sábado, 19 de enero de 2013


Más claro, echale agua







Trece  años de  ensayos del Grupo Romagnoli muestran que una rotación intensiva y bien fertilizada puede dar el doble de kilos por milímetro de lluvia.

En un año con abundantes precipitaciones en buena parte de la región agrícola argentina, la intensificación de la rotación aparece como una herramienta importante para transformar el agua en más kilogramos de granos. Y, en simultáneo, brinda la oportunidad de “bombear” el agua acumulada en el suelo ayudando a eliminar los excesos.
En un sistema de siembra directa hay dos Buenas Prácticas Agrícolas que resultan clave a la hora de pensar en hacer un uso eficiente del recurso agua: la rotación de cultivos y el ajuste del manejo nutricional asociado (Ver La directa va… ). Por lo tanto, y pensando en un manejo eficiente del agua, resulta de gran importancia, al plantear la rotación, ajustar su intensidad a la realidad climática y productiva de cada zona.
La intensidad de una rotación hace referencia a la cantidad de cultivos en un período de tiempo: será más intensa cuantos más cultivos se realicen por unidad de tiempo.
En consecuencia, resulta muy importante encontrar la intensidad adecuada, ya que si es baja se estarán desaprovechando oportunidades de obtener mayor rentabilidad y no se utilizará toda el agua almacenada.
Por el contrario, si la intensidad es excesiva, los riesgos productivos serán altos, ya que para las condiciones promedio de la zona el agua no será suficiente para obtener altas producciones en todos los cultivos.
En definitiva, la intensidad de rotación es la herramienta para ajustar la secuencia de cultivos a la oferta ambiental. Y ello recobra importancia en campañas como la actual, en la cual, en muchas regiones, hay una sobreoferta hídrica.
En este contexto, intensificar también ayuda a eliminar los excesos, ya que siempre habrá un cultivo transpirando que consume el agua almacenada.
Estos conceptos quedaron en claro durante una reciente jornada llevada a cabo en Monte Buey, en el sudeste de Córdoba, precisamente en la sede del reconocido Grupo Romagnoli, organizado por la consultora agronómica Okandu.
Allí, se presentaron los resultados de los ensayos que la empresa dueña de casa llevó a cabo y procesó con la ayuda de los especialistas de la consultora, Santiago Lorenzatti, Agustín Bianchini y Martín Sánchez. Los Romagnoli, junto a IPNI y Aapresid, vienen comparando dos esquemas rotacionales, estándar e intensivo, incorporando un factor extra de análisis: el manejo de la nutrición.
Específicamente, desde 1999, en el campo La Lucía, en esa localidad, se comparan la rotación típica trigo/soja-maíz-soja de primera, versus una rotación intensiva basada en dobles cultivos anuales que incluyen trigo y cebada en invierno, en combinación con cultivos de segunda como sorgo, maíz, girasol y soja.
Mientras que la rotación estándar tiene una intensidad de 1,33 (resultando de dividir cuatro cultivos en tres años), la intensiva tiene una intensidad de 1,85 para los 13 años evaluados. A su vez, cada rotación posee diferentes tratamientos de fertilización con N, P, S, K, Mg y micronutrientes..
Luego de 13 años, la rotación estándar sin fertilización (con 13 cultivos realizados) tuvo una producción promedio anual de 5.491 kg de grano/ha; en tanto que la fertilizada con NPS ascendió a 8.321 kg/ha.
En tanto, los tratamientos que incorporan otros nutrientes (adicionales a N, P, y S) no muestran incrementos adicionales.
Por su parte, el efecto de la intensificación de la rotación es aún más impactante. Así, mientras la rotación intensiva (24 cultivos en 13 años) sin fertilizar tuvo producciones promedio anuales de 5.604 kg. de granos/ha; el tratamiento fertilizado con NPS tuvo un rendimiento promedio de 9.588 kg/ha. Es decir, casi el doble que la rotación estándar sin fertilizar y 15% más que la rotación estándar fertilizada.
A eso hay que sumar un impacto positivo sobre el recurso suelo por aumento en el aporte de rastrojos, lo cual impacta positivamente en el balance de carbono, la cobertura y la porosidad del suelo.
Si los mismos resultados se analizan en términos de eficiencia del uso del agua, tomando como dato de oferta de agua a la cantidad de milímetros llovidos a lo largo de los 13 años de duración del ensayo, se puede concluir que la rotación estándar sin fertilizar produjo 5,78 kg de grano/mm; en tanto que si se fertiliza con NPS la eficiencia asciende a 9 kg. de grano/mm.
Por su parte, en la rotación intensiva sin fertilizar la eficiencia en el uso del agua es de 5,90 kg de grano/mm; en tanto que asciende a 10 kg. de grano/mm para la rotación intensiva fertilizada con NPS.
Es decir, ajustando intensidad de rotación y fertilización se puede duplicar la producción; y en años con excesos hídricos, se tiene una capacidad de consumo y bombeo de agua mucho mayor.
Si el conocimiento está y los resultados son contundentes; ¿por qué no se masifica este esquema? Quién sabe. En definitiva, el resultado sería más producción, mayores ingresos (tanto para el empresario como para el Estado), y ayudar a eliminar los excesos hídricos en campañas como la actual.
La respuesta no es sencilla, pero el modelo actual de producción basado en arrendamientos, junto a políticas que atentan contra la siembra de algunos cultivos clave en la rotación (como trigo y maíz), son parte de la respuesta.
Pero eso podrá ser tema para otra nota.

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