miércoles, 11 de julio de 2012

Cómo detectar a tiempo una pérdida de productividad


El experto Rodolfo Gil advierte sobre las limitantes para las raíces.

Según Rodolfo Gil, especialista del INTA Castelar, los cambios en la estructura del suelo y en su macroporosidad generan consecuencias muy negativas sobre el cultivo y la sustentabilidad del sistema de producción.
“Directamente afecta el desarrollo de raíces. Un aumento de la densificación del suelo va acompañado de una mayor resistencia a la penetración de raíces. Este efecto se ve exponencialmente con la disminución del contenido de humedad en el suelo”, indicó.
“Cuando las resistencias del suelo exceden los 20 kg/cm2, el crecimiento de las raíces puede verse seriamente afectado o restringido. Sin embargo, es importante recordar que la velocidad o tasa de elongación puede decaer marcadamente, por ejemplo a más de la mitad, con niveles muy inferiores al mencionado”, agregó.
Según Gil, además de limitar el desarrollo y crecimiento de las raíces, la compactación provoca que aquellas que sí logran penetrar tengan deformaciones, estrangulaciones y otras anomalías morfológicas que alteran el sistema de conducción hacia la parte aérea. Esto afecta, según precisó el técnico, el normal abastecimiento de agua y de nutrientes.
El especialista también señaló que hay un impacto sobre los procesos hídricos y de aireación del recurso suelo. “La velocidad con que el agua se mueve en un poro de conducción es proporcional a la cuarta potencia de su radio. Esto significa, por ejemplo, que si se reduce 10 veces el diámetro de los poros, la infiltración se reduce 10.000 veces. Esto se traduce en una significativa disminución de las lluvias efectivas y disponibilidad de agua para los cultivos y un aumento de los riesgos de erosión por escurrimiento”, ejemplificó.
El oxígeno es un elemento vital en el suelo para la dinámica de los procesos biológicos y el funcionamiento y permeabilidad de las raíces.
Sin embargo, ese elemento en el agua se difunde 10.000 veces menos que en el aire. “Por lo tanto, en suelos con insuficiente porosidad de aireación (menor al 10%), los cultivos, sobre todo en ciclos húmedos, suelen manifestar problemas de asfixia radical o incluso síntomas de falta de nitrógeno por desnitrificación”, remarcó.
Efecto según el suelo
De acuerdo con Gil, los suelos de textura media a gruesa con bajos niveles de materia orgánica son más susceptibles a la compactación que los suelos de textura más fina con buenos niveles de materia orgánica.
“Por otra parte, aquellos suelos de textura fina con niveles de arcilla importantes (superiores al 30%) poseen mecanismos de reestructuración propia (resiliencia por expansión y contracción), mitigando los efectos de la compactación en el tiempo. En cambio, los suelos con altos niveles de limo y/o arena dependen casi exclusivamente de mecanismos de estructuración biológicos [raíces, lombrices, materia orgánica], con lo cual los procesos de compactación en este tipo de suelos se agravan si no se toman medidas preventivas convenientes”, indicó.
Para Gil, el indicador más obvio de un suelo compactado es el crecimiento y distribución de las raíces. “Lo más común es el cambio abrupto de la dirección del crecimiento, de la vertical a la horizontal, y un engrosamiento de las raíces encima de los límites de la capa limitante”, explicó.
“La observación del perfil superficial para detectar la presencia de estructuras laminares (aspecto de láminas que se desprenden como lajas) es una manera muy simple y efectiva de detectar procesos en vías de densificación y compactación. También haciendo estallar un bloque de suelo sobre un cuerpo rígido se puede observar el tamaño de los terrones y compararlo con una estructura granular carente de compactación”,

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