lunes, 3 de febrero de 2014

¿Por qué cada vez hay menos abejas?


Hacen la miel y son protagonistas de una noticia amarga: la revista estadounidense Time dedicó al problema de la disminución de las abejas una de sus famosas portadas en la que se observa a uno de estos insectos volando sobre un fondo negro “de luto” y este dramático titular: “Un mundo sin abejas. El precio [...]
Hacen la miel y son protagonistas de una noticia amarga: la revista estadounidense Time dedicó al problema de la disminución de las abejas una de sus famosas portadas en la que se observa a uno de estos insectos volando sobre un fondo negro “de luto” y este dramático titular: “Un mundo sin abejas. El precio que pagaremos si no desciframos qué está matando a las abejas de la miel”.
El artículo, firmado por el prestigioso divulgador científico Bryan Walsh, informaba que colmenas enteras de “apis mellifera”, la abeja melífera occidental, están muriendo o desapareciendo debido a una enfermedad aún sin resolver denominada “trastorno del colapso de las colonias” (CCD, en inglés).
Según Time algunos pesticidas, incluyendo una nueva clase llamada neonicotinoides y en niveles considerados seguros, parecen estar perjudicando a las abejas, que también sufren amenazas biológicas como el ácaro “varroa”, que mata sus colonias y propaga enfermedades mortales para estos insectos. “Si no hacemos algo, puede que no haya suficientes abejas para cubrir la polinización de los cultivos valiosos”, según Walsh.
Para cuidar la salud de las abejas, la Comisión Europea (CE) prohibió el uso de tres pesticidas con nicotinoides y los que contienen fipronil, todos los cuales, según este organismo, representan un riesgo grave para la población de abejas.
Un 84 por ciento de los cultivos europeos y más del 80 por ciento de las flores silvestres requieren ser polinizados por insectos, pero en Europa el número de abejas y otros polinizadores ha estado disminuyendo, señala la CE, que calcula que la mortalidad de abejas en la UE los últimos inviernos, ha sido de un 20 por ciento y en algunos países ha llegado al 53 por ciento.
Según la CE, no hay una causa única de la desaparición lenta pero continuada de las abejas, sino varios factores que actúan solos o combinados entre si, como la utilización de pesticidas, virus, parásitos, los cambios medioambientales, los monocultivos que reducen la variedad de su alimentación y las debilita, o los transgénicos que deprecian el valor de la miel.
Tres pesticidas de la familia de los neonicotinoides minan la salud de los insectos, según la CE. Desde el 1 de diciembre de 2013 en la Unión Europea ya no se puede utilizar este tipo de pesticida; desde el 31 del mismo mes también está prohibido usar el fipronil, y las semillas que hayan sido tratadas con ese producto se podrán sembrar solo hasta el 28 de febrero de 2014.
La polinización mundial bajo amenaza
Para Richard Fell, profesor de entomología de la Universidad Técnica de Virginia (Virginia Tech), en Estados Unidos, “las de la miel son las que deberían preocuparnos más, ya que sin las abejas que dispersan el polen de los órganos masculinos a los femeninos en las plantas, no pueden formarse las frutas y eso afecta al precio de algunos de los alimentos más sanos y deseables”.
Los agricultores usan las abejas de miel para polinizar más de un centenar de cultivos de frutas y vegetales, colocando colmenas en los campos cuando las plantas están listas para la polinización. El mayor impacto de la disminución de la cantidad de colmenas se producirá en productos que requieren de alta polinización, como los almendros.
“Algo sigue matando cada año a una de cada tres de estos insectos, pero no conocemos las causas de la decadencia de las colonias y, probablemente, haya numerosos factores involucrados”, recalca el doctor Fell que dirige el programa de apicultura de Virgina Tech (http://www.apiculture.ento.vt.edu/) .
Para este entomólogo podría ser prematuro suspender el uso de ciertos neonicotinoides, dado que “la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. estudió la situación y no encontró pruebas científicas de que estos pesticidas causen problemas graves en las colonias de abejas”.
