miércoles, 22 de mayo de 2013


Cuando invertir es morir en el intento

La industria porcina tiene intenciones de crecer en escala y automatización. Sin embargo, las trabas al ingreso de equipamiento dificultan la expansión.
Francfort, Alemania. Sobre una línea de montaje, una máquina arma la caja de cartón, mientras un brazo robótico coloca los cortes de cerdo en una bandeja plástica, que luego pesa y envasa según las especificaciones. Otro robot coloca las bandejas en cajas para que, finalmente, un tercero arme un rack para su almacenaje o transporte. En 30 metros de proceso, no hay ningún operario. Son los mismos robots que en los frigoríficos europeos, donde se faenan hasta 10 mil cabezas diarias, se encargan del eviscerado y la separación de la media res.
Esta tecnología, de última generación, pudo ser apreciada por un grupo de industrias cordobesas del sector frigorífico, en su mayoría Pyme vinculadas al sector porcino, que participaron en los primeros días de mayo de Iffa, la exposición de equipamiento e instalaciones para la industria frigorífica más grande del mundo. Su realización cada tres años las convierte en el epicentro de la última tecnología.
A partir de su escala y en función de sus necesidades, varios empresarios cordobeses llegaron hasta la ciudad alemana con la firme determinación de invertir. Algunas fábricas procesadoras, por ejemplo, buscaban atadoras mecánicas para sus embutidos, con el objetivo de ganar en automatización y aliviar una tarea manual que genera desgaste en la mano de obra.
 
Misión ¿imposible? Sin embargo, conseguir que el equipamiento adquirido llegue hasta la puerta de las fábricas no es tarea fácil y suele convertirse en frustración.
En la muestra, los proveedores europeos se quejaron ante los industriales argentinos por las dificultades que tienen para ingresar al país con sus equipos y los repuestos, que en la mayoría de los casos no tienen sustitución por parte de la industria nacional.
Una empresa integrada, con unidades en Córdoba, peregrinó durante 13 meses para poder ingresar un insumo clave. Mientras tanto, tuvo la producción casi paralizada.
Es en estas situaciones en las que la política pública exhibe un doble discurso que genera disonancias. Por un lado, el apoyo del Gobierno al agregado de valor en origen, una receta que el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) promueve para que los productores de granos los conviertan, entre otros productos, en carne porcina.
Pero esta iniciativa parece darse de bruces con las trabas que desde las reparticiones oficiales se edifican para el ingreso de bienes de capital y que impiden el desarrollo de estos nichos de valor.
El viento de cola parece seguir soplando para la industria porcina. Así lo dejan entrever sus actores cuando evalúan su potencialidad.
Los empresarios del sector aseguran que la vida de sus empresas va más allá de la coyuntura y por eso insisten en prepararse para otros tiempos. Sin embargo, no dejan de lamentarse por las oportunidades perdidas.

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