Desde el sector destacaron como una oportunidad la mejor adecuación a las demandas y tendencias del consumidor y la posibilidad de desarrollar el enoturismo.
A priori uno podría pensar que una de las ventajas de ser un sector relativamente pequeño, en términos de cantidad de actores, es que le permite al grupo tomar decisiones y ejecutar acciones de manera rápida. Esta velocidad de respuesta es un elemento clave cuando la competencia se hace más agresiva y los consumidores demandan nuevos productos.
En esta dinámica, los distintos institutos públicos y organizaciones privadas juegan un papel clave en la coordinación de los recursos y esfuerzos en pos del desarrollo sustentable de la actividad.
Una asignatura pendiente, o bien con intentos fallidos, del gobierno provincial rionegrino en los últimos años ha sido precisamente la de no contribuir y apoyar la iniciativa privada.
Tal vez por esto es que la invitación que realizó la Dirección de Vitivinicultura de Río Negro a fines de julio a participar del Taller de Vitivinicultura generó muchas expectativas, las que se reflejaron luego en la nutrida asistencia al mismo. Cabe señalar que el evento fue coordinado por el INTA Alto Valle y el Centro de Desarrollo Vitícola Patagonia Norte.
La actual estructura del sector puede caracterizarse como un trípode, algo que se volvió a corroborar durante el taller. Las tres patas de la actividad son los productores primarios, los elaboradores de vino artesanal y casero, y los bodegueros.
El evento constituyó una oportunidad única para que estos actores pudieran manifestar sus necesidades e intercambiar opiniones, y conocer con mayor detalle la problemática particular de cada uno.
Pero, sobre todo, sirvió para que después de muchos años se volvieran a “encontrar” todos junto con el Estado provincial.
Hoy se atraviesa un momento único, el que después de varias décadas el sector vitivinícola vuelve a tener disponibles fondos frescos, principalmente a través del Programa de Cadena de Valor que se fondea con parte de las retenciones a las exportaciones de vino. Y todos coinciden en que no se debe desaprovechar esta oportunidad. Para ello es crucial trabajar en conjunto y en forma consensuada.
En este sentido el encuentro fue entendido como un puntapié inicial. Claro que ahora el desafío será colmar las expectativas.
La problemática del sector se conoce desde hace mucho y ha sido plasmada en varios diagnósticos, informes, encuestas y relevamientos. Lo positivo de esto es que no se requeriría volver a hacer un análisis de este tipo. En otras palabras, es el tiempo de pasar de lo potencial al acto.
Resultados del taller
Esta semana el INTA-Coviar difundió un documento con el detalle de las dificultades, obstáculos, necesidades y estrategias indicados por los participantes del evento.
Mirando hacia adelante cabe destacar que las alternativas de proyección hacia el futuro que surgieron de la jornada fueron la generación de una mejora tecnológica en los viñedos y bodegas actuales, promoción de los vinos en el mercado local y consolidación de la oferta actual, promoción de las cualidades locales para atraer nuevos inversores al negocio y la expansión de la superficie implantada.
Las dificultades comunes a los tres subsectores son el incremento de los costos de producción y las escasas políticas públicas dirigidas a la actividad. También el financiamiento, uno de los más destacados.
Las reflexiones finales del informe fueron las siguientes:
• Es un sector que está demandando claramente una fuerte intervención y acompañamiento del Estado en términos de rentabilidad, comercialización, mano de obra y financiamiento.
• Es un sector acotado, comprometido con la actividad, relativamente homogéneo y con intereses de asociarse en un trabajo compartido, lo cual permite pensar en un proceso de planificación estratégica con un fuerte potencial de éxito en su realización, con políticas de desarrollo concretas y focalizadas a cada actividad.
• Las necesidades visualizadas como estratégicas son la de financiamiento, comercialización y asociativismo. Son claramente tres áreas en las que una política de gestión clara, eficiente e inclusiva de todos los actores puede modificar ciertamente la realidad de la actividad vitivinícola y motorizar nuevas expectativas de mejora y desarrollo.
El informe del taller también rescata la existencia del Plan Estratégico Vitivinícola 2020 (PEVI).
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