En cambio, para Luis Ferreirim, responsable de Agricultura y Transgénicos en Greenpeace, “las restricciones en la UE a tres neonicotinoides (imidacloprid, clotianidina y tiametoxam) y al fipronil, de la familia de los fenilpirazoles, es un primer y decisivo paso, pero es claramente insuficiente”.
“Las restricciones son parciales y temporales, por lo que las abejas y demás polinizadores seguirán expuestos a estos peligrosos plaguicidas. Además, los dos años de restricción y los usos permitidos no son suficientes para una recuperación de estos insectos”, explica Ferreirim, que también es un agricultor y apicultor ecológico.
Greenpeace (www.greenpeace.org ), en su informe “El declive de las abejas”, identifica siete plaguicidas que, según esta organización, deberían ser prohibidos definitivamente debido a su peligrosidad para los insectos polinizadores: los cuatro mencionados más el clorpirifos, deltametrin y cipermetrin.
En opinión de Ferreirim, “solo una apuesta decidida por la agricultura ecológica, permitirá la recuperación de estos insectos vitales para los ecosistemas y la seguridad alimentaria, ya que cerca del 90 por ciento de las flores silvestres y una tercera parte de nuestros alimentos, incluyendo los más nutritivos como frutas y verduras, dependen de la polinización”.
Secuelas de la agricultura industrial
Según este ecologista, son muchos los factores que afectan a las abejas, como el cambio climático, las enfermedades y parásitos, las modificaciones en el uso del suelo, o la pérdida y deterioro de los hábitats, pero las prácticas en la agricultura industrial, utilizando plaguicidas y los monocultivos, son dos de los fundamentales.
Los neonicotinoides no solo provocan la muerte inmediata, sino malformaciones, efectos en el aprendizaje y la orientación, capacidades que según Ferreirim, “son vitales para las abejas, pues su organización social es muy compleja y pueden a llegar a desplazarse hasta cinco kilómetros en búsqueda de alimento”.
“Estos plaguicidas también interfieren el comportamiento alimentario y debilitan el sistema inmunológico, afectando a los insectos individualmente y a la colonia en su conjunto y la capacidad de las abejas para resistir a enfermedades y a los parásitos parece estar directamente influenciada por la exposición a los plaguicidas tóxicos” señala este apicultor.
Según explica el portavoz de Greenpeace, el declive de las abejas “es un problema global, sin embargo, es en América del Norte y Europa donde se puso en mayor evidencia”.
“Para otras regiones los datos son aún escasos, pero las zonas del planeta mejor conservadas y donde no impere un modelo de agricultura industrial estarán menos afectadas”, señala.
“En América del Norte los apicultores denuncian una disminución de las abejas muy elevada, sobre todo a partir de 2004, y en el informe de la FAO, “Global honey bee colony disorders and other threats to insect pollinatores” se indica una mortandad inusual de un 36 por ciento de las colonias para el otoño/invierno de 2007-2008. El deceso natural de estos insectos es del 10 al 20 por ciento”, revela.
Según Ferreirim, “las restricciones en la UE reanimaron el debate en EE.UU. y América del Sur donde el declive de las abejas genera preocupaciones cada vez mayores y se exige la prohibición de los plaguicidas para los cuales hay evidencias científicas suficientes que demuestran su peligrosidad”.
Para este experto, el colapso que podría ocasionar la desaparición de las abejas, podría compararse con otras catástrofes provocadas por el hombre, como el calentamiento global, la acidificación de los océanos o una guerra nuclear.
“El futuro de los humanos, de especies en peligro de extinción y de los ecosistemas en general, depende en gran medida de ese servicio ecológico fundamental y gratuito, que es la polinización, y las abejas son el principal insecto polinizador”, concluye Ferreirim.

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