sábado, 4 de mayo de 2013

Sin ningún libreto y con un negocio más complejo y dinámico


¿Quién puede dudar de lo complicado y atrapante que se ha vuelto la producción de leche en la Argentina y en la región? El escenario donde ahora se mueve la producción no puede ser mejor. Es evidente que surge una histórica oportunidad que está brindando el mercado mundial habida cuenta de la caída de los subsidios europeos y la aparición de una demanda que no para de crecer motorizada básicamente por el aumento de los ingresos per cápita en Asia y Latinoamérica. Un punto de inflexión se produjo en el 2002 y con ello el fin de la era de los "alimentos baratos".
Pero el desafío de aprovechar este contexto de excelentes precios de la leche en polvo, que por lo menos duplican los mejores valores alcanzados en los noventa, no es para cualquiera. Resulta que las exigencias impuestas tanto a los tambos nacionales como al de nuestros competidores en la exportación de leche, no son menores. Tienen la presión de producir cada vez más, contaminar menos, satisfacer las preferencias o exigencias de los consumidores y ganar plata. Todo esto en un contexto de recursos naturales cada vez más escasos -tierra, agua, alimentos, energía, etc-, y de los inciertos efectos de un cambio climático global.
El desafío de la competitividad en la actividad lechera esta centrado pues en maximizar el uso de recursos como la tierra y el agua e inclusive la radiación.
La necesidad de producir más litros de leche por hectárea en forma creciente, debido al costo de oportunidad de la tierra entre otras cosas, condujo inevitablemente a una mayor exposición de los tamberos a los cambios en las relaciones de precios entre la leche y los granos.
Por lo tanto, este proceso de intensificación ha llevado a un debate que ya lleva algunos años sobre cuál es el modelo de producción de leche más rentable y sustentable para la Argentina. La pregunta es: ¿modelos confinados o pastoriles?
Hay quienes decididamente han apostado a tambos con sistemas de producción con vacas confinadas donde se busca la mayor producción individual bajo la consigna de mejorar la eficiencia en el uso de los concentrados y la eficiencia de cosecha de forraje.
En el otro extremo, están los tamberos aferrados al pastoreo de las pasturas. Son los que siguen convencidos que encerrar las vacas y por lo tanto alejarse del modelo pastoril -más flexible frente a los vaivenes de los mercados-, es un camino sin retorno. Observan, cautelosos, que producir leche con una alta dependencia de los granos y los concentrados es demasiado riesgoso para un país que genera una gran incertidumbre con el cambio constante en las reglas de juego.
Los datos reales generados tanto en la Argentina como en otros países donde se discute este punto, demuestran que no existe un único camino para el progreso productivo. En estos trabajos queda en evidencia que dentro de cada sistema de producción existe un rango amplio de eficiencia entre productores, con muchos de ellos ganando plata en cualquier sistema aún en años desfavorables.
Pero la definición del modelo productivo tiene otras aristas que no son menores. La discusión se vuelve más compleja cuando en realidad se toma conciencia que la sustentabilidad del mismo no sólo pasa hoy por lo económico.
En estos debates sobre el modelo, poco se habla de la dificultad que enfrentan los productores para crecer vegetativamente con los rodeos, en la necesidad no lejana de demostrarle a la sociedad que los tambos no son un riesgo ambiental, en la urgencia de diseñar y establecer condiciones laborales que permitan retener la mejor gente o en crear una organización que tenga la capacidad de cambio en un mundo tan volátil, entre otras cosas.
Y no olvidemos que, en esencia, esta actividad que con la lógica de un negocio de largo plazo requiere un proyecto empresario acorde a estos períodos de tiempo más allá de los vaivenes coyunturales.
En definitiva, se trata de encontrarle una mirada más holística, más integradora al modelo para imaginar cómo vamos a lograr un triángulo exitoso de sustentabilidad entre lo económico, social y ambiental.

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