martes, 9 de octubre de 2012


Leuco: “Falta la decisión política para evitar los desastres de las inundaciones”

El periodista Alfredo Leuco conversó con Alejandro Cánepa sobre la situación de los productores bonaerenses afectados por las lluvias excesivas. En ese contexto, leyó una columna escrita por él el 10 de septiembre, que fue reproducida en una asamblea en Bolívar ante 800 productores convocados para buscar una solución al flagelo del agua. Aquí lo reproducimos:
Corazón inundado
Nada es igual. La inundación hace colapsar el sentido común. Todo se da vuelta como aquella paloma serratiana que se equivocaba, que creyó que el trigo era agua o que el mar era el cielo. Es incomprensible el bombardeo de la naturaleza, que ataca a traición y produce crímenes que desgarran el alma. ¿Usted vio morir ahogados a esos terneritos que nacen con el agua hasta el cuello de la vaca? Es muy doloroso. Se asfixian y chapotean en el barro hasta que dejan de respirar. ¿Se dió cuenta que la cosecha desaparece de la faz de la tierra? ¿Que todo se hace agua, que las esperanzas y los sueños se ahogan, que con putear no alcanza? ¿Que la inundación en el corazón de Buenos Aires tapa todo y se lleva todo el esfuerzo de años? ¿Pudo ver lo que muestran los helicópteros desde el aire? Son lagunas interminables que sepultan el trabajo de nuestros productores. Ellos no son pescadores. Los tractores se empantanan y hay que sacar las vacas lo antes que se pueda y llevarlas a una isla verde que haya quedado cerca, si es que queda alguna. Como canta Piero: “el agua sube sin preguntar si soy el Pedro o si soy el Juan y todos dicen que hay que cuidar al inundado que se inundó, pero se acuerdan, qué lo parió, cuando el agua ya los tapó”.
Se estruja el alma de mirar lo que está pasando en Pehuajó, en Bolívar, en Azul y en cuarenta distritos más. Es un zarpazo al que trabaja la tierra. Hay 10 millones y medio de hectáreas que no se ven porque el agua ya las tapó. Calculan que las pérdidas andan por los 4800 millones de pesos, pero la pérdida más grande es la desilusión, el volver a empezar, carajear la mala suerte y después de bajar los brazos, levantarse para pelear de nuevo. No es casual que los hombres y las mujeres del campo tengan las manos y el rostro curtido: trabajan de sol a sol con la espalda partida. Un día hay sequía por La Niña, y al otro, inundación por El Niño. Los campesinos dicen que ese niño es un hdp. Encima los maltratan y en lugar de darles una mano, les cierran el puño.
Tal vez sería un buen gesto que la presidenta se diera una vuelta por ahí.  Son miles de argentinos que están sufriendo en Tapalqué, en Trenque lauquen o en Necochea.  En todos lados necesitan obras de infraestructura hídrica. Plata en el Estado hay. Planes diseñados también hay. Falta la decisión política para evitar los desastres de las inundaciones, pero también para reservar agua para cuando falte. Los cultivos de invierno como el trigo o la cebada se van a perder. La siembra de maíz corre riesgo en siete distritos. En Carlos Casares la situación es calamitosa.  Casi el 90% de los campos están afectados. Los tambos no pueden irse a ningún lado, tienen que morir de pie, con los pies en el agua, sin producir leche por tanta mala leche. Saladillo, Navarro, 25 de mayo, Gral. Lamadrid, Coronel Suárez, Laprida, Benito Juárez, Carlos Tejedor, González Cháves, Rivadavia, Las Flores y 9 de julio no pueden creer la cantidad de agua que cayó. Tenía dimensiones bíblicas. Faltaba el Arca de Noé. Daniel Scioli ya declaro el estado de desastre y emergencia agropecuaria en varios distritos. ¿Están en condiciones de pagar los impuestos? ¿Les van a dar créditos baratos, o existen sólo para meterles la mano en el bolsillo en las buenas, y en las malas si te he visto no me acuerdo? ¿Cuánto tardará el agua en escurrir? ¿Cuánto tardará en llegar la ayuda para los peones que se quedaron sin trabajo, en Pampa y la Vía? Menos mal que la siembra directa permite que el suelo pierda el agua más rápido.
Es terrible ver las tranqueras enterradas hasta las coronillas. Los campos cambiaron de color: no son amarillos o verdes, son marrones o negros de barro y desgarro. Muchos productores pierden el esfuerzo de toda su vida; el agua hace olas, corre como un rio en el surco, ataca el paisaje y el sentido común, hace creer que el trigo es agua y que el mar es la tierra. El agua no frena y oculta la pampa, los caballos parecen anfibios, hay canoas improvisadas en lugar de tractores, ni las camionetas pueden pasar. Ese líquido que liquida se mete por todos lados y destruye lo que encuentra a su paso. Sobre todo, la alegría de la siembra. La esperanza del futuro. Hace estragos en los caminos, los alimentos, y los medicamentos muchas veces no llegan. Obliga a suspender las clases en las escuelas. Dinamita la producción. Es un golpe bajo a los chacareros. Una vaca muerta con la panza hinchada hacia el cielo y las aves carroñeras que aprovechan de su carne es una obra maestra del terror. Es agua, pero parece una maldición.

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