sábado, 27 de julio de 2013

Presidentes argentinos y productores a la vez


Desde Julio Argentino Roca hasta Hipólito Yrigoyen, fueron muchos los primeros magistrados que se dedicaron a la política y al campo.-
Los presidentes que recorrieron la Exposición de Ganadería, desde sus inicios, no sólo observaron la muestra del campo, sino que la conocían como productores, por lo que además de honrar con su presencia el reconocimiento al sector, apoyaron su desarrollo.
El general Julio A. Roca fue propietario de tres establecimientos de campo, La Larga, La Paz y La Argentina, que de algún modo con sus tres nombres eran casi un programa de gobierno. Solía visitar a don Ramón J. Cárcano cuando estaba en el segundo establecimiento en las sierras cordobesas que le venía en herencia de su mujer, doña Clara Funes. Según Miguel Ángel Cárcano, "montaba en un zaino, alerta y buen marchador, de larga cola y crines negras, aperado como paisano, vestía traje de campo, amplias bombachas de brin blanco, botas, el saco holgado, un pañuelo de seda al cuello y panamá de anchas alas". Cuando le preguntó al muchacho si iba ser político o estanciero, le recomendó lo segundo: "Tendrá menos desengaños y más satisfacciones".
Su concuñado, el doctor Miguel Juárez Celman, fue propietario de una extensión en Capitán Sarmiento, La Elisa, sin duda como prueba de cariño a su mujer doña Elisa Funes. Pasó en ese establecimiento largas temporadas, alejado de las pasiones políticas mientras lidiaba con los infaltables factores climáticos o las plagas de langostas.
Carlos Pellegrini conoció desde niños la realidad rural, ya que su padre, el ingeniero saboyano Carlos E. Pellegrini, había adquirido una extensión bautizada como La Figura en los cercanos pagos de Cañuelas, donde había un puesto en el que paraban las carretas. También don Luis Sáenz Peña había heredado una fracción del establecimiento familiar de sus mayores, en Coronel Brandsen, bautizado San Luis Beltrán, donde disfrutaba de largas temporadas como lo hiciera años después su hijo Roque, cuando en ejercicio de la presidencia buscó reposo a los males físicos que terminaron con su vida. Don Roque visitó el predio de Palermo en noviembre de 1910 a poco de asumir la presidencia para una fiesta de destreza criolla.
Hipólito Yrigoyen arrendó una estancia -siete leguas de campo flor- en sociedad con su padre en la estación Micheo (Buenos Aires), donde criaba ovejas; la que mantuvo hasta después de su primera presidencia, y cuyo alto alquiler era compensado con la producción. Con un crédito bancario compró El Trigo, cerca de Las Flores, que hipotecó para pagar los gastos de la revolución del 93, y La Seña, en San Luis, que por las obligaciones de la campaña política de su segunda presidencia hipotecó en 300.000 pesos, suma en la que lo compraron a la sucesión sus acreedores. También tuvo otra propiedad rural cerca de Villa Mercedes y de Bahía Blanca. Apunta Félix Luna que "solía pasar semanas en su estancia viviendo como un paisano".
Marcelo T. de Alvear había heredado una buena extensión de tierra. Unas cuantas hectáreas mal vendidas en pocos días le sirvieron para pagar la suma de $ 500.000, según era tradición, que se habían gastado por fuera del presupuesto nacional para agasajar a los príncipes de Gales y de Saboya.
El doctor Roberto M. Ortiz trabajó en la administración de los campos de su padre en Ayacucho y General Lamadrid. Compró en 1918 una fracción lindera a El Comercio, en el primero de los partidos, por la que abonó 500.000 pesos, semejante suma asustó al padre que llamó La Fe a la nueva propiedad. Recibió en herencia de su padre 2000 hectáreas en el partido de Ayacucho, que mantuvo hasta el fin de sus días. Para hacer frente a sus gastos médicos y del personal de la residencia presidencial la hipotecó. Después de su muerte en 1945, su yerno levantó el gravamen.
Estos hombres supieron en carne propia las bonanzas de la tierra y de sus malos momentos, soportaron la crítica y reclamos de los productores y dirigentes, pero más allá de las circunstancias políticas, pusieron todo su empeño en hacer realidad el lema de la Sociedad Rural: "Cultivar el suelo es servir a la Patria".

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