viernes, 11 de enero de 2013


Los productores del biodisel en el sube y baja

Tras seis años de una política de promoción, que llevó a la Argentina a ser el primer exportador mundial de biodiesel, el panorama del sector cambió abruptamente a mediados de 2012. ¿Qué deben esperar las pequeñas y medianas empresas del sector para este año?.
Nacida en 2006 al calor de una ley que promocionaba al sector (la 26.093), la industria del biodiesel contó con varias ventajas para crecer: un amplio mercado externo, un incipiente mercado doméstico, a partir de la obligación de mezclar el gasoil con un 5% y, luego, un 7% de biodiesel, retenciones diferenciadas y un precio interno que contemplaba los costos de producción. Pero fue demasiado bueno para durar y, a mediados de 2012, una seguidilla de medidas gubernamentales puso en riesgo inversiones millonarias y la continuidad de la producción del biocombustible, sobre todo en las plantas pequeñas y medianas. Sin olvidar, el embate que deberán saber soportar las empresas del sector, entre las cuales una gran parte son de porte pequeño y mediano. Muchas de ellas no integradas a grandes grupos, dependen de la salud a quienes proveen.
En agosto del año pasado, se anunció un aumento de las retenciones a las exportaciones, y se eliminaron los reintegros a las exportaciones. En tanto, una resolución conjunta de los ministerios de Economía, Industria y Planificación Federal, crearon una Unidad Ejecutiva de Monitoreo, integrada por representantes de la Secretaria de Comercio Interior, el Ministerio de Industria, de Planificación y la AFIP, que se encargaría de allí en más de establecer el precio interno de referencia para el biodiesel, quitandole injerencia a la Secretaria de Energía.
El cóctel de medidas tuvo un impacto mayor en las productoras pymes, cuyas estructuras de costos son diferentes a las de las grandes empresas integradas. Para empezar, debido a a una cuestión de escala; pero, también, porque los productores medianos deben comprar el aceite y pagar para transportarlo hasta la planta.
Muchas de ellas, como Aripar, en la provincia de La Pampa, tuvieron que dejar de producir y dar vacaciones anticipadas a sus empleados durante noviembre. Otras, como Rosario Bio Energy, en el cinturón industrial de Rosario, trabajaron sólo para cubrir los costos.

Impactos diferenciados

Si bien el mayor porcentaje de la producción y casi el 100% de las exportaciones corresponden a grandes compañías integradas, hay una veintena de plantas pequeñas y medianas que producen para el mercado interno.
“Las grandes aceiteras elaboran el combustible como un subproducto de la soja y tienen puerto propio para exportarlo, mientras que las pymes, con una producción inferior a las 50 mil toneladas anuales, no tienen el insumo ni la capacidad exportadora de las grandes”, dice Carlos Paredes, actual presidente de la Cámara de Empresas Pyme de Energía y Biocombustibles (Cepeb) y socio de la firma Aripar en Daireaux, de La Pampa.
Las productoras de biodiesel no integradas fueron las más perjudicadas cuando se establecieron precios máximos para el mercado interno. Finalmente, el 9 de diciembre de 2012, el Gobierno anunció un desdoblamiento del mercado, con el establecimiento de un precio diferencial para los productores pymes de biodiesel, con lo que “se volvió a la situación que teníamos antes del 10 de agosto”, señala José Luis Martinez Justo, presidente del comité de Biocombustibles de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader), y socio de una planta de biodiesel en la localidad de Coronel Suárez, que se inaugurará en febrero, tras una inversión de u$s 2,2 millones.

Buenas perspectivas

“El establecimiento de precios diferenciados para las pymes es el sistema más equitativo ya que casi ninguna está integrada y deben comprar el aceite para producir”, dice Federico Pucciariello, titular de Rosario Bio Energy. La firma se creó en 2007, con una inversión de u$s 10 millones, y, actualmente, produce 50 mil toneladas y factura $ 170 mil al año. Con 95 empleados, su producción se destina íntegramente al cupo de corte de biodiesel del mercado interno.
“Si continúa esta política de retenciones y precio interno diferenciados, 2013 va a ser un buen año para la producción de biodiesel”, dice Pucciariello. “Hay mucho mercado por desarrollar, sobre todo en el agro. Está previsto por ley que la maquinaria agrícola utilice un corte al B20, y los informes técnicos disponibles avalan esa posibilidad”, adelanta.
“La suba del precio para el mercado interno volvió a dar previsibilidad y un margen razonable para seguir produciendo”, coincide Martinez Justo. “Es importante apoyar a las firmas pequeñas y medianas porque son las que dan trabajo y generan valor en las economías regionales”, sostiene. También es auspiciosa la posibilidad de elevar al 20% la cuota de corte del combustible para maquinarias agrícolas y el transporte urbano de pasajeros. No obstante, “su implementación va a llevar un tiempo”, señala Martinez Justo. “No sólo porque las pymes ya tienen su capacidad de producción colmada, sino porque, en el caso del transporte de pasajeros, no hay instalaciones donde mezclar el combustible”, destaca. No todas las líneas urbanas tienen estaciones propias de servicio. En el campo, este problema está resuelto a través de los centros de agroservice, donde se proveen insumos como fertilizantes y semillas, además de realizar las mezclas.

Crisis y oportunidad

La Argentina tiene grandes ventajas comparativas para la producción de biodiesel en base a aceite de soja: sus extensiones de monocultivo, plantas elaboradoras situadas cerca del puerto, y un régimen de promoción que -con sus altibajos-, han facilitado el crecimiento del sector. Sin embargo, en todo el mundo se impulsa la producción de biocombustibles de segunda y tercera generación, a partir de cultivos no alimenticios y residuos de procesos industriales.
Como alternativa, algunos productores están desarrollando camelina, cuyo aceite es ideal para combustible de aviones porque tiene un punto de congelamiento muy bajo. En Rosario, Bio Energy está investigando, con el apoyo del INTA y acuerdos con universidades, la posibilidad de exportarla.
Pero, de todos modos, la mejora de los cultivos y la adaptación de las plantas no se pueden hacer de un día para el otro. “La producción de biocombustibles a partir de algas es el futuro, pero las tecnologías son aún muy caras. La reconversión de la industria puede llevar de cuatro a cinco años y, para esto, se necesitan inversiones”, enfatiza Martínez Justo.
“El mundo está yendo hacia los biocombustibles de segunda y de tercera generación. Y a la Argentina no le quedan muchas opciones”, reflexiona Carlos St. James, presidente del Consejo de Energia Renovable para America Latina y el Caribe. “Se pueden buscar otros mercados por fuera del europeo, que es el más exigente. Pero, en el mediano plazo, cuando los biocombustibles que no compiten con alimentos sean económicamente viables, van a desplazar al de aceite de soja”, señala el especialista.
Si las decisiones de virar el rumbo e invertir en una nueva generación de biocombustibles no se toman ahora, se corre el riesgo de perder el tren en un sector donde el país había logrado liderazgo.

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