El 18 A quedará gravado en la historia como un acontecimiento memorable, porque muy pocas veces se apreció en el país semejante movilización. Es imposible precisar la cantidad de manifestantes, pero indiscutiblemente fueron muchísimos, una multitud realmente sorprendente.
Ya las anteriores protestas de septiembre y noviembre del año pasado habían concentrado muchedumbres, cada vez la participación superó a la anterior y el descontentó imperante más notorio. Nuevamente la convocatoria reunió a personas de distintos extractos sociales y de todas las edades. La Plaza de Mayo, las inmediaciones del Congreso de la Nación y de la quinta presidencial de Olivos resultaron los epicentros de los reclamos, no obstante, en simultáneo se concretaban réplicas en distintos barrios de Capital Federal, el conurbano y en numerosas ciudades del interior; evidenciando que el malestar se extiende por todo el territorio nacional.
Una vez más la convocatoria surgió de las redes sociales; en la ocasión se advirtió un mayor grado de organización; en tanto las fuerzas de oposición, aunque con alguna timidez, mostraron en la concentración a varios de sus principales dirigentes, pero se abstuvieron de llevar pancartas y símbolos partidarios. Lo colores patrios dominaron la escena.
El jueves la expresión que ganó las calles, con millones de personas por doquier, consustanciada con lo que observaba por televisión, demostró que por estos días la mayoría de los argentinos sintonizan una frecuencia diferente al Gobierno. Los tópicos que profundizan la brecha son más y, el grado de hartazgo sigue cobrando magnitud. Empero, pese al creciente fastidio las movilizaciones se realizaron en un clima pacífico, con la excepción de algunos pocos energúmenos que nunca faltan en este tipo de actos masivos; de toda manera dichos inadaptados son una ínfima e irrelevante expresión del conjunto.
Muchas veces y por distintas reivindicaciones los organizadores lograron importantes movilizaciones, aunque son pocas la oportunidades donde como aquí, la gente se congregó por propia determinación. Para las marchas del 18 A no existieron transportes gratuitos que acarrearan a los manifestantes, tampoco medió el clásico choripán convocante. La multitud se desplazó como pudo, portando banderas argentinas, carteles manuscritos, más las infaltables ollas y sartenes que sonaron por doquier, constituyendo la resonancia que más atormenta a la presidenta.
Los canticos y expresiones vertidas son respuestas de una sociedad hastiada por los excesos de un Gobierno autoritario, resultan un rechazo a la prepotencia, al “vamos por todo”, a la corrupción imperante cada vez menos disimulable y más desenfadada; una advertencia a la impunidad; es decirle no a la inaudita politización de la justicia.
Nunca como ahora una muchedumbre tan nutrida salió a reclamar privilegiando los temas institucionales: El orden de los reclamos fue encabezado por la vigencia de la República, una Justicia independiente, el respeto de la Constitución, pleno funcionamiento del Estado de Derecho y efectivo imperio de la División de Poderes. Sin dejar de lado las consignas más evocadas en las anteriores marchas: inseguridad, inflación y el cepo al dólar, estas quedaron relegadas al segundo plano; ello no es producto de que hayan perdido importancia, por el contrario; todos esos males han recrudecido, más la gravedad de las afrentas a las instituciones alteraron la prioridad de las demandas.
Está muy claro que la presidenta Cristina Fernández es la principal destinataria de la bronca colectiva acumulada, tampoco hay duda que la advertencia comprende a los funcionarios que deshonran sus juramentos y, la investidura que la magnitud de los cargos que desempeñan le exige. Pero también hay un fuerte mensaje implícito a una oposición que no está a la altura de las circunstancias.
Los políticos que no comulgan con el kirchnerismo se mueven detrás de los acontecimientos; los egos personales prevalecen sobre los acuerdos elementales en materia de comunes denominadores; el sector del pueblo refractario al oficialismo le reclama grandeza, el segmento de independientes (que decide elecciones) espera palpar gestos concretos y proyectos superadores.
Fuente: Pregón agropecuario.-
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