Felicitamos y saludamos a los Sres. Cerealistas y adjuntamos una interesante reflexión al respecto del Sr. Omar Gazzoni, Presidente de la Sociedad de Acopiadores de Granos de la Pcia. de Cordoba.
Agaradecemos a la Corredora Barrilli su colaboración.
DIA DEL CEREALISTA
A principios del siglo XX, específicamente en el año 1926, por iniciativa de
representantes de diferentes gremios vinculados al comercio y la industria de la
producción agrícola, se instituyó la fecha del 14 de agosto como celebración del Día del
Cerealista.
El espíritu de sus promotores fue no sólo establecer un día del año para hacer un alto en
las labores habituales para estrechar relaciones y fomentar la amistad y camaradería,
sino también procurar la concurrencia de todas las fuerzas productivas en una decidida
acción para impulsar la expansión de la producción agrícola y el perfeccionamiento del
comercio de los cereales, pilares de la economía nacional.
Transcribimos a continuación la reflexión elaborada por el Presidente de la Sociedad de
Acopiadores de Granos de la Provincia de Córdoba Sr. Omar H. Gazzoni con motivo de
dicho festejo.
Como cerealistas, preocupados porque cuando todo en los últimos años se
presentaba favorable a la producción agroindustrial argentina, se desaprovecharon
innumerables oportunidades que hubieran servido para que el país, después de
haber caído en una de sus peores crisis políticas, económicas y sociales, pasara en
poco tiempo a un proceso de desarrollo veloz y consistente, que irradiara progreso y
bienestar a todos sus habitantes, sacando a vastas franjas de la pobreza –y aún de
la miseria- en que están sumergidas. Esto, por el contrario, no ha ocurrido.
Nos dirán que la cadena agroindustrial no puede quejarse, que globalmente le ha ido
bien. Pero aún admitiéndolo, también es un deber señalar las vulnerabilidades,
precariedades y amenazas que se ciernen sobre ella. Producimos menos trigo y
millones de toneladas se están pudriendo en el campo porque no se pueden vender.
El stock ganadero se derrumbó en pocos años. La lechería vuelve a debatirse ante la
inminencia de una crisis. El maíz, con buena cosecha y números que permitirían
vaticinarle que tiene por delante un horizonte de crecimiento, deambula en medio de
incertidumbres. Otras producciones y economías regionales, padecen vicisitudes.
Corsetes y cepos, oprimen y aprisionan las potencialidades del agro argentino.
Concepciones trasnochadas lo declaran un enemigo a batir.
Se nos exhibe un Plan Estratégico Agroalimentario que dibuja cifras que ilusionan,
difundidas en medio de la campaña electoral, pero que se contradicen con las
políticas de castigo, provocación y agresión a la producción agropecuaria y a quiénes
la generan. Tampoco se lo sustenta al "Plan" en una infraestructura que pueda darle
soporte a tales sonoras proyecciones de toneladas de granos ni en planes que la
tornen visualizable.
Se nos enrostra que el campo nunca estuvo mejor y que jamás ganó tanto como
ahora, gracias a la política del gobierno actual, al cual debiéramos rendirle pleitesía
por tanta (falsa) bondad. Para de inmediato volver a conceptos y categorías
ideológicas alucinadas que en ninguna parte del mundo fueron exitosas sino
catastróficas, como lo ha demostrado la historia de los últimos 30 años. Para
enseguida insultarnos, amenazarnos, para pedir “paredón”, como se ha visto en
leyendas pintadas en muros de la ciudad de Córdoba o escuchado en cánticos
bélicos. Quizás declare el gobierno que, respetando el derecho de expresión y de
pensamiento, eso no pasa ninguna raya. Lo grave, es que parece –y muchas veces
no sólo parece- que comparte esa praxis y la alienta.
Entonces, ¿Cuál es el verdadero rostro y cuáles las verdaderas intenciones que se
mantienen ocultas?
La ciudadanía, en jornadas electorales recientes, ha dado claras señales de hastío de
esa postura soberbia, intolerante, de mal disimulada ideología. Ha producido
rotundos veredictos en el sentido de que quiere que se acabe la inconducta de la
crispación, el odio, el piquete, el apriete, la inseguridad, la corrupción, el presente
sin futuro.
Durante mucho tiempo nos quisieron hacer creer que en el campo éramos pocos.
Tontamente nosotros también nos creímos esa fábula. Ha quedado demostrado –y
bien demostrado- que no somos pocos, que somos el interior productivo del país,
con el campo y sus pueblos, con sus pueblos y el campo. El voto del campo ha sido
decisivo y lo seguirá siendo, si sabe distinguir los cantos de sirena que con frenesí
desconocido comenzaron a hacerse oír en los últimos días.
Es mucho lo que está en juego. Todo está en juego: la república, sus instituciones, el
federalismo, la Justicia, la producción, el trabajo, la libertad, los derechos humanos –
que no son sólo los que pregona y usa el gobierno-, la dignidad, la legítima
aspiración individual y colectiva de progresar y de ser un gran país.
Por eso, hicimos la asociación que se coteja al principio: el 14 de agosto, Día del
Cerealista; el 14 de agosto, día en que seremos protagonistas de una primera
definición de hacia dónde queremos ir, de hacia dónde no queremos ir. Si nos
limitáramos sólo a la rememoración de la primera fecha, estaríamos quedándonos en
casi una anécdota. Porque para que haya un Día del Cerealista en los próximos
tiempos, es preciso que primero asumamos el rol de ciudadanos. Ejerciéndolo, con
todo lo que eso significa, en derechos y en obligaciones. Ahora y de ahora en más,
siempre. Esa lección, que empezamos a aprender en el 2008, no la debemos olvidar.
De todos modos, claro que sí, Feliz Día del Cerealista, a todos los cerealistas
cordobeses y del país
Omar H. Gazzoni.
Presidente
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