lunes, 2 de febrero de 2015

Certificación agropecuaria, un salto de calidad en el negocio


Los profesionales Sylvestre Begnis, Nardone y Albertengo explican las ventajas de contar con un sello en la producción y quienes lo adoptan.
Lo que aparenta ser un lujo, en contexto de crisis es justamente eso, una apariencia. Al menos así lo sostienen estos tres socios que, desde distintas experiencias, se reunieron en la empresa GAP para facilitar la implementación de esquemas de certificación.Andrés Sylvestre Begnis es ingeniero agrónomo y en sus diez años de trabajo en Aapresid fue parte del grupo que creó Agricultura Certificada y RTRS. Junto a Alejandro Nardone, quien siempre trabajó en forma independiente, y Juliana Albertengo, compañera de Aapresid, fundaron la empresa que hoy apunta a los productores que quieren salir del cardumen.
 
 
Nardone contó que como empresa de gestión agropecuaria, GAP existe desde hace mucho tiempo trabajando en la zona de San José con el asesoramiento de parte de su padre. En 2012 obtuvo su nombre de fantasía, coincidiendo con la sociedad de Andrés y Juliana, y con el oportuno vuelco hacia la implementación de esquemas de certificación.
 
 
Agricultura Certificada (AC), RTRS , ISCC e ISCC Plus, EU-Red, exclusivamente en el sector agropecuario, e ISO 9000, como sistema de gestión para cualquier tipo de empresa, son los sellos que ofrece la
compañía. “En esta región la mayoría se están inclinando por AC y RTRS . Y es que Agricultura Certificada te brinda el Sistema de Gestión de Calidad y con RTRS tenés la posibilidad de que te paguen certificado, que te reconozcan un pequeño incentivo a través de algún crédito”, señaló Sylvestre Begnis.
 
 
Con 38.400 hectáreas que ya cuentan con doble certificación —AC y RTRS— hasta el momento, entre las que se destacan empresas como Caldenes, Kiñewen, Las Matreras, y otras más, el rol de la calidad parece tener suficientes argumentos ara muchos.
 
 
 
El rol de la calidad. “Ofrece a las empresas ordenarlas internamente, darle transparencia y comunicación a los procesos, apuntó con claridad Sylvestre Begnis y señaló:“Hemos visto que ese tipo de orden es muy bien recibido en varias circunstancias”.
 
 
El consultor describió distintos escenarios en función del tipo de empresa que se monte en el proceso. “Lo valoran las megaempresas —ya no más pooles— donde el dueño o director probablemente tenga otros negocios y la producción sea sólo uno de ellos y tenga que delegar las decisiones en un equipo de trabajo, con un importante número de empleados”. Para este tipo de beneficiario, según explicó Sylvestre Begnis, el orden es fundamental porque las decisiones deben responder a los objetivos de la dirección. “Al establecer procedimientos formalizados llega mucha mejor información a la dirección, ésta toma mejores decisiones, sabe mucho mejor cómo funciona todo abajo, determina ineficiencias, espacios grises, solapamientos, hay muchos cambios en esa primera etapa de gestión de calidad”, dijo.
 
 
Por otro lado, está la empresa familiar, otro modelo que se caracteriza como típico al que la gestión de calidad le viene más que bien. “Normalmente hay un creador de la empresa, un fundador, que cuando era joven hacía prácticamente todo y fue generando diferentes negocios, incrementando el negocio familiar. Por ahí fue sumando a algún hijo, a algún yerno pero llegó un punto donde el hombre se encuentra con 30 años encima, cansado, sumado el desgaste de los últimos cinco años para el sector, momento en el que se pregunta: ¿qué va a pasar con esto que armé cuando yo no esté?” En ese pasaje de una empresa familiar a una empresa profesionalizada, capaz de sostener el negocio, es muy bien visto un Sistema de Gestión de Calidad (SGC ). Entonces, el hombre que antes pateaba, cabeceaba al arco y alcanzaba de agua, de repente empieza a requerir a uno que patee el corner, otro flaco y alto que cabecee y empieza a ordenar lo que hacía en forma unipersonal en diferentes puesto de trabajo”, describió Sylvestre Begnis mediante una metáfora futbolera y reconoció que aunque normalmente al principio les cuesta “largar”, con el tiempo empiezan a tener tiempo y a comprender que así se aprovecha mejor su conocimiento.
 
