viernes, 4 de enero de 2013


Si es poco que rinda mucho





Los productores de la principal zona triguera del país afirman que el cereal perdió peso, pero que con buen manejo aun tiene alto potencial.




Siguiendo con la tendencia de los últimos años, el 2012 fue complicado para el trigo. Ante los vaivenes del mercado y las imprevisibles decisiones políticas, la mayoría de los productores decidió disminuir el área sembrada con ese cereal y ponerle más fichas a la cebada u otros cultivos. A su vez, muchas zonas sufrieron excesos hídricos y temperaturas elevadas que se tradujeron en una alta presión de enfermedades y, como consecuencia, en menores rindes.
Según la Bolsa de Cereales, con más del 50% del área triguera cosechada, los rindes promedio rondan los 20 quintales por hectárea. Pero en el sudeste de Buenos Aires, la zona triguera por excelencia, las máquinas están recién entrando a los primeros lotes, y lo que pase allí será determinante en los resultados finales.
Clarín Rural recorrió campos de esa zona y reunió en Miramar a varios productores y proveedores de insumos para saber cómo se adaptan a la nueva realidad del trigo y cuáles son las variables en las que se juega la producción de los próximos años. Las siembras tempranas y la búsqueda de mayor precisión en el uso de los recursos son las claves del nuevo escenario.
Marcelo Torres, del acopio Ceres Tolvas, trabaja en los alrededores de Miramar y dice que como en la zona se está sembrando poco se lo hace temprano y con variedades que den buena calidad panadera. “La fecha óptima es junio”, dice, y agrega: “Este año se caracterizó por las buenas precipitaciones y la alta presión de enfermedades. En esta zona hubo mucho manchas y roya, enfermedades habituales, pero que llegaron mucho más temprano que en otros años”, explica.
Un poco más al norte, en General Madariaga, trabaja el distribuidor de semillas Sebastián Ferreyra. El dice que “hoy no hay buenos premios para la calidad, por lo que los productores buscan únicamente rinde, y para obtener rinde en la zona los baguettes sacan una diferencia grande respecto a los otros trigos”.
En su zona, este año el trigo ocupó el 40% del área que habitualmente ocupa, pero los que decidieron hacerlo lo hicieron con toda la tecnología. Aun así, el clima y las enfermedades dejarán sus huellas.
“Los productores hacen dos aplicaciones de fungicidas, usan más de 200 kilos de urea por hectárea... Pero este año hubo ataques de fusarium como hacía mucho que no había, y el rinde lo siente: generalmente cae un 10%”, dice Ferreyra. Con este panorama, los productores de Madariaga están apuntando a rindes de 5.800 kilos.
En Mar del Plata, el panorama es similar. César Dialeva, quien administra campos propios y ajenos cerca de “La Feliz”, dice que la campaña comenzó sin perspectivas de precios, con poco mercado, pero que en julio cambió, los valores aumentaron y empezaron a aparecer posibilidades de venta.
“Tuvimos tiempo de pasar algunos lotes que iban a gruesa nuevamente a fina”, dice, como parte de un ajuste que implicó un cambio estratégico. En sus campos, el productor utiliza ciclos largos e intermedios, adecuados para las siembras tempranas, pero las siembras retrasadas de esta campaña lo obligaron a usar también ciclos cortos. “Las lluvias fueron buenas, pero tuvimos algo de mancha y de fusarium. En trigo, estamos arriba de 5.000 kilos”, comenta mientras observa los ensayos que la firma Nidera tiene en su predio La Ballenera, en Miramar, donde Clarín Rural organizó el encuentro con los productores.
La fertilización y aplicación de fitosanitarios en mayor cantidad y en diferentes fechas es una tendencia cada vez más generalizada en todos los cultivos. En materia de manejo, el técnico Jorge González Montaner, referente del cultivo, dijo recientemente que hay que pensar en variar la densidad de siembra de acuerdo al panorama climático de cada campaña. Pero el elemento más importante sigue siendo el agua. Este año las precipitaciones fueron más que suficientes en casi todos lados, pero quienes cuentan con estructuras de riego están pensando en rindes más altos que la media.
Eduardo Barrios, productor de Chapadmalal, dice que hoy en su rotación el trigo ocupa un 10% mientras que hace cinco años representaba el 50%, y que solo hace el cereal en lotes bajo riego. “Con siembras tempranas y con riego espero llegar este año a rendimientos de 9 toneladas por hectárea”, dice.
Barrios riega 120 milímetros de agua anuales al cultivo, y para evitar problemas relacionados con la humedad, como el fusarium, busca maximizar la precisión en las aplicaciones. “Uso 60 milímetros antes del comienzo de la floración, y otros 60 después. Y creo que hay que pensar en aumentar esos 120 milímetros. La base es el agua, después vienen la fertilización, la genética, el manejo, etc... Pero a partir del agua puedo construir rendimiento”, afirma.
Varios kilómetros hacia el sur los campos son más secos y los rendimientos potenciales son menores. Beatriz Carameli, productora de la zona de Coronel Dorrego, dice que este año los rindes rondan los 3.000 kilos por hectárea, lo que representa un buen valor para la zona. Allí también se acostumbra a las siembras tempranas y ciclos largos, y este año el fusarium pegó fuerte.
Carameli dice que se trata de una zona con menor flexibilidad, en la que el trigo siempre estará presente porque los cultivos de gruesa son menos viables, pero que los problemas comerciales igual hicieron caer el área sembrada. “Yo comencé a vender el trigo a 170 dólares y el promedio de lo que tengo vendido fue a 190. Hoy uno se lamenta un poco porque está en 250, pero mañana no se sabe, porque ya están cerrando de vuelta la exportación de trigo”, dice la productora.
Para reemplazar al trigo, la mayoría apuesta por la cebada, y unos pocos ponen fichas en la colza. Entre ellos está Carameli. “Este año está muy linda. Estoy cosechando 2.000 kilos, lo que en la zona es buenísimo”, comenta.
Pensando en la próxima campaña, Torres dice que la intención de los productores es seguir con baja área de trigo. “El mercado de exportación de cebada está muy fluido y con precios parecidos al trigo. Además, la cebada libera el lote diez días antes”, remarca.
Por su parte, Ferreyra es más optimista: “Para el año que viene, con el nuevo precio de trigo que implicará la reducción de las toneladas, seguramente crecerá la intención de siembra. Hablando con los productores de la campaña actual, todos dicen que si hubieran sabido que iban a poder vender el trigo a 250 dólares, la cosa hubiese sido diferente”.
Las posibilidades comerciales para el futuro son un misterio, pero los productores de la principal región triguera del país ya ajustan sus esquemas para que la ecuación económica y agronómica siga siendo positiva.

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