1- Cómo referente de Basf para América Latina, ¿cuál es el potencial agrícola que tiene la región ?
Nacen por día 245.000 personas y se confirma que en 2050 habrá 9.000 millones de personas. Aumentará la urbanización por lo que el consumo de proteína animal y vegetal se elevará. En esta tendencia, América Latina, sobre todo Brasil y Argentina, tiene un futuro enorme.
2- ¿Por qué resalta principalmente a Brasil y a la Argentina?
En ambos países, en términos de economía, el agronegocio es muy importante. En Brasil representa el 23% del producto Bruto Interno (PBI). El 46% de las exportaciones son agropecuarias. En Argentina el agro representa el 18% del PBI y el 68% de las exportaciones son relacionadas al agro. Son proporciones muy altas comparadas en otras partes del mundo. Falta infraestructura pero hay soluciones. Hay luz, humedad, buenas tierras, productores tecnificados y ahora, más conectados. Estamos en una región que puede crecer en productividad. En Argentina hay suelos fértiles y buen clima. Y Brasil es el país con mayor proyección a crecer en superficie. Hay oportunidad para la agricultura de aumentar 30 a 40 millones de hectáreas para soja y maíz en el centro-norte sin impacto ambiental . Este potencial se refleja en Basf. Las ventas en soluciones agrícolas representa el 10% a nivel global. Pero en esta zona, la principal área es agro con el 32% de las ventas.
3- Teniendo en cuenta la importancia de las exportaciones agrícolas, ¿en qué puntos se debe trabajar?
La calidad es muy importante porque los que importan la requieren, como Europa, inclusive Asia. Buscan certificaciones, orígenes y niveles de residuos de la producción.
4- Haciendo foco a esta temática, ¿cuál es su visión sobre la problemática de resistencia y cómo trabajan desde Basf para una solución?
En Argentina está el problema principalmente con el glifosato para las malezas pero aquí se da en productos para controlar enfermedades y plagas. Hay que tomar conciencia sobre el crecimiento de la resistencia. Los productores piensan que es un problema de la industria y que para solucionarlo van a buscar otras alternativas. Pero no es verdad. Hay pocos productos con nuevos modos de acción. Es muy difícil desarrollar un nuevo modo de acción con características toxicológicas y ambientales que se registre. Se vienen utilizando los mismos modos de acción. Habría daños económicos muy importantes si perdemos eficiencia en chinches y roya en soja en Brasil. Podría caer 40% la producción. Estamos en un punto crítico. También hay falta de conciencia de las partes regulatorias. En Brasil se tarda 7 años para registrar un producto y en Argentina, 2 años. Cuando llega un producto nuevo, el que ya estaba empieza a registrar resistencia. Basf invierte 489 millones de euros por año en investigación y desarrollo para encontrar nuevas soluciones.
5- ¿Los productos biológicos podrían ser una solución?
Creemos mucho en la combinación con los químicos para no generar resistencia. Hay muchos productos en frutas y verduras pero pocos en soja y maíz. No lo veo como uso general pero combinados con químicos es fantástico. Antes era químicos o biológicos. Hoy se complementan. Basf es una de las empresas más fuertes en la inoculación biológica. Pero el mercado de productos biológicos foliares para pulverizaciones es muy pequeño. Estamos invirtiendo.
6- A 5 años de la compra de la empresa Becker Underwood. ¿Qué balance hace sobre la adquisición?
Fue un buen negocio. Fue estratégica la compra porque necesitábamos tener bioproductos para completar las soluciones. Luego, otras compañías buscaron estas adquisiciones y ahora, las compañías de biológicos fueron absorbidas en su totalidad. Tenían dificultad para crecer porque no tenían gran mercado y además, peleaban contra las empresas de agroquímicos.
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