martes, 7 de mayo de 2013


¡¡Llegó el “frío”…!!

Y no es climático, aunque avance el otoño…
Es que no por previsible tiene menos impacto el “parate” que ya se está registrando en distintas partes del país, especialmente en el campo.
No se compra. No se vende. No se define…
No puede sorprender. Con costos crecientes, con precios de los productos más bajos que cuando se sembró, con mayores impuestos, y con incertidumbre sobre las nuevas medidas a adoptar por un gobierno que, día a día, saca conejos de la galera, los  productores prefieren esperar “a que aclare” y, mientras tanto, desensillan.
Para muchos esto es un error ya que en un futuro las condiciones tal vez sean aún peores. Pero la idiosincrasia rural lleva a que, en general, los hombres de campo se sientan más seguros con el producto (granos, hacienda, etc.) en la mano, al menos hasta saber qué van a hacer con el dinero que logren por su producción(si es que les queda algo después de pagar deudas que, en más de un caso, se acumulan desde la campaña 11/12). De todos modos, hoy en día aún no saben que van a hacer y nadie, en su sano juicio, convierte ningún bien para quedarse en pesos por 2, 3 o 4 meses…
Pero, esta conducta que desespera al gobierno que está esperando la venta de la soja como el maná caído del cielo para poder cerrar algunas de las múltiples fisuras financieras que se multiplican en las cuentas públicas, también está afectando fuertemente a muchos sectores directa e indirectamente relacionados, y a su vez, éstos a muchos otros.
Por ejemplo, se “supone” que se va a sembrar algo más de trigo que el año pasado cuando apenas se cubrieron 3,5 millones de hectáreas (Argentina llegó a sembrar casi 9 millones, y 6,5 millones fue la extensión de las últimas décadas) pero la realidad muestra que aún casi ni comenzaron las compras de insumos a pesar de la presión –desesperada- de algunos proveedores que ven como avanza el tiempo sin definir operaciones.
También se prevé una caída en la cebada.
Por otra parte,  se conoció en estos días el resumen de actividades del sector de agroquímicos del último ciclo que arañó los U$S 2.400 millones, pero con caídas de volumen en herbicidas, funguicidas e insecticidas.También cayó el uso de los estratégicos fertilizantes (apenas se repone el 27% de los nutrientes que se le sacan al suelo en cada campaña agrícola).
No se prevé un cambio de tendencia. Más vale, una profundización.
En el caso de los fabricantes de maquinaria, salvo alguna honrosa excepción, reconocen que no hay “ni consultas”. No se hacen operaciones, y las fábricas ya adelantaron vacaciones y hasta varios recortaron horas extra. No se mueven las sembradoras. Tampoco la línea de pasto…
Y no puede extrañar. Los costos suben. De hecho, los combustibles (estratégicos para el campo) no acusaron el “congelamiento” y siguen su escalada. 
La presión impositiva ya es indescriptible y, salvo que se blanquee el mercado de alquileres con quitas que pueden rondar hasta el 50%, será imposible arrendar para hacer agricultura, pues los rindes de indiferencia, que superan holgadamente los promedios que se obtienen,  impiden afrontar semejantes costos.
Obviamente, el nivel del tipo de cambio y las restricciones que hay para exportar constituyen el principal freno que hoy sufre la producción agroindustrial, básicamente de alimentos que, por lo habitual, es excedentaria respecto a los niveles de demanda interna. 
Y, si no se va a exportar, o se va a tener que vender a un tercio o menos del valor  (hoy, la soja se liquida apenas por encima de los $ 3 por dólar, cuando el mercado billete ronda los $ 10), ¿para qué se va a producir más?, ¿Para endeudarse más?
Esa parece ser la cuenta de muchos productores tanto agrícolas como ganaderos. Y el caso de estos últimos es bastante emblemático también porque, mientras en 2011, a causa de la liquidación forzada de hacienda que impulsó el Gobierno (y que llevó a perder un cuarto del rodeo nacional, o sea, más de 10 millones de cabezas), el precio interno llegó a rondar los U$S 3 por kilo vivo de entonces, lo que restringió las exportaciones y sacó de circuito a cantidad de frigoríficos que no pudieron competir con ese valor de la materia prima, hoy apenas se ronda U$S 1 (real) por kilo, pero con costos de producción muy superiores a los de entonces. Ante eso, no solo paró la retención de vientres que se venía produciendo y que apuntaba a recomponer el stock, sino que se teme que se vuelva a niveles de liquidación ante la falta de expectativas  sobre el futuro de corto y mediano plazo.
Después de todo, hacer agricultura es mucho más barato que hacer ganadería, y ya nadie quiere invertir más con tanto riesgo. Ni siquiera los locales… 
La gravedad de la cuestión es que recién ahora algunos comienzan a darse cuenta del poder de multiplicación económico que tiene el sector agroindustrial. Ahora cuando la vida de pueblos y puertos se va apagando y comienza a correr el peor de los “fríos”: el económico.
La inactividad es palpable y, aparentemente, inevitable

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