 
La tercera de las empresas que caen en el tamiz de los implementadores son aquellas que están en una situación de potencial conflicto con la comunidad. “Empresas que tienen algún lote o algún campo cerca de un río, de un límite vecinal, tratan de apalancarse con un sistema de gestión transparentado, una suerte de auditoría social, que les brinde el reconocimiento de una o más instituciones de que, a los parámetros conocidos, trabaja de manera sustentable, responsable”, afirmó Sylvestre Begnis. Y aclaró que si bien eso no les da una certeza jurídica o legal, les da cierta tranquilidad y confianza de que tienen las herramientas necesarias para enfrentar un potencial conflicto. Alejandro Nardone lo define como una “herramienta preventiva”.
 
 
¿Un costo alto? “Cuando una empresa está complicada y con los números justos no hay una cultura instaurada de gestión de calidad en el sector agropecuario. Son muy pocos los que ven en la gestión de calidad la respuesta o la solución al estreñimiento de negocio”, agregó.
 
 
Tal parece que todavía sigue siendo un plus, un ajuste fino para los que ya están relativamente bien. “En una fábrica de tornillos que hay desorden puede que llamen a un SGC . En el campo, todavía está más la creencia de que la cosa está más en el liderazgo del dueño, en que tome las decisiones indicadas y se salven”, precisó Sylvestre Begnis y Nardone agregó que “la mayoría de nuestros clientes son empresas que están bien y buscan dar el salto de calidad para estar aún mejor. Todos los clientes vienen con una buena gestión y apuntan a hacerla aún más eficiente”.
 
 
En el largo plazo, los miembros de GAP están convencidos de que este proceso de gestión de calidad vino para quedarse. “La industria vivió este mismo proceso hace 40 años y hoy es imposible o impensado producir cualquier cosa industrial que no tenga al menos una Iram o una ISO ”, refierió Sylvestre Begnis.
 
 
 
Dificultades y ventajas. El tiempo y el dinero que implica un esquema de certificación son las grandes limitantes, en la experiencia de estos tres socios. En cuanto a la primera, se explayó Sylvestre Begnis: “Son términos y modos a los que el productor agropecuario no está acostumbrado. Ya hay un tiempo para asimilarlo. Después hay un tiempo de la empresa para acomodarse. Y todo ese tiempo compite con la urgencia. En Argentina estamos más acostumbrados a decidir qué hacemos con el camión trabado en el puerto, a pensar en cómo lavamos los envases”, dijo. Por el lado de los costos, si bien no impactan en la economía de una empresa agropecuaria promedio, existen. “El que está apretado no va a hacerse un hueco para esto”, explicó.
 
 
Cuando se animan a dar el paso son muchas las virtudes que reconocen los que apuestan a la calidad. “El orden general, el traspaso de mando de un fundador a un equipo profesional y el resguardo frente a cualquier potencial conflicto son algunas de las cosas que nos mencionan post certificado”, relató el empresario. Luego, son muchas las empresas que reconocen que esto funciona como una excusa para cambiar lo que hace mucho venían postergando. “En la gente que tiene perfil de mejor continua esto es un motivo para mejorar lo que hacía años estaba mal pero nadie fiscalizaba. Porque aquí nadie fiscaliza”, arriesgó.
 
 
Se suma un aspecto motivacional en el personal así como con los contratistas. “De pronto, se ve lo que hacen”. Queda claro que esto enriquece el sistema en su totalidad.
 
 
 
Todo lindo. ¿Qué dice de sí mismo el empresario que se acerca a un SGC ? Sylvestre Begnis describió a su cliente promedio: “El productor que por motu proprio se acerca a un facilitador o empieza a implementar un sistema de gestión de calidad por su cuenta para profesionalizar la gestión, el que da ese paso en forma voluntaria en el contexto que tenemos, es loable. Es un tipo con el gen del pionero, el que tracciona hacia adelante adentro. Es el que quiere salir del cardumen. Es el tipo distinto, el que ve un poquitito más allá del camión. Es un tipo que tiene un orgullo por lo que hace y un sentido de compromiso para con la sociedad totalmente diferente”, dijo y Nardone los simplificó: “Se para más alto”.
 
Y Sylvestre Begnis explicó que se trata de “un productor de pura raza. No está en el negocio porque le conviene esta semana, sino que esto lo ve a largo plazo y quiere verse distinto”.

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