miércoles, 11 de julio de 2012

El yuyo al poder...


Al traspasar el emblemático nivel de US$ 600 por tonelada en el mítico Mercado de Chicago, la soja volvió a convertirse, para muchos funcionarios, en la llave mágica que permitirá sortear cualquier escollo económico del Gobierno, como prácticamente viene ocurriendo desde 2004 a la fecha.
De nada serviría explicarles a estos voluntaristas funcionarios, varios de ellos nóveles jóvenes de La Cámpora, que la situación del país hoy es sensiblemente distinta a la de, por ejemplo, 2008 cuando también se alcanzó este nivel de precios, y donde Argentina tenía además otro resto, y “el modelo” no mostraba aún los atisbos de agotamiento que ostenta ahora.
Tampoco serviría de mucho contarles que una parte importante de la soja ya se vendió (a valores menores), y que también los 13 millones de toneladas menos que se cosecharon a causa de la sequía (sobre los 50 millones que se esperaban), determinan que aún con estas cotizaciones no alcanza para compensar semejante caída de producción que tal vez ellos no alcanzan a magnificar porque también se guían por los datos oficiales que, al igual que los del INDEC, muestran cifras de cosecha muy distorsionadas, superiores a las reales.

¿Cómo hacerles entender, además, que el tonelaje que se pudo producir implica de todos modos una grave pérdida económica? Por caso, alrededor de medio millón de viajes de camiónes menos, o más de US$ 7.000 millones de caída en los ingresos de los productores que, en general, gastan buena parte en sus respectivas provincias.
Es muy difícil, en plena euforia casi infantil suponer que, al menos Agricultura, aprovechará la situación para corregir errores o enderezar el rumbo.

¡Ni hablar de explicar lo negativo que puede ser esto para la próxima campaña agrícola que se está iniciando que, de no mediar cambios, se puede volcar ya totalmente a la temida (por algunos) “sojización”!
Es que si bien las subas registradas por otros granos, como el trigo o el maíz, son casi más espectaculares, por distintas razones se va a recortar parte del efecto benéfico de semejantes precios.
En el caso del trigo porque ya es “tarde” para cambiar las decisiones de siembra de un cultivo de invierno.
El maíz, por su parte (que no presenta esta limitante ya que se puede sembrar hasta casi enero), tiene el inconveniente de su relativo mayor costo de producción.
En ambos casos tampoco es menor el “Efecto Moreno”, que con sus continuas intervenciones en el mercado, muchas veces impidió directamente la comercialización, y otras tantas provocó fuertes desfases de precios que terminaron en millonarias transferencias a otros eslabones de la cadena en detrimento de los productores que perdieron, así, varios miles de millones de dólares (según un cálculo de AACREA, en trigo la cifra supera holgadamente los US$ 4.500 millones).
Conclusión: más de un agricultor no quiere saber nada con ninguno de ambos cereales, independientemente del precio que tengan (después de todo, si no se pueden vender, ¿para qué van a producirlos?).
Así las cosas, y aunque el Gobierno no hace ningún esfuerzo por reconocerlo, la campaña triguera ya estaría “jugada”, con una reducción de superficie que muchos estiman en 50%. Mientras que en maíz, donde se esperaba una caída similar, ahora por efecto “precios” el retroceso se podría recortar a “apenas” 30%/35%. Por supuesto, eso siempre y cuando se mantenga este nivel de cotizaciones.
De confirmarse este escenario, entonces el terreno quedaría libre –una vez más– para que “el yuyo”, obsesión última del Gobierno (y a la que le debe bastantes favores), gane más espacio terminando de desbalancear el ya desfasado tablero entre cereales y oleaginosas (soja) que, no solo podrían incrementar la superficie de siembra en 3/4 millones de hectáreas (que son las que perderían el maíz y el trigo), sino que la cosecha podría superar los 60 millones de toneladas holgadamente, marcándose un nuevo récord que, de todos modos, no serviría para consolidar el volumen global de granos de Argentina que, si el clima ayuda, podría volver así a alrededor de los 100 millones de tonelada. Desde ya, muy lejos todavía de los 130/140 millones en los que ya debería ubicarse con crecimiento genuino y equilibrio entre cultivos con rotaciones.

Tampoco el avance de la oleaginosa es lo mejor que puede ocurrir para el equilibrio del ecosistema, y menos aún para el “suelo” por el que dicen desvelarse varios conspicuos kirchneristas.
Aunque vale reconocerlo, serviría y mucho para calmar los nervios de varios funcionarios nacionales, hoy muy alterados por lo ajustado de los números y la falta de divisas.

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