lunes, 14 de enero de 2013


¿El próximo paso es sacarle el Campo de Polo al Ejército?

Como el predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), el Campo Argentino de Polo parece pertenecer a aquella lista de íconos de la aristocracia vernácula detestados por la militancia kirchnerista . No importa demasiado si en el primer lugar desfilen los mejores toros que produce el país, ni que en el segundo espacio se luzcan los caballos que hacen famosa a la Argentina en todo el mundo. Según una versión periodística, el Gobierno evalúa apropiarse ahora de la cancha ubicada en la Avenida Libertador y Dorrego.
Decir el Gobierno no es decir el Estado, pues a diferencia de la Rural (donde existió una venta en 1991, anulada luego por decreto presidencial), el Campo Argentino de Polo es propiedad del Ejército y por lo tanto ya es un bien estatal. Pero según publicó ayer el diario El Cronista , el Gobierno estaría planeando ahora transferir el terreno al organismo que administra otros recursos del Estado, y que depende del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina. La versión –se habla de construir viviendas o explotarlo comercialmente– no fue ayer confirmada o desmentida por algún funcionario.
Ubicado frente al Hipódromo de Palermo, el Campo Argentino de Polo ocupa 6 de las hectáreas más cotizadas de la Ciudad , de no menos de 3.500 dólares por metro cuadrado. Conocido como “la Catedral” de un deporte hípico en el que la Argentina es líder mundial, allí se disputa el campeonato argentino de polo, pero también partidos de pato, el “deporte nacional”. El estadio tiene capacidad para 15.000 espectadores.
El predio está en manos desde hace muchísimo tiempo de la Dirección de Remonta y Veterinaria del Ejercito.
Creada por el ex presidente Roca en 1898, cuando los caballos eran mucho más importantes para las guerras, esa dependencia se dedica al fomento de la actividad equina, que sigue teniendo gran difusión dentro de esa fuerza. La Dirección posee además un Centro Ecuestre y un laboratorio veterinario en Campo de Mayo. También administra una decena de establecimientos ganaderos en varias provincias.
En caso de concretarse, la medida tocaría no solo a un grupo de familias de origen patricio ligadas al polo, apenas una fracción mínima de uno de los enemigo declarado del Gobierno: el genérico “campo”. Sobre todo el Ejército -que suele alquilar el coqueto salón de fiestas del lugar- sentiría el impacto

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