sábado, 20 de octubre de 2012


El modelo K, en versión Kicillof: “no” a los dólares para que pudientes compren lujo, “sí” para industrializar al país

El funcionario estrella expuso en el Congreso los pilares de la “nueva” economía kirchnerista que, en su visión, evitarán “errores históricos”, como una mega devaluación. Dejó frases para la polémica. Los analistas creen que el país está comprando más problemas que soluciones y explican el porqué.
Si quedaba alguna duda respecto de si el Gobierno ve al “cepo cambiario” como algo permanente o pasajero, este martes Axel Kicillof terminó de despejar las incógnitas.
Durante su exposición en el Congreso, donde defendió el proyecto de Presupuesto 2013, el viceministro detalló los pilares conceptuales del “modelo K” en su nueva versión.
Y en esta etapa, a diferencia de la primera -cuando el crecimiento de la economía estaba motorizado por un dólar alto que protegía al mercado interno-, un elemento central es un tipo de cambio bajo, que le permita a los industriales comprar maquinaria e insumos a un precio más conveniente.
Con ese argumento, Cristina Kirchner había justificado, en la reciente celebración del Día de la Industria, su persistencia por mantener el dólar en los niveles actuales. Y, ante un auditorio de empresarios -tradicionalmente simpatizantes del tipo de cambio alto-, se había mostrado enojada con quienes promovíanuna devaluación.
Ayer, Kicillof completó el razonamiento kirchnerista: los controles cambiarios (al viceministro le irrita la expresión “cepo”) tienen el objetivo de contrarrestar un defecto del dólar barato.
La función de las actuales restricciones es la de canalizar los billetes verdes hacia los rubros prioritarios -como la compra de materiales para la industria- y desestimular que se escapen hacia actividades no fundamentales.
“¿Cómo las divisas que necesito para hacer torres de petróleo se van a gastar en que los sectores más pudientes puedan comprar bienes de lujo?”, se preguntó el funcionario.
Y argumentó que los controles servirán para evitar un problema histórico, que es el de la escasez de dólaresque ha enfrentado el país en sus ciclos de “stop and go”.
“Era siempre lo mismo: se acababan las divisas, el Gobierno devaluaba porque abarataba los pesos y encarecía el dólar. Todas esas importaciones se encarecían en proporción a la devaluación”, sostuvo Kicillof.
En definitiva, el “cepo” no sólo es algo accidental en el modelo económico, sino que pasó a formar parte fundamental en el proceso industrializador, a juzgar por lo que sostiene Kicillof.
Esto es lo que hace que la mayoría de los economistas prevea que las restricciones a la compra de dólares no tienen chances de flexibilizarse, incluso ante un escenario de mayor holgura de divisas, como el que se espera para el año próximo.
Al respecto, un informe de la consultora Ledesma señala que del proyecto de presupuesto se desprende que elTesoro requerirá transferencias por $86.150 millones.
“Un nivel tan alto de financiamiento impide que nos ilusionemos con la superación del esquema de control de cambios durante 2013, aun cuando la oferta de dólares prevista sea mayor a la de 2012″, afirma.
¿La solución o la causa del problema?
Fiel a su estilo polémico, Kicillof dejó varias frases destinadas a generar debate.
Una de las principales críticas que hacen los analistas es que ven una causalidad inversa a la que plantea el funcionario.
Es decir, creen que si se llegó a la necesidad de poner controles es porque el país ya enfrenta la escasez de dólares, y no que esta medida sea un remedio para evitarla.
“Lo que hizo el viceministro es patear la pelota al córner“, grafica Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, quien se queja de que las medidas oficiales “deberían apuntar a atacar las causas y no sólo las consecuencias”.
Desde su punto de vista, el problema reside en que, cuando el tipo de cambio se atrasa, las medidas que se toman para cuidar las divisas no resultan suficientes.
“La causa de la prohibición al atesoramiento de dólares es la inflación, sumado a las expectativas de devaluación del sector privado. Entonces el punto que se debe atacar es el de los precios: si la idea es industrializar, el tipo de cambio competitivo no se puede reemplazar por las trabas”.
En la misma línea argumenta Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb: “La verdad es que los controles son consecuencia de las inconsistencias de la economía. Son el resultado de la inflación y de la necesidad de importar combustibles. Entonces, más que para industrializar, las trabas se necesitan para cuidar la caja de dólares”.
“Con las restricciones, el Gobierno generó más disponibilidad de divisas. Pero si esa disponibilidad se utilizópara comprar maquinaria o para financiar deudas del Tesoro, ése ya es otro tema”, agrega.
Pero, tal vez, la aseveración de Kicillof que genera más pólémica es la que asimila la situación actual a losmomentos históricos en los que se intentó un proceso de industrialización. 
“La comparación no tiene mucho sentido, porque en la época de Frondizi no había mercado de capitales ni la Argentina tenía la soja. Entonces, todos los países de la región dependían exclusivamente de lo que exportaban. Pero hoy es diferente, y la prueba es que los países vecinos también están en procesos de fuerte crecimientono se quedaron sin dólares“, observa Nicolás Dujovne, ex economista jefe del Banco Galicia.
