jueves, 25 de octubre de 2012


El enólogo que triunfó en California vuelve a Chile

Rodrigo Soto : Es uno de los impulsores de la vitivinicultura biodinámica en Chile y quien lanzó el primer syrah costero de alta gama. En 2006 viajó a hacerse cargo de Benzinger, viña pionera en la producción biodinámica en EE.UU. y se convirtió en uno de los chilenos que más alto ha llegado en la industria gringa del vino. Ahora, de regreso, analiza por qué Chile se ha estancado en ese país, cómo es el consumidor estadounidense y defiende al valle de Casablanca respecto de las críticas.
Es el primer fin de semana de octubre. El invierno no quiere irse. Son casi tres días de lluvias intermitentes y de bajas temperaturas en la zona central. En el valle de Casablanca, las parras muestran sus primeros brotes verdes. Debieron soportar 50 milímetros de lluvia. Un evento que puede estresar a cualquier agricultor. De hecho, la respuesta tradicional es aplicar agroquímicos para evitar la aparición de plagas producto de la humedad.
Con los pies embarrados, en medio de las parras de la Viña Veramonte, en el extremo oriental de Casablanca, Rodrigo Soto (38), enólogo de la compañía, luce relajado, hasta alegre, con la lluvia.
-Esta agua es muy buena. Acuérdate, ésta va a ser una buena vendimia.
Soto pasa a explicar que el agua les dará vitalidad a las plantas en la partida de su ciclo anual y disminuirá la posibilidad de estrés hidríco en el verano. De paso, cuenta, que desde que se hizo cargo de Veramonte, en febrero de este año, están enfocados en una reducción drástica de pesticidas.
Soto apunta a un paño verde en medio de las parras. Explica que es avena y fue sembrada para complementar la alimentación de una treintena de ovejas que están por arribar. Los ovinos tendrán como misión principal controlar las malezas en las 400 hectáreas de la viña.
Rodrigo Soto no sólo es enólogo, es enólogo biodimámico. Sigue las ideas de Rudolf Steiner en la agricultura, aquellas que hablan de adaptar la producción a los ciclos naturales, ve el suelo como un ser vivo y se preocupa por mantener el balance energético de los campos.
De hecho, a comienzos de la década del 2000, Soto fue uno de los primeros en popularizar el biodinamismo en Chile. Como enólogo de Viña Matetic lanzó el primer syrah costero de alta gama del país. La calidad fue tan alta que la crítica internacional se rindió a sus pies y Soto entró en la categoría de joven prodigio.
Sin embargo, luego de seis años en Matetic, Rodrigo Soto desapareció del mapa viñatero chilena.
En 2006 viajó a California a hacerse cargo de Benzinger, una de las viñas pioneras en la producción biodinámica en Estados Unidos. Durante sus seis años allá, Soto se convirtió en uno de los chilenos que más alto han llegado en la industria del vino gringa.
Aprendió a competir en Estados Unidos, uno de los mercados más abiertos, pero también más saturados. Sacó garras comerciales y músculos financieros. Fue testigo de primera mano del estancamiento de las exportaciones de vino chileno a ese país y tiene su explicación.
-Aunque sea una generalización, las viñas no han mostrado el foco necesario en un mercado especializado como el de EE.UU. Además, los chilenos tendemos a encasillar a las personas. A los encargados de la parte comercial les falta ser más flexibles, interesarte por la cultura local.
Soto volvió recargado.
Contacto con espinoza
Una de las tradiciones de la Universidad Católica, donde estudió Agronomía en los ’90, era la prioridad académica. Un alumno con buenas notas tenía mejor opción para elegir todo, desde ramos hasta el tema de tesis. Soto, a confesión propia, era mal estudiante. Al momento de hacer su investigación final para obtener el título sólo pudo tomar un tema que ninguno de sus compañeros quería: un estudio comparativo de un viñedo con control biológico de plagas y otro manejado con agroquímicos.
La experiencia marcó el resto de su vida profesional, pues le permitió trabajar junto a Álvaro Espinoza, el padre del biodinamismo en Chile, que en ese tiempo se había hecho cargo de viña Carmen. Las ideas de Espinoza cayeron en terreno fértil.
Gracias a la gestión de Espinoza, Soto pudo partir a vendimiar a la viña Fetzer en California, junto a Benzinger, una de las pioneras en la producción orgánica. Luego  siguieron vendimias en Nueva Zelandia y California, hasta que se le presentó la posibilidad notable. Jorge Matetic había plantado 30 hectáreas de parras en un megaensayo en el valle de Rosario, al sur de Casablanca. Todavía no tenían enólogo.
Gracias a que era amigo de niñez de su hijo Cristian, Jorge Matetic estaba consciente de la corta, pero internacional carrera de Rodrigo Soto. Y, a pesar de sus 26 años, en 2000 le entregó la responsabilidad de sacar adelante la nueva viña, incluso le compró la idea de que fuera biodinámica.
Con Julio Bastías como mano derecha, Soto comenzó a sacar las primeras producciones de Matetic. De paso logró que Alan York, a quien conoció como asesor de Fetzer, colaborara con la conversión a la biodinamia de los viñedos.
En una visita a la viña, Marcelo Retamal, enólogo de De Martino, probó las primeras barricas que había sacado la dupla Soto-Bastías. Rodrigo Soto todavía recuerda las palabras de Retamal cuando probó los syrah. “Tienes un tesoro increíble”.
Dicho y hecho. La crítica aplaudió los syrah de Matetic. En 2004, el Syrah EQ fue elegido entre los mejores vinos del mundo por Wine Spectator.
Siguiendo la recomendación de Retamal, también contrató como asesor a un penquista llamado Pedro Parra que volvía de hacer un doctorado sobre terroirs en Francia. Gracias a Parra se transformó en uno de los primeros enólogos en Chile en estudiar la relación entre los suelos y las características de la materia prima que salía de los viñedos. Las nuevas plantaciones de Matetic siguieron las pautas de sectorización implementadas con Pedro Parra.
