sábado, 1 de agosto de 2015

De cada cien pesos que produce el agro más de 70 se los lleva el Estado


El trabajo de la tierra, que ha significado la base de desarrollo de nuestra región a través de generaciones, enfrenta una coyuntura muy delicada: de cada cien pesos que produce la labor, más de setenta se los esté llevando el Estado a través de los impuestos. Esto significa que al productor, luego de un año, […]
El trabajo de la tierra, que ha significado la base de desarrollo de nuestra región a través de generaciones, enfrenta una coyuntura muy delicada: de cada cien pesos que produce la labor, más de setenta se los esté llevando el Estado a través de los impuestos. Esto significa que al productor, luego de un año, le queden menos de 30 pesos para vivir, enfrentar los costos de la próxima campaña, comprar los insumos, hacer las labores culturalesy equipar sus emprendimientos, lo que determina una ecuación imposible, y su saldo está a la vista: por lo menos el 30% de las tierras productivas del departamento están abandonadas.

Esa presión se compone de diversos tributos, dinero que va a las arcas públicas pero no vuelve en créditos, subsidios o inversiones que, en cierto modo, devolverían algo. Lo que más molesta a los productores, son las retenciones, que en el caso de la producción local significan, sobre el producto terminado y puesto en puerto, un 5%, pero trasladado al productor redunda en un 30%, ya que la carga se traslada al eslabón más débil de la cadena. Dicho simple: el 5% del producto final se multiplica por seis al precio de la materia prima.

Pero a ese 30% de las retenciones, se suma que deben pagar el 21% del IVA, que eleva el total al 51%. En teoría el impuesto al valor agregado debe devolverse -en Chile, por ejemplo, se devuelve a la semana- pero en realidad pasa más de un año entre el tributo y la eventual devolución, y entre la inflación, los aumentos de precios de insumos dolarizados y demás el dinero se licua.

A ello se suma que también deben tributar el 3% de ingresos brutos. Con ello se llega al 54 de carga. Finalmente entra a jugar el impuesto a las ganancias, alrededor de un 35% debido al atraso que tienen las escalas de percepción. Estaríamos en una sumatoria que arroja un 89% de participación del Estado en las ganancias del agro,DESCONTANDO la tardía devolución del IVA, que fue del 21% pero calculando lo que se llevó la inflación, estamos cómodamente por encima del 70%.

Viendo la situación en contexto, está claro que el agro está financiando al sector público. Del mismo modo que el Anses -el aporte de cada trabajador para el sistema previsional- financia las políticas sociales, el campo financia el déficit fiscal.

Hay que remarcar que, mientras el trabajo de la tierra está cediendo la mayoría de sus ingresos, otras actividades están exentas. Por ejemplo, la renta financiera: los capitales que juegan en la bolsa de comercio, especulan con títulos públicos, acciones y bonos no pagan impuestos. Otros sectores como el minero, tal como se expuso ayer, tributan un mísero 3%, que recuperan con reintegros a las exportaciones.

Está claro que la base de la matriz productiva local enfrenta una situación inviable. Representantes de productores locales han solicitado dos tipos de soluciones, una urgente para salir del ahogo y poder afrontar las tareas culturales, que sostienen que deben salir de las retenciones, y la otra de fondo, para plantear reglas de largo aliento estables y que garanticen la continuidad de la producción. Esto se hizo en la Pampa Húmeda. Con el agravante de que allá pueden decidir que siembran en cada campaña, aquí no se pueden sacar los frutales y plantar otra cosa de un año a otro.

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