miércoles, 22 de agosto de 2012

¿Quién alimenta a China: agronegocios o sus agricultores? Decisiones que repercuten en todo el mundo


China es actualmente el mayor mercado de alimentos del mundo. Lo que comen en China nos afecta a todos debido a la creciente influencia a nivel global de cómo y dónde es producido ese alimento.

Cuando China comenzó a importar soja como forraje animal a fines de los años 90, marcó el comienzo de una de las más dramáticas transformaciones que el mundo haya visto. Al otro extremo del mundo, 30 millones de hectáreas de tierras agrícolas, bosques, sabanas y praderas, en el Cono Sur de América Latina, fueron convertidas a plantaciones de soja para abastecer las nuevas granjas fabriles de China con una fuente de forraje barato. Y en China, los bajos precios pagados a los agricultores y otras políticas que favorecían a las grandes agroindustrias sacaron de la producción de carne a millones de familias. Las corporaciones y los grandes agricultores comerciales hicieron fortunas, pero las comunidades rurales, tanto en China como en el Cono Sur, sufrieron las consecuencias.
La carne barata para la creciente población urbana de China se suponía que sería la recompensa. Pero en 2008 los precios del cerdo se dispararon debido a un gran brote infeccioso que afecto a la industria china de la carne de cerdo. Actualmente el país está al borde de una ola inflacionaria mayor debido a que la sequía en Estados Unidos está provocando el alza de los precios globales de la soja. Además, los consumidores chinos han tenido que enfrentar varios escándalos relacionados con la sanidad de los alimentos y diversos desastres ambientales provocados por la producción industrial de carne.
Los problemas generados en China y en el resto del mundo por la dependencia china cada vez mayor del alimento para animales importado se pondrá mucho peor si China continua abriendo su mercado a las importaciones de maíz, el otro cultivo utilizado en gran escala para los alimentos industriales. En 2012, China importará la cifra record de 5 millones de toneladas de maíz, y comprará 7 millones de toneladas adicionales en 2013. Esto es sólo el 5% del consumo nacional de maíz, pero sigue siendo más que todo el maíz importado por China en los últimos 25 años y ya está afectando los precios globales.
China es ahora el mercado de alimentos más grande del mundo. Lo que las personas comen en China tiene repercusiones sobre todos, debido al alcance cada vez más global de cómo y dónde son producidos esos alimentos. Si el gobierno Chino abre el país a las importaciones de maíz, así como lo hizo con la soja, podría desatar otra transformación global de la agricultura como la que ocurrió con la soja, y tendrá consecuencias semejantes. Los hechos recientes muestran que ya comienza a suceder.
Juegos de poder por el abastecimiento de maíz a China
Las importaciones de soja de China han generado inmensas ganancias a empresas agrícolas transnacionales como Monsanto y John Deere, que abastecen a los agricultores brasileños con semillas, productos químicos y tractores. También han sido una gran fuente de ganancias para los comerciantes de granos y los procesadores de alimento para animales como Cargill y Bunge, que ahora controlan la industria procesadora de soja en China.
El cambio hacia la producción animal industrial y las importaciones de soja también han permitido el auge de una nueva clase de corporaciones de agronegocios en China. La empresa de propiedad estatal COFCO y la empresa de propiedad privada New Hope Group, son ahora agroempresas transnacionales por derecho propio.
Una expansión del maíz parecida a la de la soja le vendrá muy bien a todas estas compañías y por tanto emprenden un intenso trabajo de presión política mientras preparan el terreno.
Una solución simple
El mundo no necesita seguir por este rumbo. Frente a una nueva alza de los precios de las materias primas agrícolas, China puede poner freno a la producción industrial de carne, comenzar a apoyar la producción animal a pequeña escala, basada en recursos forrajeros locales y desmantelar sus agresivos esfuerzos por convertir a sus agricultores en obreros baratos.
Las protestas en las zonas rurales de China parecen indicar que muchos campesinos están cansados de ser desalojados de sus fincas, de tener sus tierras y aguas envenenadas por la contaminación industrial y agrícola y de luchar para salir adelante. Son capaces de producir el alimento necesario para alimentar el país, pero se enfrentan a barreras cada vez más difíciles, muchas de las cuales están asociadas a un sistema empresarial de alimentos que cada vez está más firmemente atrincherado.
Que el gobierno haya decidido depender de la importación de materias primas agrícolas sirve a los intereses de los agronegocios y a su necesidad de fuentes baratas de forraje, pero no responde a los intereses de la mayoría de la gente en China, no sirve para garantizarle alimentos y puede poner en peligro la tierra, los medios de subsistencia y los sistemas locales de producción de alimentos de comunidades en todo el mundo.

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