La dura prueba de los números
Más allá de las polémicas sobre las distintas visiones de la economía, hay un hecho al que los críticos del Gobierno apuntan como prueba de que las afirmaciones de Kicillof no pasan el “test ácido” de la realidad.
Y es que, a pesar de todas las medidas que han generado controversia, y que se han adoptado en nombre de la industrialización, no se observa una mejora en lo que a importación de maquinarias e insumos se refiere.
Según los números del Indec, si se suman los rubros de bienes de capital y el de partes y piezas, las compras a otros países cayeron u$s16.000 millones en el período enero-agosto, en comparación con el mismo lapso del año pasado. Es decir, acusan una baja del 12 por ciento.
Es cierto que se puede argumentar que, después de un año en el que la economía había crecido al 8%, era de esperarse una caída de todas las importaciones. Sin embargo, hay más malas noticias, porque las compras de bienes de capital no sólo que fueron menores -en términos de dólares y de cantidades importadas- sinotambién como porcentaje del total importado.
Si este rubro cayó entonces, ¿cuál subió su participación? No fue, como temía Kicillof, el de los bienes de consumo, sino fundamentalmente el de los combustibles.
Esto no hace otra cosa que dejar al descubierto el otro gran protagonista en este debate: el déficit energético, que le insume al país unos u$s8.000 millones en términos netos.
“La caída de los bienes de capital fue más acelerada que la de otros rubros. Y lo que el Gobierno evidencia es una gran contradicción entre su política y su discurso“, argumenta Luciano Cohan, economista de la consultora Elypsis.
Y así lo explica: “Si uno quiere fomentar la adquisición de maquinarias a partir de un dólar bajo, entonces lo quetiene que hacer es venderle esos dólares a los industriales. Y acá se hizo lo contrario, porque el cierre importador de Moreno fue en el sentido totalmente opuesto”.
Su visión es que, aun con las buenas perspectivas de recuperación de la economía para el año próximo, no hay que entusiasmarse demasiado respecto de cómo evolucione la inversión.
Lo que se está viendo es ese tipo de inversión que se denomina ‘de mantenimiento’, sólo para asegurar que la producción no se detenga, pero no con vistas a agrandar la capacidad productiva o a mejorar la productividad a largo plazo”, sostiene Cohan.
Los límites a la estrategia
Ocurre que, más allá del valor del dólar, hay otros factores que los empresarios tienen en cuenta a la hora de tomar la decisión de “hundir” capital en forma de nuevas máquinas e instalaciones.
“Para un industrial argentino, hoy lo primero que entra en el análisis es la posibilidad de financiar ese desembolso. Esto está vinculado no sólo a si le dan crédito, sino a cuál es su rentabilidad en el negocio. Y hoy ese empresario percibe que la economía ya no puede crecer a un ritmo tal que le permita licuar sus costos”, analiza Lamothe, de Abeceb.
Su conclusión es que, en definitiva, el problema que no logra solucionar la estrategia de Kicillof es la pérdida de competitividad.
Entre los más preocupados por esta situación se ubican muchos de los economistas que apoyaron con entusiasmo al “modelo K” en su primera etapa, con su ya lejana política del dólar alto.
Eduardo Curia, uno de los más destacados consultores de este grupo, señala las limitaciones actuales: “Untipo de cambio barato promueve la entrada de equipos importados, y eso fue lo que se vio el año pasado. Sin embargo, la consecuencia negativa es que un modelo de ese tipo conduce finalmente a una desaceleración de la industria, porque genera faltante de dólares”.
Curia no oculta su desagrado por el hecho de que, en vez de recurrir a un tipo de cambio alto como motor del desarrollo, se dependa de que “la soja sea quien termine subsidiando a la industria“.
Lo cierto es que, ajeno a las críticas, el Gobierno parece determinado a consagrar el cepo cambiario comoparte fundamental de su modelo económico.
Ya dejó en claro que no recurrirá a los mercados de deuda (no se sabe bien si por convicción ideológica o por el altísimo costo financiero que debe pagar, dado el elevado riesgo-país). 
Por otra parte, las inversiones externas directas, uno de los mecanismos con los que los países vecinos se han apoyado para crecer, están en retroceso: según los últimos datos de Cepal, la Argentina crece apenas un 3% anual en ese rubro, bien lejos del 31% del resto de la región.
Sin acceso a los mercados de crédito y con escasa inversión externa directa, habrá que reconocerle a Kicillof que tiene un punto a favor en su argumentación: la Argentina depende cada vez más de un amplio superávit comercial para poder seguir industrializándose.
Pero, aun suponiendo que logre “domar” la fuga y canalizar todos los dólares hacia los rubros prioritarios, queda un último gran escollo: el desánimo de los empresarios, factor imprescindible cuando se habla de invertir.
Al respecto, es elocuente un sondeo de la consultora SEL, que mide el “horizonte de visibilidad” (es decir, qué tan lejos llegan los planes de inversión), y donde se observa una caída a mínimos históricos: un año y medio.

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