-El proyecto comenzó a tomar vuelo propio. Julio trabajaba muy bien y me dí cuenta de que ya no aportaba mucho.
A punto de completar seis años en Matetic, Soto decidió buscar trabajo en otra viña. Debido a la fama lograda, le llegaron ofertas de las principales compañías chilenas. Sin embargo, cuando Alan York lo supo, se movió más rápido y lo contactó con los dueños de Benzinger, que estaban en búsqueda de enólogo. Con bastante ilusión partió a Napa, California.
No todos tenían tanta fe.
“Si me hubieran preguntado qué pensaba de su ida a Estados Unidos, hubiera contestado que había 70% de posibilidades de que se volviera al año. Que alguien que no fuera gringo o, por último, francés llegara a hacerse cargo de una viña californiana importante, era algo inédito”, explica un profesional que conoció a Soto. 
jugando en otra liga
Con María Luisa, su esposa, partió a hacerse cargo de la enología de Benzinger.
-Fue entrar a jugar a otra liga. Con una industria varias veces más grande que la chilena, muy competitiva y con muchos proyectos pequeños. Si en Chile tenemos un tipo inquieto y explorador como Marcelo Retamal, allá tienes a cinco “retamales” dando vuelta.
En Benzinger, Soto tomó conciencia de la importancia de la gestión y la comercialización, puntos que no le habían interesado en Matetic.
-Los enólogos ahora tienen un gran poder dentro de las viñas. Son responsables no sólo por la inversión de los dueños, sino también por la gente que trabaja. Por eso creo que hay que evitar hacer vinos para el gusto de uno, que es un experto, y hacerlos para el de las personas que van a comprar la botella. Por ejemplo, sobreintelectualizar un vino reserva no tiene sentido.
Otro punto que aprendió Soto en EE.UU. es que es mejor hablar de varios mercados en ese país, más que de uno unificado. Por ejemplo, Nueva York tiene gustos cosmopolitas, tanto, que para una viña californiana puede ser imposible entrar a algunos restaurantes, a pesar de ser del mismo país. Mientras tanto, en Texas hay una mirada más nacionalista. California, paradójicamente, a pesar de ser un estado productor, ofrece oportunidades en el segmento bajo los US$ 20 la botella.
Lo que sí es transversal en EE.UU. es que la gente cada vez está más interesada por el vino. A Soto le llama la atención el creciente número de sommeliers, “saben más que uno de vinos y conocen muy bien la cocina de sus restaurantes”, explica. De paso, marca un contraste con lo que sucede en el Reino Unido.
-Lo que han hecho algunos periodistas ingleses es casi un daño psicológico a la industria chilena. Lamentablemente, y poniéndolo en términos políticamente correctos, el mercado inglés no está dispuesto a pagar por la calidad que exige. En cambio, el consumidor de Estados Unidos sí está dispuesto a hacerlo. Para mí es más agradable trabajar en un mercado así.
Reloj que lo mueve cada 6 años
Rodrigo Soto parece tener un reloj profesional que suena cada seis años. Esta vez lo hizo a fines del 2011.
 En California había nacido su hija Lucía y pronto vendría en camino Florencia. Teniendo claro que criar a sus hijas en Estados Unidos significaría echar raíces definitivamente, el matrimonio decidió volver a reinstalarse en Chile.
Agustín Huneeus, el chileno dueño de la viña Quintessa en California y Veramonte en Casablanca, se enteró de la decisión de Rodrigo Soto y le ofreció hacerse cargo de la viña chilena.
En febrero de este año, el enólogo desembarcó en Casablanca. ¿Qué le llamó la atención en su retorno? En primer lugar, un par de cosas buenas. Comparado con seis años atrás, hay muchas otras zonas geográficas que se han integrado a la producción de vino. Valles como Leyda o Limarí ya lucen consolidados, hay interés por las parras viejas del Maule y por hacer vinos más cerca de la cordillera.
También le llama la atención el empuje de los enólogos más jóvenes, así como la buena calidad de los profesionales.
Sin embargo, le inquieta que el énfasis en la innovación esté opacando un elemento que para él es central, la necesidad de que Chile tenga consistencia en alta calidad en las llamadas cepas “tradicionales”, como el cabernet sauvignon, sauvignon blanc, pinot noir, merlot y chardonnay.
-A riesgo de que me malinterpreten, el futuro de Chile no es el carignan. Esa categoría en Estados Unidos no existe. Incluso el syrah es difícil de vender. En cambio, el cabernet sauvignon tiene una demanda amplia. Sin embargo, no se le ha puesto la energía que requiere, hay que apuntar a la alta calidad. 
Otro punto que le llama la atención a Rodrigo Soto son las críticas de que Casablanca perdió pie frente a los nuevos valles costeros.
-Casablanca tiene treinta años de experiencia y eso merece respeto. Se han cometido errores. Por ejemplo, estamos al debe en cuanto a los chardonnay. Sin embargo, hay conciencia de los problemas y se discuten abiertamente, con la intención de mejorar. Esa mentalidad de hablar mal de otro valle para que al mío le vaya mejor es dañina. Genera confusión en los importadores. Hay que llevar el mismo mensaje, que como país somos capaces de entregar calidad en forma consistente. Luego de eso, recién cada viña debe entrar a pelear por su cuota de mercado.
Volvió a cargo de Veramonte, la viña de Agustín Huneeus en Casablanca. Aplaude la incorporación de nuevas zonas geográficas a la producción de vinos y pide más consistencia en la calidad de las cepas tradicionales.

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