sábado, 14 de septiembre de 2013

Trabajo rural, ¿una cuestión de imagen?


Vale la pena la reflexión y la pregunta: ¿por qué cuesta tanto conseguir gente para ir a trabajar al campo?
En otros países la demanda de trabajo rural se cubre con inmigrantes de países más pobres. En los Estados Unidos se buscan mexicanos, en Europa occidental el trabajo rural se cubre con europeos del este, asiáticos o africanos. Aquí estábamos empezando a ver ejemplos de tambos con familias venidas de países limítrofes antes de los actuales problemas económicos, pero la tendencia existe.
Lo que vale la pena preguntarse es si el trabajo rural hoy tiene un problema de imagen.
El trabajo y la vida en el campo siempre tuvieron la fama de ser duros, en condiciones de aislamiento y precariedad, sin luz, lejos de escuelas y de la asistencia médica en caso de una emergencia y sin más comunicación que la de una radio a pilas o a batería. Los paisanos se arrimaban al pueblo a caballo o en sulky una vez cada tanto para abastecerse de lo necesario y regresaban luego a su vida diaria.
En estas condiciones que aún continúan en algunos parajes la meta era escaparse al pueblo para disfrutar de compañía, educación y servicios, y cuando la televisión empezó a mostrar la vida en las grandes ciudades con toda su oferta de diversión y consumo el éxodo se consolidó.
Hoy muchas de estas condiciones cambiaron y la clave pasaría por mostrar la revalorización del campo frente a la vida bastante más complicada de las grandes ciudades. Los pueblos y ciudades pequeñas del interior juegan en un punto intermedio.
Veamos algunos cambios y vayamos comparando:
  • Los caballos y los sulkis se cambiaron en gran medida por autos y motos que permiten comunicarse con mayor comodidad y velocidad acercando los pueblos al campo, (aunque los caminos siguen siendo igual de malos que antes).

  • La televisión satelital y la telefonía celular mejoraron la forma de comunicarse y saber qué pasa en el mundo.

  • La escolaridad primaria está bastante cubierta en las zonas rurales aunque las escuelas secundarias así como la disponibilidad de clínicas y centros médicos siguen dando a favor de los pueblos y ciudades.

“El campo es un trabajo duro”, es cierto, ¿Y qué trabajo no tiene su parte complicada?, ¿Trabajar en una obra dando vueltas por andamios con riesgo de caerse de un décimo piso es fácil?, ¿trabajar todo el día encerrado en un habitáculo de dos metros cuadrados, iluminado con luz artificial y mirando una pantalla de computadora debe ser lindo, no?
Vale la pena repasar entonces en que cuestiones el campo le saca ventajas a las grandes ciudades. Para empezar en las ciudades se pierden entre dos y tres horas por día desplazándose desde la vivienda en las afueras hasta el lugar de trabajo. En el campo generalmente trabajás donde vivís, te levantás, tomás unos mates y empezás a trabajar. Tu tiempo extra lo pasás con la familia o descansando.
En las ciudades tenés apenas media hora para almorzar comiendo un sándwich en una esquina en medio de los colectivos que pasan. En el campo se come mejor y hasta hay tiempo para una siesta corta.
En el campo se gana lo mismo que en los trabajos en las ciudades, pero no se gasta el sueldo en pasajes de tren o colectivo o comiendo mal en la calle.
En el campo se trabaja en contacto con la naturaleza, sin amontonamientos de gente ni tanto apuro por ir de un lado para el otro.
Siempre me imagino un aviso pidiendo gente para ir a trabajar al campo con imágenes de trabajadores y sus familias en zonas rurales, pasándolo en los televisores del subte o las estaciones de tren en horario pico y ver qué pasaría. El experimento todavía está pendiente, y actualizar nuestra imagen también

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