jueves, 19 de julio de 2012

El agro y la crisis internacional


La Argentina es primordialmente un país agroexportador. En 2011, como en períodos anteriores, más del 55% de las exportaciones tuvieron origen agropecuario, y la participación en el comercio mundial de productos agropecuarios fue tres veces mayor a la que tenemos en promedio en todos los rubros (se nos aplica, como país, aquello que Santo Tomás [...]

La Argentina es primordialmente un país agroexportador. En 2011, como en períodos anteriores, más del 55% de las exportaciones tuvieron origen agropecuario, y la participación en el comercio mundial de productos agropecuarios fue tres veces mayor a la que tenemos en promedio en todos los rubros (se nos aplica, como país, aquello que Santo Tomás aseveraba: todo ser tiende a actuar conforme lo que es).
Sin embargo, pese a las extraordinarias condiciones naturales, la tecnificación de la manufacturación, los avances en la gestión de procesos y el prestigio de nuestra “agrooferta”, podemos dar un salto mayor.
Ya con medio 2012 transcurrido, la crisis internacional ha recrudecido y las exportaciones argentinas han comenzado a manifestarlo.
Aún con muy buenos precios, en los primeros cinco meses del año las exportaciones de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario (MOA) sumadas, comparadas con el mismo período anterior, sólo han crecido un 0,5% (de 18.936 a 19.035 millones de dólares). Las de MOA en particular han descendido un 1%. Al compararlas con las exportaciones industriales, se ve que éstas han crecido un 1%; y con las de combustible y energía, que se han elevado un 8%.
Han crecido de manera interesante con respecto al mismo período del año anterior las exportaciones de trigo (321 millones de dólares), biodiésel (222 millones), maíz (122 millones) o cebada cervecera (96 millones); mientras han tenido un alza menor las de leche entera en polvo (85 millones), maní (75 millones), porotos (52 millones), carnes de gallinas (39 millones), aceite de girasol (32 millones), carne bovina deshuesada (19 millones), jugos de fruta (17 millones), pellets de girasol (14 millones), vino (14 millones) y semillas de girasol (9 millones).
Pero en ese período han descendido las ventas de harina y pellets de soja (-391 millones de dólares), porotos de soja (-275 millones), aceite de soja (-139 millones), ajos (-77 millones), peras (.-56 millones), manzanas (-44 millones), carne bovina deshuesada (-42 millones), preparaciones y conservas de carne bovina (-22 millones), limones (-18 millones), camarones y langostinos (-15 millones), filetes de merluza (-14 millones), cueros y pieles curtidos (-11 millones), miel natural (-11 millones), tops de lana (-7 millones), y harina de trigo (-5 millones).
Como enseña Shakti Gawain, los problemas son mensajes. Y aquí tenemos tres: una demanda amenazada en algunos mercados (Europa por ejemplo); una oferta propia agobiada por restricciones normativas y políticas; y la necesidad de, ante la nueva configuración de los mercados, ajustar las políticas comerciales externas.
En relación al primero, es dable decir que la demanda de alimentos es la menos flexible a la baja y podemos adaptarnos; en relación al segundo, debe esperarse el desmantelamiento de condicionantes para el flujo libre del comercio (advertía Ayn Rand que cuando para producir se necesita una autorización de quienes no producen, esa sociedad está en problemas), y en relación al tercero, es recomendable para nuestro país lograr dos objetivos para recuperar apertura comercial (en 2005 las exportaciones representaban el 22% del PBI y en 2011 descendieron al 18%): por un lado, la solución de las discusiones existentes con 45 países que reciben en total el 65% de las ventas externas y nos amenazan con reacciones, y por el otro una mejora en las estrategias promocionales externas, que contribuyan a que las empresas desarrollen cinco atributos comerciales centrales en ésta época: una arquitectura de alianzas con clientes y socios virtuosa y sostenible, la innovación en la inserción comercial, la reputación como valor basado en la confianza, el conocimiento de la evolución de la demanda para responder ante ella y la generación de mayor producción, y con características singulares competitivas para una diferenciación que revalorice la oferta.

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