Manejo fino para un salto en rendimientos
Marcelo Palese, del servicio técnico de Nidera Nutrientes, analiza cómo impacta el manejo de micronutrientes en los rendimientos del maíz y recuerda que “estamos trabajando con una genética que demanda perfil nutritivo “ad-libitum”, una vez superadas las barreras de aportes fosfo-nitroazufrados”.
La planificación de costos para la nutrición del cultivo de maíz no siempre incluye la incorporación de minerales menores tales como cinc, manganeso, hierro, cobre, cloro boro y/o molibdeno. Sin embargo, está comprobado que estos se han convertido en una demanda micro-intensiva superior, cumpliendo funciones concretas en la planta.
Según el especialista de Nidera Nutrientes, Marcelo Palese, la determinación de los análisis primarios en suelo y complementarios en el tejido foliar está en relación directa con la permanente tasa de extracción a que son sometidos en campañas sucesivas. “Recordemos que estamos trabajando con una genética que demanda perfil nutritivo “ad-libitum”, una vez superadas las barreras de aportes fosfo-nitroazufrados”, acotó.
Hay fundamentos
“Con más de veinte años de auditorías de micro-minerales hasta tres profundidades
(-20 cm.; -40 cm. y -60 cm.), en la vasta región de la pradera pampeana, la diversidad de carencias es manifiesta en cada lote analizado, lo que permite una interpretación más consolidada cuando se complementa con los del tejido foliar”, sostuvo Palese.
El especialista asegura que “en el paneo de los minerales descriptos, el cinc y el boro acusan mayor respuesta a los aportes en cualquiera de las fuentes originadas para tal fin, no estando aún del todo definidos los rangos críticos en el suelo en la macro-región pampeana”.
Además, Palese agrega que “es válido considerar que determinados micro-minerales tienen una gran afinidad para con el maíz y un impacto directo. Esto ocurre por ejemplo con cinc y manganeso”.
De los micro-nutrientes citados, el cloro es el que analizado en planta concentra los más altos rangos. “Esto amerita un tratamiento diferencial en caso de demanda por medio de fuentes que estén disponibles a tasas de suficiencias instantáneas elevadas, minimizando así los riesgos de pérdidas o fuga sub-superficial”, explica el técnico.
Actuar a tiempo Ahora bien, cuando la manifestación de la carencia es de apreciación visual en el gran cultivo entonces es considerada “terminal”. “En esta situación, aunque se recurra a un aporte de corrección (sea foliar o instantáneo a suelo -de menor incidencia-), las desviaciones en el desarrollo general de la planta ya produjeron retracción o en la síntesis enzimática. También puede ocurrir que haya ocasionado minimización de tejidos permitiendo el ingreso de patógenos, o bloqueos indirectos en la captura de macro-nutrientes, entre otras consecuencias que se traducen en mermas de rendimiento progresivos”, aclaró el especialista en nutrición.
Entonces, queda de manifiesto que “se torna crónico el síntoma en la planta si no es corregido desde el inicio del cultivo o previo al mismo, con la práctica de “sembrando al mineral” alcanzando mayores niveles de disponibilidad durante varias campañas”, acotó.
Las prácticas
Según lo detallado por Palese, las líneas de corrección se han ido ampliando en el último quinquenio merced al ingreso de materiales y prácticas a un mercado de maíz cada vez más ávido de técnicas que conduzcan a un manejo prudencial del recurso suelo y su nexo a napas.
Las fuentes más corrientes son las sales de uso directo por suelo, éstas pueden ir puras o en mezcla con macro-nutrientes para asegurar una adecuada distribución en la siembra al costado y por debajo de la misma.
Las sales también pueden ser aplicadas en cobertura total de suelo sin incorporar o inyectadas a escasos centímetros. En esta situación, para el Boro deberá preverse cuál es la provisión sub-superficial cuando el horizonte inicial es reducido o fue “decapitado”. La forma física de estas sales será de un micronizado para una rápida llegada a los intersticios coloidales.
Palese asegura que la práctica de corrección foliar se ha venido difundiendo en las últimas campañas con resultados variados, debiendo ajustar los momentos óptimos –por ello es importante contar con la información de tejido que puede ser de planta entera o bien de hojas enfrentada a espiga-. “Estas presentaciones deben asegurar la re-translocación del nutriente una vez aplicado. Es conveniente aclarar que las necesidades de micro-nutrientes en planta generalmente no superen dos nutrientes, debiendo entonces respetar que la mezcla a aplicar efectivamente reúna tales elementos”, detalló.
Otra técnica más contemporánea es la de revestir semilla con micro-nutrientes, como molibdeno, para asegurar desde el rompimiento de tegumento una dosis adecuada del nutriente y que sea funcional a índices y parámetros contenidos en el micro-estrato inicial del suelo. Para esto, es determinante conocer cuáles son los rangos de disponibilidad del molibdeno en el suelo donde se realizará tal técnica.
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