lunes, 6 de agosto de 2012

Más retenciones para una agricultura del siglo XIX



Si hay algo que el campo no necesita ahora son los rumores. Sin embargo reacciona ante ellos. La versión de que el Gobierno aumentaría en cinco puntos los derechos de exportación a la soja se esparció a la velocidad de la luz y paralizó los mercados.
Con los rumores es prácticamente imposible detectar quien los originó. Un ejercicio habitual que suele hacerse en estos casos es preguntarse a quien beneficia la hipotética información. Aquí, de inmediato surgieron las conjeturas. Que los compradores están necesitados de mercadería por la ociosidad de las plantas de procesamiento y que el Gobierno quiere que productores vendan lo que todavía tienen en sus manos (apenas un 30 por ciento de la última cosecha). Si esas conjeturas fueran ciertas hasta ahora no cumplieron con su cometido porque la primera reacción fue la de parálisis. En estos casos, la incertidumbre es lo peor.
Como publicó La Nacion, en el Ministerio de Agricultura reconocieron que ese incremento está siendo estudiando el Ministerio de Economía. Hoy, el que tiene las riendas del Palacio de Hacienda es el secretario de Política Económica, Axel Kiciloff, a quien los rumores le atribuyeron la autoría de la idea de aumentar las retenciones. Hay un artículo que el economista escribió en el diario Página12 en marzo de 2008, cuando se desató la pelea por la 125, que sirve para entender por qué está en favor de las retenciones al campo y, quizás, por qué impulsaría su aumento.
Kiciloff se basa en los economistas David Ricardo (clásico) y Alfred Marshall (neoclásico) que sostenían en el siglo XIX que la agricultura era diferente de otras actividades económicas porque se asienta sobre determinadas condiciones naturales (fertilidad del suelo y clima) que le permiten tener ventajas que, por ejemplo, la industria no tiene.
“Condiciones naturales más favorables significan menores costos y las tierras argentinas históricamente han permitido producir con costos menores, en relación con otras zonas, incluso a escala mundial. Es por eso y no por la pericia inigualable de los terratenientes argentinos, que llegamos a convertimos en el granero del mundo “, escribió Kiciloff en el suplemento Cash de Página 12.
La agricultura del siglo XXI en la Argentina y en la mayor parte del mundo, es diferente de la que se practicaba en el siglo XIX. Es cierto que la región pampeana presenta condiciones mucho más favorables que las zonas áridas para la agricultura extensiva. Pero si no hubiera agricultores y una cadena de producción integrada esa supuesta prosperidad natural no tendría destino alguno. Alcanza con citar un ejemplo, ahora que se está por realizar el vigésimo congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid): si los productores hubieran seguido arando el suelo a fines de la década del ochenta y no se hubieran preocupado por iniciar una revolución tecnológica con las prácticas conservacionistas, la degradación de los suelos de la pampa húmeda hubiera sido una realidad que hoy “el modelo” estaría padeciendo. Justamente porque la agricultura moderna responde con inversión y mejora de la productividad a los estímulos de precios, asociarla con los tiempos en los que se araba la tierra con la fuerza humana puede conducir al atraso de la economía.
Si la soja por encima de los US$600 en Chicago hace pensar a los funcionarios que el campo está obteniendo una renta extraordinaria, y, como tal, debe ser compartida por el resto de la sociedad, habría que recordarles que el Estado también se la está apropiando con una alícuota del 35 por ciento. En todo caso, se podría mejorar la forma de recaudar, vía Ganancias, por ejemplo.
El Gobierno ya tiene ejemplos de caída de la producción cuando interviene y regula de forma distorsiva y poco transparente. El área sembrada con trigo cayó un 21,7% en esta campaña respecto de la anterior. Con una cotización del cereal a US$ 190 por tonelada, la única explicación de esa baja es que los productores no quieren repetir la experiencia del ciclo anterior, cuando se les dijo que iban a recibir el precio lleno y, al final, padecieron descuentos de entre US$20 y US$30.
La cosecha de 160 millones de toneladas que propone el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) para 2020, avalado por la presidenta Cristina Kirchner, será imposible de alcanzar si el campo es objeto de una mayor presión impositiva.
Claro, exigirle coherencia a la actual administración, que suele contradecir sus propios argumentos si la coyuntura lo demanda, es poco menos que ingenuo. Ya quedó en el recuerdo aquella plataforma del Frente para la Victoria que en 2003 escribió el hoy embajador en Venezuela, Carlos Cheppi, que prometía bajar las retenciones en tanto las condiciones fiscales lo permitieran. En definitiva, la decisión de aumentar o no las retenciones a la soja será política y no económica.

EL RESUMEN

42 qq
Por hectárea
Fue el rinde del sorgo

LA FRASE

“El Gobierno sigue tomando medidas a los ponchazos, según como sople el viento”
Ulises Forte
Diputado nacional (UCR-La Pampa).

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