la necesidad de aumentar dramáticamente las exportaciones para poder hacer frente a los gastos exponenciales que requiere -y requerirá-, la importación de energía, la principal fuente de provisión de divisas se ve acotada por caída de la producción, pero también porque los precios internacionales de estos productos se proyectan en niveles menores que los actuales para el 2014.
Se enfrenta, entonces, una “doble Nelson”, dos efectos negativos que se potencian.Y esto es lo que la mayoría de los funcionarios (teóricamente) responsables parecen no haberse dado cuenta aún, de lo contrario, ya hace meses habrían tomado algunas medidas de aliento sin mayores costos fiscales, además de devolver al sector algo de liquidez con los atrasados reembolsos, IVAs no devueltos, reintegros, etc. También, habrían tratado de mejorar el diálogo sectorial como para intentar un pequeño cambio de humor y, especialmente, habrían dado señales de que conocen los problemas que atraviesa este sector, y que son conscientes de la importancia estratégica que tiene.
Por supuesto que tal cosa no ocurrió, probablemente tampoco suceda, y en todo caso, ya no serviría para revertir, ni atenuar en nada, lo que va a ocurrir si efectivamente cae otra vez la cosecha.
Pero lo más importante, en todo caso, es que no se sabe de dónde prevén, entonces, sacar los fondos que el clima ya le está birlando al Gobierno, para el año que viene.
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